De verdad que últimamente estoy en racha, y como me hace gracia este tipo de cosas, pues lo iba a escribir para mí y entonces me acordé de que tengo la bitácora algo abandonada. Así que vamos con la excursión más reciente.
Quería ir a ver el otrora ultrasecreto escondrijo S-7, de la Guerra Fría, capaz de resistir un ataque nuclear. Tenía hecha la reserva y, puesto que el tiempo aún no es tan frío, iba a ir en bici hiciera como hiciera. Total, aquí casi nunca hace viento y la lluvia sola no me agobia...
Tenía tiempo de requetesobra, que para eso salí bien de casa. Todo estaba programado para resistir imprevistos. Salgo de casa, voy pedaleando... No es que me falte tiempo, pero tampoco me sobra, no sé dónde han desaparecido esos 5 minutos, pero bueno, puedo ir rápido que aún así me va a sobrar tiempo. La bici bota de una forma rara. Contras. La rueda de atrás está baja. Y me he dejado la bomba en casa, esa bomba que llevo siempre aunque vaya andando, pues no, esta vez no.
En el camino, paso dos (¿o tres?) veces por encima de cristales rotos que no esperaba y que no vi hasta que no estaba ya criscrasqueándolos. Las cámaras aguantan como sendas campeonas, incluso la desinflada (ahí iba yo, con dos cámaras desinfladas... a la cámara de un neumático, en checo, se la llama duše, "alma"). A esas horas de la mañana (aún no son las ocho) no habrá ninguna de esas pruebas deportivas que me impiden ir al centro en bicicleta demasiados sábados. Estoy en lo cierto. Para compensar, un montón de caminos cerrados y de señales diciendo "ciclista, baja de la bici". Obedezco, me voy por un atajo, eso sí, me salto todos los semáforos (corriendo). Llego a la estación, bueeeeno, tengo aún cinco minutos, estupendo, con tal de que no sea uno de esos días en que hay dieciocho excursiones haciendo cola...
No hay excursiones. De hecho, creo que el frío ha echado para atrás a mucha gente (oh, sí, hacía frío). Claro que tampoco había más que una taquilla abierta (siempre hay al menos dos, normalmente tres), y el señor que la ocupa está contando la inmensa cantidad de cambio con la que ha pagado la cliente delante de mí. Por suerte, al poco hace una pausa para atenderme. Llego al tren. ¡Bien!
Las estaciones checas están muy bien señalizadas, en mi opinión, y uno siempre ve con tiempo que va a llegar a su parada. Por si fuera poco, si vas en bici, como iba yo, el revisor siempre está pendiente de que te bajes en la correcta. Podía dormir un rato.
[...] Dormí, pero en fin. Me despierto a tiempo. Muy a tiempo. El tren lleva retraso (como un cuarto de hora), lo cual sí que no me extraña tanto. No pasa nada: contaba con esa posibilidad, tenía casi dos horas para cubrir menos de diez kilómetros: suficiente para hacerlo a paso ligero, incluso con la bici, o corriendo si hubiera cuestas, quince o veinte minutos (o incluso treinta) no me van a hacer tanta pupa.
Ya.
Pero llegamos a una estación cuyo nombre, excepcionalmente, no veo. Me asomo por la ventana. Le pregunto a un señor si estamos en Kostelec, me dice que piensa que no. Intengo que me vea el revisor. Se bajan otros ciclistas más adelante. Arrancamos. El pasajero al que había preguntado está hasta las orejas de no sé qué sustancia, el revisor viene y me dice "Uy, me olvidé de usted". Siguiente parada: Jihlava, unos 10 Km más que, por supuesto, iban a ser cuesta arriba, y con mucho menos tiempo ya para llegar.
Por el camino, el primer pueblo que me encuentro se llama Pístov (suena muy parecido al pissed off inglés, que viene a ser algo así como "sentirse jodido"). Me entra la risa y decido que no me voy a dejar amargar, que si llego, llegué, y si no, pues no pasa nada.
Cuando ya estaba cerca, tras otras varias peripecias y vientos en contra, llego por fin a un tramo cuesta abajo. "En bici para los niños", un numeroso evento con diez veces más adultos que niños y un casco cada siete personas, ha decidido tener lugar en ese tramo que yo podía aprovechar, por supuesto ocupando toooda la anchura de la carretera y adornándose con algunos participantes que miraban más hacia detrás que hacia adelante y a los que casi me meriendo (en el sentido de choque y en el de devorar de furia). Sonríe, Jorge. Te miran raro, incluso una mujer dice "Mira, ése va mal", pero piensa que no llevan casco, así que son ellos los que tienen el golpe en la cabeza.
Llego a Třešť. Me quedan 4 minutos, pero por suerte no lo sé, sólo lo intuyo. Creo recordar que el Almacén de tomates (nombre en clave del escondrijo) está al sur de la plaza, yo llego a Třešť por el norte, así que planeo mirar el plano que llevo conmigo cuando pase la plaza y buscar la calle V Kaštanech ("en las castañas" - sí, es en serio). Pero heos aquí que veo a una pareja con pinta dominguera un sábado a mediodía, con andares de estar buscando una visita turística a algo parecido a lo que estaba buscando yo. Los paso. Miro para atrás, por si acaso veo un nombre de calle en esas afueras tan poco propicias a letreros, pero ¡lo veo! ¡Estoy en las castañas!
(Hay gente cuyos andares delatan lo que van a hacer hasta límites insospechados, la verdad)
Llegué. Con menos de dos minutos. Pagué, candé la bici, entré el antepenúltimo, prueba superada. Tan sólo siento que estoy ya mayor para según qué trotes.
¿Y el resto del día? Genial. La vuelta fue también accidentada, pero mucho menos. Y la estancia en Třešť, genial. Entre otras cosas, vi un café (de cafetería) que me llamaba, me llamaba y me rellamaba... Tuve que ir a tomar un café que me supo a gloria bendita, probablemente el mejor que me he tomado en la Rep. Checa y uno de los mejores de mi vida. El espacio, visualmente, es maravilloso, como el trato y la sonrisa de la camarera, tan sólo la música y una pareja rara enturbian la armonía energética del lugar. Entra alguien. Expresa dudas sobre qué tomar. La camarera le sugiere un café. "Acabo de tomar uno con la comida". El metete que soy dice "Comete usted un error, con ese café". Y en esas...
No, pero eso no es un viaje accidentado, se me está yendo la pinza. Ya retomaré esa historia en otro momento.
Mostrando entradas con la etiqueta obstáculos. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta obstáculos. Mostrar todas las entradas
sábado, 9 de septiembre de 2017
miércoles, 25 de diciembre de 2013
Tu pareja te impide... escribir
En realidad, todos los impedimentos están en la cabeza de uno... pero a veces te "apoyan" en impedirte.
Bendita sea la falta de interés. Cuando a tu pareja no le interesa lo que haces, nada te impide seguir haciéndolo (relativamente - si quieres tener una vida en común, habrá ocasiones en que haya que hacer de vísceras corazón, pero eso todavía entra dentro de lo aceptable).
Lo peor no es que a la persona que amas no le interese, que no busque, no indague, no te pregunte, no lea de su mano mayor nada de lo que escribes. ¿O quizá sí? Quizá ese sea un veneno más efectivo, de esos que te matan poco a poco y tú luego no sabes por qué dejaste de escribir...
A corto plazo, sin embargo, es más efectivo el que te acerques con toooda tu ilusión, porque sabes que has escrito algo bueno, o por lo menos algo que merece la pena ser leído, algo que nadie se arrepentirá de haberle dedicado cinco minutos... y a la primera palabra (¡a la primera!) te corte y te diga "No me gusta". ¿Perdón? Creo haberte entendido mal. No, me has entendido perfectamente, no quiero que me leas más.
Y flipas.
O esa otra ocasión en la que te dice, con estudiada y remarcada vocalización, lo suficientemente des·pa·cio para que sufras y lo sufic. v'loz para que no se note lo que lo disfruta, que e·so·es·u·na·cho·rra·da. Y tú vas sólo por el segundo párrafo del cuento.
Entiendo, es un peñazo oír a los escritores leer lo que han escrito. Pero no se trata del cuento en sí, sino de estudiar las ideas, de comunicarse, de que te apoyen en lo que te gusta igual que tú apoyas a tu media naranja en lo que le gusta a ella, siempre, en todo. Y tienes tantas cosas escritas que la otra parte no hace nada por leer...
Después de unas cuantas más, llega el día en que avisas, que no vas a hacerla partícipe ya de nada, y que luego no se mosquee si no le cuentas lo que haces. Te mira con cara de cordero degollado y que le interesa mucho, pero que está reventada, y que sejustificasejustificasejustifica.
Es demasiado tarde.
Pero algún día de resolterizarás y, tras un periodo de crisis, un día las letras empezarán a salir de tus manos sin que tú las busques. Tu cabeza se llenará de historias. Tus amigos (los de A mayúscula), tu familia, te recordarán y te harán sentir que les encanta lo que haces (siempre lo siguieron haciendo, pero ahora te das cuenta).
Y ¿quién se lo va a perder? Quizá nadie. Porque tanta justificación significa que no le interesaba. Y tú sólo tienes que olvidar el amor que sentiste (así de fácil, ja, ja), y que una nube de tu memoria... ¿de quién hablamos? ¿Qué estaba diciendo? Creo que necesito echarme una siestezuca...
Bendita sea la falta de interés. Cuando a tu pareja no le interesa lo que haces, nada te impide seguir haciéndolo (relativamente - si quieres tener una vida en común, habrá ocasiones en que haya que hacer de vísceras corazón, pero eso todavía entra dentro de lo aceptable).
Lo peor no es que a la persona que amas no le interese, que no busque, no indague, no te pregunte, no lea de su mano mayor nada de lo que escribes. ¿O quizá sí? Quizá ese sea un veneno más efectivo, de esos que te matan poco a poco y tú luego no sabes por qué dejaste de escribir...
A corto plazo, sin embargo, es más efectivo el que te acerques con toooda tu ilusión, porque sabes que has escrito algo bueno, o por lo menos algo que merece la pena ser leído, algo que nadie se arrepentirá de haberle dedicado cinco minutos... y a la primera palabra (¡a la primera!) te corte y te diga "No me gusta". ¿Perdón? Creo haberte entendido mal. No, me has entendido perfectamente, no quiero que me leas más.
Y flipas.
O esa otra ocasión en la que te dice, con estudiada y remarcada vocalización, lo suficientemente des·pa·cio para que sufras y lo sufic. v'loz para que no se note lo que lo disfruta, que e·so·es·u·na·cho·rra·da. Y tú vas sólo por el segundo párrafo del cuento.
Entiendo, es un peñazo oír a los escritores leer lo que han escrito. Pero no se trata del cuento en sí, sino de estudiar las ideas, de comunicarse, de que te apoyen en lo que te gusta igual que tú apoyas a tu media naranja en lo que le gusta a ella, siempre, en todo. Y tienes tantas cosas escritas que la otra parte no hace nada por leer...
Después de unas cuantas más, llega el día en que avisas, que no vas a hacerla partícipe ya de nada, y que luego no se mosquee si no le cuentas lo que haces. Te mira con cara de cordero degollado y que le interesa mucho, pero que está reventada, y que sejustificasejustificasejustifica.
Es demasiado tarde.
Pero algún día de resolterizarás y, tras un periodo de crisis, un día las letras empezarán a salir de tus manos sin que tú las busques. Tu cabeza se llenará de historias. Tus amigos (los de A mayúscula), tu familia, te recordarán y te harán sentir que les encanta lo que haces (siempre lo siguieron haciendo, pero ahora te das cuenta).
Y ¿quién se lo va a perder? Quizá nadie. Porque tanta justificación significa que no le interesaba. Y tú sólo tienes que olvidar el amor que sentiste (así de fácil, ja, ja), y que una nube de tu memoria... ¿de quién hablamos? ¿Qué estaba diciendo? Creo que necesito echarme una siestezuca...
Etiquetas:
barreras,
bloqueos,
creatividad,
desinterés,
escribir,
impedimentos,
mala idea,
negatividad,
obstáculos,
pareja,
psicología,
tu pareja te impide,
vampirismo
lunes, 23 de diciembre de 2013
Tu pareja te impide... ir a conciertos
Es que no aprendemos. Y claro, vas y le dices a tu media naranja que sin ella no te apetece ir a ese concierto (o esa fiesta, o función de teatro, o lo que sea). Como lo sabe, tiene un gran arma en su poder.
Tú aún no lo sabes, pero tu pareja lo va a utilizar para limitarte. Cuando vaya a tu ciudad 4Tet (como me pasó a mí) o cualquier otra cosa que te apasione especialmente y vayas y le digas que pagas tú, que eso no te lo pierdes, tu pareja sabrá que te lo vas a perder porque no piensa acompañarte y tú no iras sin tu amorcillo, porque eres así de idiota, y tu amorcillo es así de indeseable, y además porque te pone cara de cordero degollao y que lo siente mucho, pero que concretamente a ese grupo no lo soporta.
Negativa tras negativa, te acostumbras a quedarte en casa, porque cuando hay tiempo en común no hay nada a lo que ir, y cuando estás solo... no te apetece.
Te apuntas a unos estudios a distancia, para cuya consecución debes ir a conciertos. Entonces te dice que la pena que le da, no poder ir a conciertos, que lo que más le gustaría en el mundo es poder acompañarte. Tú aún no sabes que es un intento de chantaje emocional para que no vayas tampoco - pero aunque no lo sabes, no sucumbes, porque has pagado una matrícula muy cara y tienes que acabar los estudios aunque tu pareja se deprima (que no va a ser el caso).
Y luego rompéis y te enteras de que a los quince días ha ido al concierto de ese 4Tet que tanto odiaba. Porque no lo odiaba. Lo que sentía era pasión por fastidiarte. E igualmente, está yendo al teatro, y a musicales, y a toda la oferta cultural del país, porque ya no tiene que sacrificar sus gustos en aras de sacrificar los tuyos (manda webs), y lo que tiene que hacer ahora es pasarte por los morros su pasión por la cultura, a ver si así tienes miedo de que os encontréis y dejas de ir.
Esa encarnación de la indeseabilidad, esta vez, no se ha salido con la suya más que con 4Tet. Y como tampoco tengo tiempo de ir a verlos, pues ni me apena.
Tú aún no lo sabes, pero tu pareja lo va a utilizar para limitarte. Cuando vaya a tu ciudad 4Tet (como me pasó a mí) o cualquier otra cosa que te apasione especialmente y vayas y le digas que pagas tú, que eso no te lo pierdes, tu pareja sabrá que te lo vas a perder porque no piensa acompañarte y tú no iras sin tu amorcillo, porque eres así de idiota, y tu amorcillo es así de indeseable, y además porque te pone cara de cordero degollao y que lo siente mucho, pero que concretamente a ese grupo no lo soporta.
Negativa tras negativa, te acostumbras a quedarte en casa, porque cuando hay tiempo en común no hay nada a lo que ir, y cuando estás solo... no te apetece.
Te apuntas a unos estudios a distancia, para cuya consecución debes ir a conciertos. Entonces te dice que la pena que le da, no poder ir a conciertos, que lo que más le gustaría en el mundo es poder acompañarte. Tú aún no sabes que es un intento de chantaje emocional para que no vayas tampoco - pero aunque no lo sabes, no sucumbes, porque has pagado una matrícula muy cara y tienes que acabar los estudios aunque tu pareja se deprima (que no va a ser el caso).
Y luego rompéis y te enteras de que a los quince días ha ido al concierto de ese 4Tet que tanto odiaba. Porque no lo odiaba. Lo que sentía era pasión por fastidiarte. E igualmente, está yendo al teatro, y a musicales, y a toda la oferta cultural del país, porque ya no tiene que sacrificar sus gustos en aras de sacrificar los tuyos (manda webs), y lo que tiene que hacer ahora es pasarte por los morros su pasión por la cultura, a ver si así tienes miedo de que os encontréis y dejas de ir.
Esa encarnación de la indeseabilidad, esta vez, no se ha salido con la suya más que con 4Tet. Y como tampoco tengo tiempo de ir a verlos, pues ni me apena.
Etiquetas:
4Tet,
conciertos,
impedimentos,
indeseable,
mala idea,
malas influencias,
malas intenciones,
negatividad,
obstáculos,
pareja,
psicología,
soltero,
tu pareja te impide
Tu pareja te impide... nadar
Lo tenía hace años en mi lista de buenos propósitos. Fue el primer año que no cumplí mis buenos propósitos para el año nuevo. Claro que fue la primera vez que alguien me exigió que los cumpliera (porque, que yo sepa, fue la primera vez que alguien tuvo la falta de decoro de leerse mi lista de principio a fin y encima permitirse juzgarla). Así que no aprendí a nadar.
Ya, claro, ya oigo algunos: "¿De Santander y no sabes nadar? ¡Qué vergüenza!". Espero que no se le ocurra a nadie de España que no sepa lidiar un toro, bailar flamenco y tocar la guitarra, por mencionar algunos tópicos. Aunque si alguien es así de listo o así de tonto, supongo que no lo iba a captar.
Pues nuevamente son los comentarios paternalistas, y que hay que nadar cuando a tu pareja le sale de la axila y no cuando tú te sientes sirenito, y que qué mal nadas, y que yo nadaba profesionalmente, y que, sí, estoy tocándote el escroto en sentido figurado porque quiero que te sientas frustrado de no saber nadar.
Los obstáculos para hacer algo están siempre en nuestra mente, es cierto. Sí, si tenemos una voluntad de hierro, somos capaces de mover montañas. Pero cuando hemos entregado toda nuestra confianza a alguien que, con la mayor de las sutilezas, nos va minando gradualmente la confianza que teníamos en nosotros mismos, llega un momento en el que uno no encuentra su propia voluntad y no sabe dónde la tiene ni dónde empezar a buscar. Y cuando pide ayuda a aquella persona en quien más confía, esta harpía lo utilizará para hundirlo un poquito más, sin brusquedad, no sea que se dé cuenta de quién le está pisando la cabeza.
Y un día te resolterizas, y ¡aaaayyyyyyyyyyyyy! El placer de meterse al agua. Si está fría, porque refresca, si está caliente, porque te desentumece entero, si está templada porque te sientes flotando en el aire, el caso es que siempre está perfecta para un cole y unas brazadas, para probar todos los estilos, y descubres que tienes tiempo, ganas y capacidad para ir a menudo, para quedar con amigos en la pisci, para quedar con amigos tras la pisci, para hacer ejercicio antes y después, para nadar por la mañana, o al mediodía, o por la tarde, para hacerte socio de la municipal, de repente las señoras de la taquilla, que hasta ahora te miraban de un serio que daban miedo, te sonríen, se alegran de verte, y tienes un pique de cloro que no sabes cómo has podido vivir sin ello todos estos años.
Las parejas, a veces, te impiden mantenerte en forma. Y no sólo en cuanto a natación se refiere. Pero eso ya lo iremos viendo.
Ya, claro, ya oigo algunos: "¿De Santander y no sabes nadar? ¡Qué vergüenza!". Espero que no se le ocurra a nadie de España que no sepa lidiar un toro, bailar flamenco y tocar la guitarra, por mencionar algunos tópicos. Aunque si alguien es así de listo o así de tonto, supongo que no lo iba a captar.
Pues nuevamente son los comentarios paternalistas, y que hay que nadar cuando a tu pareja le sale de la axila y no cuando tú te sientes sirenito, y que qué mal nadas, y que yo nadaba profesionalmente, y que, sí, estoy tocándote el escroto en sentido figurado porque quiero que te sientas frustrado de no saber nadar.
Los obstáculos para hacer algo están siempre en nuestra mente, es cierto. Sí, si tenemos una voluntad de hierro, somos capaces de mover montañas. Pero cuando hemos entregado toda nuestra confianza a alguien que, con la mayor de las sutilezas, nos va minando gradualmente la confianza que teníamos en nosotros mismos, llega un momento en el que uno no encuentra su propia voluntad y no sabe dónde la tiene ni dónde empezar a buscar. Y cuando pide ayuda a aquella persona en quien más confía, esta harpía lo utilizará para hundirlo un poquito más, sin brusquedad, no sea que se dé cuenta de quién le está pisando la cabeza.
Y un día te resolterizas, y ¡aaaayyyyyyyyyyyyy! El placer de meterse al agua. Si está fría, porque refresca, si está caliente, porque te desentumece entero, si está templada porque te sientes flotando en el aire, el caso es que siempre está perfecta para un cole y unas brazadas, para probar todos los estilos, y descubres que tienes tiempo, ganas y capacidad para ir a menudo, para quedar con amigos en la pisci, para quedar con amigos tras la pisci, para hacer ejercicio antes y después, para nadar por la mañana, o al mediodía, o por la tarde, para hacerte socio de la municipal, de repente las señoras de la taquilla, que hasta ahora te miraban de un serio que daban miedo, te sonríen, se alegran de verte, y tienes un pique de cloro que no sabes cómo has podido vivir sin ello todos estos años.
Las parejas, a veces, te impiden mantenerte en forma. Y no sólo en cuanto a natación se refiere. Pero eso ya lo iremos viendo.
Etiquetas:
agua,
barreras,
capacidad,
críticas,
impedimentos,
natación,
obstáculos,
pareja,
paternalismo,
perfección,
piscina,
psicología,
soltero,
tu pareja te impide,
voluntad
Tu pareja te impide... cantar
Que si cantas mal, que si me duele la cabeza, que si hoy no me siento con ganas de cante, que si hoy no, cariño, que si :(, que si :'( o incluso peor D': o qué se yo... Por no hablar de comentarios sarcásticos, paternalistas, victimistas, o las bromas delante de los amigos, o "es que quiero ver las noticias, que son importantes" (las p*s noticias, ya volveré a arremeter contra ellas), o "estoy viendo una película" o "mañana, ¿vale?". Etcétera, etcétera, etecétera.
Y luego te quedas solo y no cantas porque no te apetece, porque a tu chica/o no le gusta que cantes y entonces no lo haces ni cuando puedes, no sea que entre por la puerta y se lleve un morrocotudo.
Más adelante llega el día en que cantas ya por fastidiar, por revancha, por "ahora me toca a mí", y descubres que las notas de música tienen un sabor amargo en la boca y un deje de desentone en el oído por la falta de costumbre y la falta de ganas.
Pero, ¡ayyyyyyyyyyy ese día que te resolterizas! ¡Qué placer encuentra uno en el canto! ¡Cuántos Bravos y cuántos Ninos y cuánto sol cuando amanece... yo soy líííííbre!
Como el mar. Eau d'eté.
Y lo disfruto más que un "plumeroparael...". Desafino, por la falta de costumbre. ME DA IGUAL. Canto por la mañana, por la tarde, por la noche, y aunque los vecinos no se han quejado, estoy seguro de que canto hasta en sueños. Y de repente mis sueños dejan de ser repetitivos, sueño con paisajes nuevos, con caras nuevas, con situaciones que no conocía (ni en sueños, fíjense qué cosas). Que llevaba lustros de sueños repetidos y San Seacabó de los Acaboses. Ahora sólo sueño con sitios que visito a las pocas semanas. Asusta un poco, pero...
... Contras, ya me perdí otra vez. Lo siento. El único consuelo que me queda es que esta entrada iba sobre el canto y aquí estoy, dando el cante con mis divagaciones. Feliz Navidad a todos los que se la merezcan. Al resto ya se lo desearé cuando me confirme, si llegare el día.
Y luego te quedas solo y no cantas porque no te apetece, porque a tu chica/o no le gusta que cantes y entonces no lo haces ni cuando puedes, no sea que entre por la puerta y se lleve un morrocotudo.
Más adelante llega el día en que cantas ya por fastidiar, por revancha, por "ahora me toca a mí", y descubres que las notas de música tienen un sabor amargo en la boca y un deje de desentone en el oído por la falta de costumbre y la falta de ganas.
Pero, ¡ayyyyyyyyyyy ese día que te resolterizas! ¡Qué placer encuentra uno en el canto! ¡Cuántos Bravos y cuántos Ninos y cuánto sol cuando amanece... yo soy líííííbre!
Como el mar. Eau d'eté.
Y lo disfruto más que un "plumeroparael...". Desafino, por la falta de costumbre. ME DA IGUAL. Canto por la mañana, por la tarde, por la noche, y aunque los vecinos no se han quejado, estoy seguro de que canto hasta en sueños. Y de repente mis sueños dejan de ser repetitivos, sueño con paisajes nuevos, con caras nuevas, con situaciones que no conocía (ni en sueños, fíjense qué cosas). Que llevaba lustros de sueños repetidos y San Seacabó de los Acaboses. Ahora sólo sueño con sitios que visito a las pocas semanas. Asusta un poco, pero...
... Contras, ya me perdí otra vez. Lo siento. El único consuelo que me queda es que esta entrada iba sobre el canto y aquí estoy, dando el cante con mis divagaciones. Feliz Navidad a todos los que se la merezcan. Al resto ya se lo desearé cuando me confirme, si llegare el día.
Etiquetas:
barreras,
cantar,
canto,
comentarios,
hogar,
impedimentos,
libertad,
música,
negativismo,
obstáculos,
pareja,
psicología,
soltero,
tu pareja te impide
lunes, 26 de agosto de 2013
Los gigantes de mi circo
Algunos de mis lectores recordarán, quizá, una entrada de bitácora que escribí el verano pasado, acerca de mis dificultades para poder comenzar mis estudios de música. Tal vez, incluso, recuerden otros comentarios posteriores sobre lo mismo.
Y lo peor no es que siga la tendencia, con cosas tan casualitosas como el que tenga que dejar de tocar el clarinete porque no encajan las piezas debido a la humedad santanderina (y en este momento, el clarinete está en reparación), el que se confundan en la escuela y me manden los materiales a España estando yo de vuelta en Bohemia (con el consiguiente retraso - y el tiempo de estudio, corriendo, claro) o que cuando por fin me llega el nuevo arco para el violín y abro el paquete, el arco está quebrado e inutilizable, y por el tipo de envío me dicen que no lo puedo reclamar. Fantástico. Estos dos últimos eventos, a fecha de hoy.
Lo peor no es tampoco el que estas levedades, pues no son más que eso, estén lloviendo sobre mojado, ni que empiece a cansarme el luchar contra la adversidad, contra cualquier adversidad relacionada con mi música.
Lo peor, de todo ello, tampoco es ver la chispa en los ojos de algunos que se llaman amigos y a quienes divierte que me frustre todo esto. El saber que los amigos de verdad están demasiado lejos. El saberme solo en el mundo de la música, porque una gran mayoría de músicos parece estar compuesta de seres endiosados que sólo quieren ser escuchados y no están dispuestos a dedicar ni un minuto de su tiempo a la música del prójimo, especialmente menos cuanto más cercano sea este prójimo. Sí, utilizo la tercera persona, no me incluyo en los músicos endiosados, porque he seguido dedicando mi tiempo a muchos de esos, que son amigos para hacerme el chantaje emocional que me lleve a sus conciertos de dos horas, pero no lo son cuando les pido una breve crítica constructiva o diez minutos de su atención.
Así que ya me habréis oído decir que un amigo músico es, con harta frecuencia, una contradicción. No siempre es así, claro; y las excepciones son tremendamente honrosas, especialmente por ser tan excepcionales. Entre las personas músicas a quienes considero amigas están Héctor, Bea, Itzíar y unos pocos más.
Pero ése no es el tema.
Por supuesto que luego tengo unos pocos muy, muy buenos amigos, muy cercanos, que sé que me quieren y me desean todo lo mejor y yo a ellos. Sabéis quiénes sois. Os he enviado por correo-e en algún momento mis composiciones del último año. Me habéis contestado. Las últimas seis palabras de esta bitácora son vuestras.
Pero ése tampoco es el tema.
El tema es que me estoy volviendo paranoico. Y eso es aún peor que la desilusión, que la desgana, que la falta de motivación, que la soledad. El ver enemigos que la razón te dice que no pueden estar ahí y que el corazón y el hemisferio derecho te dicen que al lorito, Jorgito, es algo que me está quemando antes de empezar a correr. Porque, claro, no hay nada de malo en que alguien te pregunte, tras cinco años de relación con alguien, "Y ¿qué tal con tu pareja?". Hasta ahí, perfecto. Incluso demuestra un interés sano. Supongo que cuando preguntan "¿Seguís juntos?" una y otra vez, tampoco habrá nada de malo, pero mi mente paranoica lo interpreta de tal modo que me dan ganas de responder "A ver, ñordo, ¿por qué no habríamos de seguir juntos? Que no nos conocimos la semana pasada". Así que luego te separas y a los de semejantes preguntas les mientes, porque no te apetece darles la alegría de tu fracaso.
Ya digo, paranoico total. En la música, en la escritura, en la vida personal.
Probablemente, si estás leyendo esto, pertenezcas a la categoría de amigos (músicos o no) o a la de desconocidos. Habrá amigos auténticos que no sepan que el texto existe, y esos no lo leerán por falta de oportunidad. Los falsos amigos no leerán esto por absoluta falta de interés. Como mucho, harán un escaneo del texto para encontrar motivos a una condescendencia absurda, cruel e injustificable. Si te lo has leído todo hasta aquí, probablemente nada de lo negativo se refiera a ti. Probablemente sea a ti a quien necesitaba contarle todo esto. Probablemente, recibiré noticias tuyas, de un modo u otro, si tienes tiempo, si tienes la oportunidad, si lo consideras necesario. Y si no, tendrás buenos motivos para ello. Lo sé.
Yo sé que existes, con varios nombres; y será por ti que siga luchando.
Y lo peor no es que siga la tendencia, con cosas tan casualitosas como el que tenga que dejar de tocar el clarinete porque no encajan las piezas debido a la humedad santanderina (y en este momento, el clarinete está en reparación), el que se confundan en la escuela y me manden los materiales a España estando yo de vuelta en Bohemia (con el consiguiente retraso - y el tiempo de estudio, corriendo, claro) o que cuando por fin me llega el nuevo arco para el violín y abro el paquete, el arco está quebrado e inutilizable, y por el tipo de envío me dicen que no lo puedo reclamar. Fantástico. Estos dos últimos eventos, a fecha de hoy.
Lo peor no es tampoco el que estas levedades, pues no son más que eso, estén lloviendo sobre mojado, ni que empiece a cansarme el luchar contra la adversidad, contra cualquier adversidad relacionada con mi música.
Lo peor, de todo ello, tampoco es ver la chispa en los ojos de algunos que se llaman amigos y a quienes divierte que me frustre todo esto. El saber que los amigos de verdad están demasiado lejos. El saberme solo en el mundo de la música, porque una gran mayoría de músicos parece estar compuesta de seres endiosados que sólo quieren ser escuchados y no están dispuestos a dedicar ni un minuto de su tiempo a la música del prójimo, especialmente menos cuanto más cercano sea este prójimo. Sí, utilizo la tercera persona, no me incluyo en los músicos endiosados, porque he seguido dedicando mi tiempo a muchos de esos, que son amigos para hacerme el chantaje emocional que me lleve a sus conciertos de dos horas, pero no lo son cuando les pido una breve crítica constructiva o diez minutos de su atención.
Así que ya me habréis oído decir que un amigo músico es, con harta frecuencia, una contradicción. No siempre es así, claro; y las excepciones son tremendamente honrosas, especialmente por ser tan excepcionales. Entre las personas músicas a quienes considero amigas están Héctor, Bea, Itzíar y unos pocos más.
Pero ése no es el tema.
Por supuesto que luego tengo unos pocos muy, muy buenos amigos, muy cercanos, que sé que me quieren y me desean todo lo mejor y yo a ellos. Sabéis quiénes sois. Os he enviado por correo-e en algún momento mis composiciones del último año. Me habéis contestado. Las últimas seis palabras de esta bitácora son vuestras.
Pero ése tampoco es el tema.
El tema es que me estoy volviendo paranoico. Y eso es aún peor que la desilusión, que la desgana, que la falta de motivación, que la soledad. El ver enemigos que la razón te dice que no pueden estar ahí y que el corazón y el hemisferio derecho te dicen que al lorito, Jorgito, es algo que me está quemando antes de empezar a correr. Porque, claro, no hay nada de malo en que alguien te pregunte, tras cinco años de relación con alguien, "Y ¿qué tal con tu pareja?". Hasta ahí, perfecto. Incluso demuestra un interés sano. Supongo que cuando preguntan "¿Seguís juntos?" una y otra vez, tampoco habrá nada de malo, pero mi mente paranoica lo interpreta de tal modo que me dan ganas de responder "A ver, ñordo, ¿por qué no habríamos de seguir juntos? Que no nos conocimos la semana pasada". Así que luego te separas y a los de semejantes preguntas les mientes, porque no te apetece darles la alegría de tu fracaso.
Ya digo, paranoico total. En la música, en la escritura, en la vida personal.
Probablemente, si estás leyendo esto, pertenezcas a la categoría de amigos (músicos o no) o a la de desconocidos. Habrá amigos auténticos que no sepan que el texto existe, y esos no lo leerán por falta de oportunidad. Los falsos amigos no leerán esto por absoluta falta de interés. Como mucho, harán un escaneo del texto para encontrar motivos a una condescendencia absurda, cruel e injustificable. Si te lo has leído todo hasta aquí, probablemente nada de lo negativo se refiera a ti. Probablemente sea a ti a quien necesitaba contarle todo esto. Probablemente, recibiré noticias tuyas, de un modo u otro, si tienes tiempo, si tienes la oportunidad, si lo consideras necesario. Y si no, tendrás buenos motivos para ello. Lo sé.
Yo sé que existes, con varios nombres; y será por ti que siga luchando.
Etiquetas:
amigos,
amistades,
ánimo,
buenos deseos,
cansancio,
chantaje emocional,
contradicciones,
envidia,
éxito,
falsos amigos,
fracaso,
música,
músicos,
obstáculos,
paranoia
sábado, 18 de agosto de 2012
¿Qué he hecho yo para merecer esto?
Tras unos cuantos años de lucha, consigo encontrar una escuela de composición que me va, que me gusta lo que ofrece, que es compatible con mi trabajo, que me puedo permitir. Quiero apuntarme. Entonces, me llegan unos apuros económicos inesperados, causados sólo en parte por un fallo de cálculo, en parte por unos pagos inesperados, en parte por un ataque de caridad en el peor momento, en parte por una bajada de sueldo, y en parte por dos tres atrasos en sendos otros tantos cobros.
Consigo apuntarme a la escuela, por fin, tras otras peripecias varias, entre otras, que mi banco no quería enviar la matrícula en un solo pago (pese a ser una tercera parte de otros pagos que sí me dejó realizar en su día). Y empieza la aventura.
La aventura de la composición iba a ser más accidentada de lo que yo pensaba. De hecho, lo sigue siendo. Hay que tener un programa (con lo que yo ya contaba) y acceso a Spotify (también contaba con ello). Sólo que en la Rep. Checa no hay acceso a Spotify. Bien, aprovecharé el verano para ello. Pues no: sice tenía acceso a Spotify (que por arte de birlibirloque sigue siendo accesible desde mi ordenador de vuelta a la Rep. Checa -!!!!- ), pero ni las fuerzas, ni las energías,... Fui haciendo pequeños progresos. Intenté comprarme el programa. Problema: la compañía no acepta que se haga el envío a un país diferente de aquél en el que está registrada la tarjeta de crédito. Vale. Intento comprarlo en una tienda física. En la tienda rehúsan darme precios por teléfono, que mande un correo electrónico. Aún estoy esperando la respuesta.
Me harto, compro el programa para que me lo envíen a mi casa, con fecha de entrega el 8 de agosto. Lo entregan el 6, yo en España, pero bueno, al final tuve el programa. Entretanto, había estado escribiendo la música con otros programas (uno diferente y una versión anterior del recién comprado), mientras intentaba contactar con el profesor, pero los emilios se me rebotaban, acusados de ser correo basura por un seleccionador automático.
¡No hay forma de instalar el programa! Resulta que hay que tener Windows Vista Platform Update, que me volví loco para saber lo que era, pero bien: DOS DÍAS actualizando el ordenador, y ni así. Ya me harto, pincho en el icono del punto-exe y me voy. Vuelvo a las tres horas. Sí, ahora me deja instalarlo. Instalado.
Instalado... y funciona. No me lo puedo creer. Ni debería creérmelo demasiado. Acabo el proyecto 3, y para el proyecto 4, simplemente, se niega a funcionar. Léase: se niega a funcionar como debería hacerlo. Los instrumentos que selecciono suenan diferente. Intento diferentes combinaciones, apagar, encender, me niego a pasarme una semana desinstalando y reinstalando, tiene que haber otra manera.
(Ni que decir tiene que después de pelearme unas cuantas horas con el chip, no tengo ni las fuerzas ni el humor para intentar escribir nada, y así van pasando los puñeteros días y mis ideas están sólo en el papel. Y todo esto, que debería hacerme reír, es tan sólo la punta del iceberg).
Intento contactar con la compañía. Aunque tengo derecho a 90 días de apoyo técnico, no tengo ningún código que me permita pasar del contestador automático a un ser de carne y hueso. No me lo han mandado. ¿O lo he perdido? "Introduzca su dirección de correo electrónico y se lo reenviamos". Introducida. "No existe ningún código asociado con esta dirección". ¿Por qué me sorprende? No hay forma de llamar ni de escribir. Tras horas (repito, horas) de navegación por la página web de la compañía, encuentro un lugar en el que puedo enviar una consulta. La envío. Me informan, automáticamente, de que en media hora me llegará un correo electrónico confirmando la recepción de mi consulta. Han pasado 50 medias horas y no he recibido tal confirmación. Y que en 1-2 días laborables, se pondrá en contacto conmigo un ser humano.
Soy impaciente por naturaleza. Tengo una versión antigua del programa, ¿no? Pues a por ella. Otro ordenador,otro SOdW otra versión de Windows (XP en vez de Vista), otra versión del programa, ganas renovadas y una determinación a no dejarme avasallar por las dificultades como pocas veces. Ponme un obstáculo delante y te enseñaré cómo salto.
Por primera vez en todos estos años que lo llevo utilizando, los instrumentos del programa en su versión antigua han empezado a hacer las mismas locuras que me hacen en la versión nueva. Creí que era una pesadilla. No lo era. Y ya no pude evitar llorar.
Si las dificultades nos hacen crecer, peazo de compositor que voy a ser. Y recuerdo: aquí sólo escribo una parte, la más anecdótica. Alguien que me quiere muy mal tiene que estar riéndose mucho en algún lugar de algún universo o alguna dimensión. Que le aproveche. Y que rece.
Consigo apuntarme a la escuela, por fin, tras otras peripecias varias, entre otras, que mi banco no quería enviar la matrícula en un solo pago (pese a ser una tercera parte de otros pagos que sí me dejó realizar en su día). Y empieza la aventura.
La aventura de la composición iba a ser más accidentada de lo que yo pensaba. De hecho, lo sigue siendo. Hay que tener un programa (con lo que yo ya contaba) y acceso a Spotify (también contaba con ello). Sólo que en la Rep. Checa no hay acceso a Spotify. Bien, aprovecharé el verano para ello. Pues no: sice tenía acceso a Spotify (que por arte de birlibirloque sigue siendo accesible desde mi ordenador de vuelta a la Rep. Checa -!!!!- ), pero ni las fuerzas, ni las energías,... Fui haciendo pequeños progresos. Intenté comprarme el programa. Problema: la compañía no acepta que se haga el envío a un país diferente de aquél en el que está registrada la tarjeta de crédito. Vale. Intento comprarlo en una tienda física. En la tienda rehúsan darme precios por teléfono, que mande un correo electrónico. Aún estoy esperando la respuesta.
Me harto, compro el programa para que me lo envíen a mi casa, con fecha de entrega el 8 de agosto. Lo entregan el 6, yo en España, pero bueno, al final tuve el programa. Entretanto, había estado escribiendo la música con otros programas (uno diferente y una versión anterior del recién comprado), mientras intentaba contactar con el profesor, pero los emilios se me rebotaban, acusados de ser correo basura por un seleccionador automático.
¡No hay forma de instalar el programa! Resulta que hay que tener Windows Vista Platform Update, que me volví loco para saber lo que era, pero bien: DOS DÍAS actualizando el ordenador, y ni así. Ya me harto, pincho en el icono del punto-exe y me voy. Vuelvo a las tres horas. Sí, ahora me deja instalarlo. Instalado.
Instalado... y funciona. No me lo puedo creer. Ni debería creérmelo demasiado. Acabo el proyecto 3, y para el proyecto 4, simplemente, se niega a funcionar. Léase: se niega a funcionar como debería hacerlo. Los instrumentos que selecciono suenan diferente. Intento diferentes combinaciones, apagar, encender, me niego a pasarme una semana desinstalando y reinstalando, tiene que haber otra manera.
(Ni que decir tiene que después de pelearme unas cuantas horas con el chip, no tengo ni las fuerzas ni el humor para intentar escribir nada, y así van pasando los puñeteros días y mis ideas están sólo en el papel. Y todo esto, que debería hacerme reír, es tan sólo la punta del iceberg).
Intento contactar con la compañía. Aunque tengo derecho a 90 días de apoyo técnico, no tengo ningún código que me permita pasar del contestador automático a un ser de carne y hueso. No me lo han mandado. ¿O lo he perdido? "Introduzca su dirección de correo electrónico y se lo reenviamos". Introducida. "No existe ningún código asociado con esta dirección". ¿Por qué me sorprende? No hay forma de llamar ni de escribir. Tras horas (repito, horas) de navegación por la página web de la compañía, encuentro un lugar en el que puedo enviar una consulta. La envío. Me informan, automáticamente, de que en media hora me llegará un correo electrónico confirmando la recepción de mi consulta. Han pasado 50 medias horas y no he recibido tal confirmación. Y que en 1-2 días laborables, se pondrá en contacto conmigo un ser humano.
Soy impaciente por naturaleza. Tengo una versión antigua del programa, ¿no? Pues a por ella. Otro ordenador,
Por primera vez en todos estos años que lo llevo utilizando, los instrumentos del programa en su versión antigua han empezado a hacer las mismas locuras que me hacen en la versión nueva. Creí que era una pesadilla. No lo era. Y ya no pude evitar llorar.
Si las dificultades nos hacen crecer, peazo de compositor que voy a ser. Y recuerdo: aquí sólo escribo una parte, la más anecdótica. Alguien que me quiere muy mal tiene que estar riéndose mucho en algún lugar de algún universo o alguna dimensión. Que le aproveche. Y que rece.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)