Pues sí, estoy estudiando. Ya estoy acostumbrado a que gente que presume de ser amiga mía, incluso muy buena amiga mía, no muestre el menor signo de alegría cuando se enteran de que, por fin, estoy estudiando una de las dos cosas que quería hacer. Entiendo que ver a alguien que va tras sus sueños puede ser muy puñetero, porque te recuerda que tú no vas tras los tuyos. En realidad, ése es sólo un motivo de los cientos, si no miles, que hay para no alegrarse de que a otro le vaya bien (siendo ese otro alguien por quien se dice que se siente afecto sincero, puro, auténtico y demás blablás). Las envidias (buena y mala) son sólo otros dos motivos.
Como digo, esa costumbre hace que no suela hablar de ello. Para qué. Es mi vida, y lo mismo que no le contamos a nadie nada del polvo tan fabuloso que echamos la noche anterior, hay cosas que es mejor guardarse para uno mismo. Así que luego me pasa que son unos conocidos los que les dicen a otros los cambios que hay en mi vida, y esos otros se sorprenden y preguntan y a mí no me sorprende que enterarse les alegre menos que una pausa publicitaria en el clímax de una buena peli.
Empiezan las preguntas o ničem, inútiles, vacías. La gente se cree super-original cuando te repiten las mismas preguntas que ya has contestado a todos los curiosos anteriores (porque lo que sienten no es interés por ti, sino curiosidad que dista mucho de ser la de un amigo). Entre todos los puntos de la entrevista, hay uno que, de por sí, no esconde malicia alguna, sólo ignorancia, y que parece ser la favorita de los pragmáticos, a saber:
- Y cuando acabes, ¿qué es lo que vas a conseguir?
Sí, es una pregunta que también hago a veces; es una pregunta que te hace también gente que te quiere bien, gente con interés por ti. Pero el lenguaje no es inocente. Las personas, a veces, sí son inocentes y no se dan cuenta. Cuando respondo, se distingue al inocente cariñoso del gilipollas por su reacción.
- Ya lo estoy consiguiendo. Ya he conseguido mucho. No hago esto por un título.
El inocente, el que me quiere bien de verdad, sin paripés, sonríe, se interesa, a veces incluso me pide que le muestre algo de lo que voy haciendo. El "otro" pone cara de fastidio y cambia de tema sin dejarme terminar la frase.
Y sí, yo entiendo que cada uno tiene sus historias personales, sus problemas, sus complejos, sus necesidades y sus etcéteras. Lo entiendo y lo comprendo, porque estoy seguro de que todos nosotros nos encontramos, en un momento u otro, del lado de los cariñosos o del de los pragmáticos, dependiendo del pie con el que nos hayamos levantado, de la persona que nos hable y del asunto de que se trate. Esto no es una crítica a un comentario puntual, ni a una forma de hablar. Ni es una crítica a ese pragmatismo equivocado en el que, de seguro, todos caemos, como digo. Ni siquiera intenta ser esto una crítica, aunque suene como tal. Y si crítica, que figure sólo para llegar al meollo dando un rodeo, en una adaptación personal mía de los rodeos de Ortega y Gasset.
Esto que estoy escribiendo es mi forma particular de informar.
Llevo ya unos cuantos meses de reciclado personal, de redescubrimiento, de introspección. Pongo nombre concreto a las "cosas" que me hacen sentir bien, que prolongan mi vida, que me ponen una sonrisa que no se me quita ni cuando se me cae la tortilla al darle la vuelta. No sé si será posible tener demasiadas de esas "cosas" que te hacen sentir bien. Sé que aún no tengo suficientes. Sé que aún tengo demasiada rémora a mi alrededor, demasiada gente poniendo peros aun a mi forma de respirar.
Yo sueño por soñar, disfruto soñando. No necesito un porqué ni un para qué. No necesito descubrir los mecanismos de la magia, porque entonces ya no es magia. No necesito destripar a la gallina de los huevos de oro para saber que no habrá más huevos si lo hago.
Hay huevos. Y los seguirá habiendo.
Entiéndase lo que sigue como impregnado de abundante reciprocidad.
A mi alrededor, hoy por hoy, sólo hago sitio a gente que me ayude a progresar. Que me apoye. Que se alegre por mí y sepa demostrarlo. Gente que me sirva de modelo, de ejemplo. Gente que piense en el futuro, que haga planes, que piense en términos de proyectos, que dé pasos en el camino del crecimiento personal. Gente con ganas auténticas de ser feliz, y de ver felices al resto. Gente que sepa que el sueño no se consigue durmiendo, sino viviéndolo en vigilia. Que el sueño ya ha empezado, y es su opción transformarlo en pesadilla o en ligerilla. Que el viaje a la felicidad no lleva a la felicidad, sino a la insatisfacción y el descontento; mientras que el viaje por la felicidad es una meta satisfactoria en sí.
Si todo, todito lo que digo en el párrafo anterior te suena a chino, probablemente hoy no pintes nada en mi vida. Ni yo en la tuya.
Como canta Rosana, "no sé mañana, sé de hoy". Y hoy es el futuro.
Mostrando entradas con la etiqueta vampirismo. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta vampirismo. Mostrar todas las entradas
martes, 28 de octubre de 2014
Pragmatismo frente a sueños
Etiquetas:
adversación,
amistad,
crecimiento,
crítica,
desarrollo personal,
estudios,
felicidad,
ilusión,
magia,
pragmatismo,
proyectos,
psicología,
reciprocidad,
sueños,
vampirismo,
vampiros
martes, 8 de abril de 2014
El cuento de los negativos
Supongo que nos sucede a todos cada día. Y si no, sacadme de mi error, a ver si, al menos, me siento importante. Nos encontramos con alguien que menciona un problema que tiene, y nosotros, llevados de nuestra vena humanitaria, intentamos ayudar al prójimo y ofrecemos una solución. A veces, porque nos ha pedido ayuda. A veces, porque somos así de buenazos. A veces, porque encontrar la solución a un problema es un reto irresistible. Por el motivo que sea, ofrecemos esa solución.
Quino, el dibujante de cómics (o historietas), ese artista genial, a menudo tan sabio y siempre tan astuto y sagaz, nos mostraba en cierta ocasión a la madre de Mafalda en la situación siguiente:
Evidentemente, cuando nosotros encontramos una solución a un problema y somos más rápidos que el resto, a ese resto (o residuo y demás sinónimos, b..., e...) le duele. Y tiene que demostrar que es mejor que el sugerente riéndose o descalificando la solución dada. Inmediatamente, el resto (decía) del resto, léase, los que todavía no habían hablado, se sumarán a la contestación, a la negación de la solución, amparados en el guano del grupo contra el individuo. No nos engañemos: probablemente, nosotros hagamos lo mismo a otros cuando estamos en el bando equivocado. Son muy, muy pocas las personas con tal grado de consciencia y de desarrollo moral que no se apuntarían a ese carro ganador tirado por tanto buey. Nuevamente, me viene a la mente uno de los cuentos que menos me gustan y que más me recuerda la vida a diario, a sice, El traje nuevo del emperador. El final feliz del cuento es que, a diferencia de lo que sucede en la vida real, hacen caso a un infeliz.
[El niño es el único que se atreve a decir que el emperador va desnudo, y sólo en ese momento se atreven el resto a admitirlo]
Ya mencionaba en otra ocasión que mis ganas de ayudar, como mi curiosidad, tienen un límite. Cuando me piden una solución y doy cuatro, o cinco, y ninguna vale, puede que se me ocurran más, puede que no, pero simplemente, desconecto de la cuestión y que se busque la solución aquél a quien pertenece el problema. La gente negativa, ésa que encuentra un problema para cada solución, son vampiros psicológicos, y probablemente chupones que luego utilizarán tooodas tus soluciones sin darte ningún crédito por siquiera una.
Y sin que se excluya lo dicho en el párrafo anterior, también puede ser, como guindón del pastelón de esta me-rienda, que el enunciante del problema quiera sentirse miserable. Y ahí estamos nosotros, agúandole la fiesta. Pobre. Tan feliz con su problema, y nosotros queremos solucionarlo. Eso no se hace. Reconozcamos que no nos han educado bien.
Hasta ahí, la crítica. Y ahora va el aviso, en forma de otro cuento recurrente, esta vez sí que de mis preferidos, que es Pedro y el lobo. Como mis ganas de ayudar y mi curiosidad, también tienen un límite mi paciencia y mi buena fe. Llega un punto en el que ya no me creo que la persona necesite mi ayuda: lo que necesita es crecerse rebajando al primer pimpollo que intente ayudarla. Y quizá no, pero nedej Bože, (= no lo quiera Dios) puede suceder que esa gente, un día, necesite ayuda de verdad. Ese día, no tendrá a nadie que ayude, porque los más capaces y más dispuestos estarán ya quemados de tanta historieta y tanto cuento. Léase: del título.
Quino, el dibujante de cómics (o historietas), ese artista genial, a menudo tan sabio y siempre tan astuto y sagaz, nos mostraba en cierta ocasión a la madre de Mafalda en la situación siguiente:
Evidentemente, cuando nosotros encontramos una solución a un problema y somos más rápidos que el resto, a ese resto (o residuo y demás sinónimos, b..., e...) le duele. Y tiene que demostrar que es mejor que el sugerente riéndose o descalificando la solución dada. Inmediatamente, el resto (decía) del resto, léase, los que todavía no habían hablado, se sumarán a la contestación, a la negación de la solución, amparados en el guano del grupo contra el individuo. No nos engañemos: probablemente, nosotros hagamos lo mismo a otros cuando estamos en el bando equivocado. Son muy, muy pocas las personas con tal grado de consciencia y de desarrollo moral que no se apuntarían a ese carro ganador tirado por tanto buey. Nuevamente, me viene a la mente uno de los cuentos que menos me gustan y que más me recuerda la vida a diario, a sice, El traje nuevo del emperador. El final feliz del cuento es que, a diferencia de lo que sucede en la vida real, hacen caso a un infeliz.
[El niño es el único que se atreve a decir que el emperador va desnudo, y sólo en ese momento se atreven el resto a admitirlo]
Ya mencionaba en otra ocasión que mis ganas de ayudar, como mi curiosidad, tienen un límite. Cuando me piden una solución y doy cuatro, o cinco, y ninguna vale, puede que se me ocurran más, puede que no, pero simplemente, desconecto de la cuestión y que se busque la solución aquél a quien pertenece el problema. La gente negativa, ésa que encuentra un problema para cada solución, son vampiros psicológicos, y probablemente chupones que luego utilizarán tooodas tus soluciones sin darte ningún crédito por siquiera una.
Y sin que se excluya lo dicho en el párrafo anterior, también puede ser, como guindón del pastelón de esta me-rienda, que el enunciante del problema quiera sentirse miserable. Y ahí estamos nosotros, agúandole la fiesta. Pobre. Tan feliz con su problema, y nosotros queremos solucionarlo. Eso no se hace. Reconozcamos que no nos han educado bien.
Hasta ahí, la crítica. Y ahora va el aviso, en forma de otro cuento recurrente, esta vez sí que de mis preferidos, que es Pedro y el lobo. Como mis ganas de ayudar y mi curiosidad, también tienen un límite mi paciencia y mi buena fe. Llega un punto en el que ya no me creo que la persona necesite mi ayuda: lo que necesita es crecerse rebajando al primer pimpollo que intente ayudarla. Y quizá no, pero nedej Bože, (= no lo quiera Dios) puede suceder que esa gente, un día, necesite ayuda de verdad. Ese día, no tendrá a nadie que ayude, porque los más capaces y más dispuestos estarán ya quemados de tanta historieta y tanto cuento. Léase: del título.
Etiquetas:
ayuda,
cuentos,
grupo,
injusticias,
matonismo,
moraleja,
negatividad,
negativismo,
oposición,
problema,
psicología,
sistemático,
soluciones,
vampirismo,
vampiros
miércoles, 25 de diciembre de 2013
Tu pareja te impide... escribir
En realidad, todos los impedimentos están en la cabeza de uno... pero a veces te "apoyan" en impedirte.
Bendita sea la falta de interés. Cuando a tu pareja no le interesa lo que haces, nada te impide seguir haciéndolo (relativamente - si quieres tener una vida en común, habrá ocasiones en que haya que hacer de vísceras corazón, pero eso todavía entra dentro de lo aceptable).
Lo peor no es que a la persona que amas no le interese, que no busque, no indague, no te pregunte, no lea de su mano mayor nada de lo que escribes. ¿O quizá sí? Quizá ese sea un veneno más efectivo, de esos que te matan poco a poco y tú luego no sabes por qué dejaste de escribir...
A corto plazo, sin embargo, es más efectivo el que te acerques con toooda tu ilusión, porque sabes que has escrito algo bueno, o por lo menos algo que merece la pena ser leído, algo que nadie se arrepentirá de haberle dedicado cinco minutos... y a la primera palabra (¡a la primera!) te corte y te diga "No me gusta". ¿Perdón? Creo haberte entendido mal. No, me has entendido perfectamente, no quiero que me leas más.
Y flipas.
O esa otra ocasión en la que te dice, con estudiada y remarcada vocalización, lo suficientemente des·pa·cio para que sufras y lo sufic. v'loz para que no se note lo que lo disfruta, que e·so·es·u·na·cho·rra·da. Y tú vas sólo por el segundo párrafo del cuento.
Entiendo, es un peñazo oír a los escritores leer lo que han escrito. Pero no se trata del cuento en sí, sino de estudiar las ideas, de comunicarse, de que te apoyen en lo que te gusta igual que tú apoyas a tu media naranja en lo que le gusta a ella, siempre, en todo. Y tienes tantas cosas escritas que la otra parte no hace nada por leer...
Después de unas cuantas más, llega el día en que avisas, que no vas a hacerla partícipe ya de nada, y que luego no se mosquee si no le cuentas lo que haces. Te mira con cara de cordero degollado y que le interesa mucho, pero que está reventada, y que sejustificasejustificasejustifica.
Es demasiado tarde.
Pero algún día de resolterizarás y, tras un periodo de crisis, un día las letras empezarán a salir de tus manos sin que tú las busques. Tu cabeza se llenará de historias. Tus amigos (los de A mayúscula), tu familia, te recordarán y te harán sentir que les encanta lo que haces (siempre lo siguieron haciendo, pero ahora te das cuenta).
Y ¿quién se lo va a perder? Quizá nadie. Porque tanta justificación significa que no le interesaba. Y tú sólo tienes que olvidar el amor que sentiste (así de fácil, ja, ja), y que una nube de tu memoria... ¿de quién hablamos? ¿Qué estaba diciendo? Creo que necesito echarme una siestezuca...
Bendita sea la falta de interés. Cuando a tu pareja no le interesa lo que haces, nada te impide seguir haciéndolo (relativamente - si quieres tener una vida en común, habrá ocasiones en que haya que hacer de vísceras corazón, pero eso todavía entra dentro de lo aceptable).
Lo peor no es que a la persona que amas no le interese, que no busque, no indague, no te pregunte, no lea de su mano mayor nada de lo que escribes. ¿O quizá sí? Quizá ese sea un veneno más efectivo, de esos que te matan poco a poco y tú luego no sabes por qué dejaste de escribir...
A corto plazo, sin embargo, es más efectivo el que te acerques con toooda tu ilusión, porque sabes que has escrito algo bueno, o por lo menos algo que merece la pena ser leído, algo que nadie se arrepentirá de haberle dedicado cinco minutos... y a la primera palabra (¡a la primera!) te corte y te diga "No me gusta". ¿Perdón? Creo haberte entendido mal. No, me has entendido perfectamente, no quiero que me leas más.
Y flipas.
O esa otra ocasión en la que te dice, con estudiada y remarcada vocalización, lo suficientemente des·pa·cio para que sufras y lo sufic. v'loz para que no se note lo que lo disfruta, que e·so·es·u·na·cho·rra·da. Y tú vas sólo por el segundo párrafo del cuento.
Entiendo, es un peñazo oír a los escritores leer lo que han escrito. Pero no se trata del cuento en sí, sino de estudiar las ideas, de comunicarse, de que te apoyen en lo que te gusta igual que tú apoyas a tu media naranja en lo que le gusta a ella, siempre, en todo. Y tienes tantas cosas escritas que la otra parte no hace nada por leer...
Después de unas cuantas más, llega el día en que avisas, que no vas a hacerla partícipe ya de nada, y que luego no se mosquee si no le cuentas lo que haces. Te mira con cara de cordero degollado y que le interesa mucho, pero que está reventada, y que sejustificasejustificasejustifica.
Es demasiado tarde.
Pero algún día de resolterizarás y, tras un periodo de crisis, un día las letras empezarán a salir de tus manos sin que tú las busques. Tu cabeza se llenará de historias. Tus amigos (los de A mayúscula), tu familia, te recordarán y te harán sentir que les encanta lo que haces (siempre lo siguieron haciendo, pero ahora te das cuenta).
Y ¿quién se lo va a perder? Quizá nadie. Porque tanta justificación significa que no le interesaba. Y tú sólo tienes que olvidar el amor que sentiste (así de fácil, ja, ja), y que una nube de tu memoria... ¿de quién hablamos? ¿Qué estaba diciendo? Creo que necesito echarme una siestezuca...
Etiquetas:
barreras,
bloqueos,
creatividad,
desinterés,
escribir,
impedimentos,
mala idea,
negatividad,
obstáculos,
pareja,
psicología,
tu pareja te impide,
vampirismo
Suscribirse a:
Entradas (Atom)