martes, 22 de noviembre de 2022

Fútbol y porno

Si me preguntaran que qué me parece peor, diría que ver porno a ver fútbol. La industria del porno medra en la esclavitud, en la explotación de “minorías” o grupos tratados como tales. Los derechos humanos no se protegen, más bien se violan con harta frecuencia. Se obliga a personas (por necesidad económica, con amenazas, con engaños) a hacer algo que su moral, en otras circunstancias, no le permitiría ni plantearse. Claro, también hay aficionados que graban sus vídeos con afán exhibicionista, pero eso no es la industria del porno. No hay color.

Recuerdo cuando hice la mili. Uno de nuestro reemplazo se pasaba el día viendo películas porno en la sala de la tele. Había allí gente de muy diversos entornos, gente con estudios y sin ellos, gente de ciudad y de campo, gente religiosa y gente atea, gente más intelectual y gente más práctica, etc. Algunos mostraron curiosidad por esas películas, otros no, pero en breve nadie más que aquel tipo estaba en el cuarto de la tele, y el resto rehuíamos el cuarto. Teníamos menos de 20 años, o sea, que no estábamos de vuelta de todo: aquello no era una afición ni algo de lo que jactarse. De hecho, aunque conozco a gente que no tiene problemas en decir que ven porno, lo más frecuente es no hablar del tema—y, sobre todo, es sumamente raro encontrarse con alguien que presuma de verlo (no digamos ya de verlo regularmente). Hay gente que dice que lo ve, gente que dice que no lo ve, gente que no habla del tema, gente que agacha la cabeza, gente que lo dice sin un pestañeo, pero ¿que presuman? Los habrá y muchos. Yo me he encontrado poquitos. “¿Qué aficiones tienes?” “Yo, ver porno, ¿y tú?”. “Ah, ejem. Bueno, yo pasear y coleccionar sellos”.

Y es que, por tabú o porque, en el fondo, pensamos que ver porno no es una actividad deseable o recomendable, aunque sólo sea porque, oye, la realidad mola más.

Pero volvamos al fútbol.

La realidad mola más. Mira, no me gusta el fútbol, pero quedar con los amigos para ver un partido puede tener su aquél. O cuando era joven, quedar para ver a mis amigos jugando, o dar alguna pataduca. Haces deporte, fortaleces lazos de amistad, desarrollas habilidades, tomas el aire, te enfadas y se te pasa, te ríes, reúnes experiencias, aprendes a trabajar en equipo, mejoras tu capacidad de sacrificio, elevas el umbral del dolor... Que no me guste el fútbol no significa que no le reconozca un montón de virtudes. “¿Qué aficiones tienes?” “Yo, jugar al fútbol, ¿te animas?”. Mira, prefiero una invitación a jugar (aunque no la acepte) que una a ver una peli porno. Prefiero ver un partido, ya ves: aunque el partido me deje frío, estar con amigos sí me gusta. Además, un gol del equipo que se favorezca es una alegría compartida, y nunca hay suficientes de ésas. Que vamos, prefiero otras alegrías, pero oye... a falta de pan, un partido.

Pero hay partidos y partidos. Y hay ocasiones en las que el fútbol es como el porno.

Criticaba del porno que medra en la esclavitud, en violaciones de derechos humanos y que obliga a las personas a actuar en contra de sus convicciones morales. Si lo que denuncian las organizaciones humanitarias en Qatar son hechos reales, entonces el mundial del fútbol de Qatar comparte aspectos denostables del porno. “¡Uy, Jorge, por favor, no compares!”. Tarde. Ya he comparado y lo voy a seguir haciendo. Pero igual me quieren interrumpir con otro absurdo: “Haz el favor y no mezcles el fútbol con la política”. No, yo no lo mezclo. Lo han mezclado en Qatar. El porno es algo de lo que, probablemente, sigamos avergonzándonos se presente como se presente. Sin embargo, el gobierno qatarí está aprovechando el fútbol para validar un mensaje político de represión de la mujer, de violaciones de derechos humanos, de limitación de la libertad de expresión, de explotación de esclavos. Si un futbolista quiere ir de la mano de una pareja masculina, o si un cis heteronormativo quiere llevar una pulsera con la bandera arcoíris, no pueden porque les pueden descalificar: su necesidad económica les puede forzar a tomar decisiones que, en otro contexto, les parecerían moralmente inadecuadas. Pero hay que comer y hay que alimentar a la familia. O hay que volver sano y salvo al propio país. Entre tanto, hay que dar un espectáculo y morderse la lengua, porque la FIFA y Qatar son quienes pinchan y cortan, con el beneplácito de millones de aficionados que prefieren no pensar.

No, no estoy defendiendo el porno. Muestra unas relaciones ficticias. Crea inseguridades. Es muy dañino para el individuo. Es malo para la sociedad. ¿Y el mundial de Qatar? Está consiguiendo (ya ha conseguido) algo que el porno no conseguiría, y es que gente que sabe del abuso que se produce, en masa, confronten a amigos, conocidos, familiares y al mundo entero, negándoles el derecho a criticar lo que a ellos les produce diversión. Repito: no es un individuo quien lo dice, sino grupos enteros. Como divierte a muchos y viene avalado por una institución tan importante como la FIFA, hay que ignorar los abusos. Los estudiantes no prestan atención en clase porque están mirando resultados en el móvil y los profesores lo disculpan porque “es el mundial”. Misco. Este mundial es una lavada de cara política y pretender que no mezclemos el fútbol con la política es una movida de portería en un juego en el que el fútbol y la política ya venían mezclados desde antes del primer toque de silbato.

Si una persona joven me preguntara que qué es peor, si ver porno o ver fútbol, yo preguntaría a mi vez que qué clase de pregunta es ésa, y que no hay duda, el porno es malo, el fútbol no. Pero si tengo que decidir entre recomendarles el mundial de Qatar o el porno, francamente, que se vayan a pasear.

sábado, 12 de marzo de 2022

Co může z války vyhrát?

Ne, nevěřím tomu, že je vážně nemocen nebo že jej cvaklo. Ano, je paranoidní, jako snad každý člověk, který je v pozici přehnané moci příliš dlouho. A co může vidět takový paranoidní člověk ohrožujícího kolem sebe? Co může vidět člověk, který není spokojený s úrovní moci, kterou současně má?

(než budu pokračovat: nesouhlasím s invazí Ukrajiny, bez „ale“)

A tak velice stručně a podle mých současných informaci...:

Ukrajina

Je to jedno, jestli ji vidí jako šanci zvýšit svoje postavení či rozšířit svou oblast působení, nebo jestli chce to použít pro svou propagandu, že on sjednoti „Rusy“ nebo že Rusko zvětší nebo že Rusku vrátí dávnou slávu... Na Ukrajině je hodně příležitostí a je plno lidí, kteří s jeho postojem nesouhlasí. Ti lidé jsou pro Putina problémem.

Kavkazské Rusko

Porodnost je tam snad nejvyšší v celém Rusku. Nejsou tam Pravoslavní nýbrž Muslimové. Jsou tam důležití pánové války, jejichž moc neustále roste. To může destabilizovat současný stav „moci“ v Rusku, kde vládne V. Putin. Ti mladí muži by mohli být jednou problém.

Válka je řešením

Když na Ukrajině je plno lidí, kteří s Putinovým postojem nesouhlasí, a na Kavkazu je plno mladých mužů, kteří jsou dnes zasaditelní do boje, kteří ale zanedlouho by mohli být problémem... poslat ty druhé proti ty první a nechat, aby se navzájem zníčili, může být strategický tah psychopata, jehož mozek ovládá omámení moci.

Co sankce?

Bohužel, ty dopadnou i na obyčejné občany. Ti, co nám říkají, že doufají, že Rusové budou mít plné zuby a svrhnou svého prezidenta, buď jsou naivní nebo nám něco tají a nebo nevidí, že západní propaganda tam nemá šanci: Rusové jsou vystavení propagandě z Kremlu, a ne té naší. Zhoršení životní úrovně tamnějších obyčejných lidí s vymytým mozkem má hodně výhod, ale jen pro Kreml a ne pro Západ.

Má tedy vyhráno? 

No... tak to vypadá v několika směrech. Jemu to může být ukradené, co si o něm myslíme v EU: v Rusku to může mít lepší než kdy předtím. Zdroj destabilizace ve vlastní zemi bude omezený. Zdroj paranoidního strachu v sousedním státu taky dostane ránu. A jeho politické postavení ve vlastní země může být posílené navzdory bídy a zhoršení životních podmínek. Ovšem se mu to stále může vymknout kontrole (a to všechny doufáme, že ano?)

Jiné myšlenky 

Ne, to nevidím jako invaze Československa nacistickými vojsky v roce 1938. Pokud je nějaká podobnost, tak to vidím spíš v obsazení Krymu, nebo na Kavkazu, nebo v Sýrii. Podobu vidím spíš s napadením Polska nacisty v r. 1939.

Kamarád (jeden z nejlepších) mi otevřel oči, když nadával na lidi, kteří si dávají ukrajinskou vlajku do profilů—ne proto, že bych s nim souhlasil, ale spíš proto, že jsem přemýšlel o tom, jak bych se já cítil, kdybych byl v situaci, kde bych měl okolní svět proti sobě. A že takových situací zažije snad každý několik během svého života (aspoň já ano). V jakémkoliv takovém případě, vždy jsem uvítal každou podporu, která mi pomohla se utvrdit v tom, že nejsem blázen, že není správně, když někdo se mnou zachází jako s odpadem jenom proto, že mám jiný názor, jinou barvu pleti, jiný smysl pro humor, jiný přízvuk, jiné dovednosti. Jeden jediný člověk, který nás podporuje, nám může pomoci to nevzdát. Věřím tomu, že má smysl si dávat ukrajinskou vlajku na podporu těch, kteří bojují za svobodu nás všech podobně, jako tenkrát bojovalo 300 Spartanů proti 100 000 Peršanům, aby zachránili Řeckou civilizaci. Se svým kamarádem pro jednou nebudu souhlasit a budu ho mít ještě raději, protože a) takhle se to má dělat s lidmi, co mají jiné názory a vedou nás k zamyšlení a b) je to skvělý člověk.

Toť pro zatím vše.

sábado, 13 de noviembre de 2021

Los otros son idiotas

Me decía un compañero de trabajo un día no muy lejano que su hija no parecía estar bien de la cabeza porque se quería viajar a todas las Islas Canarias (entiéndase, las 7 mayores). Yo le dije que no veía ninguna diferencia con la forma en la que viajaba él, y que, comparado conmigo, también él viaja mucho. No lo criticaba, no lo juzgaba, sólo intentaba hacerle ver que son sólo formas de ver las cosas. Su respuesta fue que yo me iba al otro extremo (porque no viajo tanto como él).

No era la primera vez que mencionaba que yo me voy al otro extremo, y tampoco iba a ser la última. Relacionado con los viajes, yo sólo digo que no es algo que eche tanto en falta en mi vida, no necesito experiencias y ver cosas, y no va con mi estilo de vida, pero allá cada cual. Ya en su día me decía que le parecía fatal que yo no viajara más. Pogüeno. El día que me lo pague él, igual me lo planteo de otra manera, pero hoy por hoy no me apetece hacer turismo ni aunque me regalen el viaje. Es mi vida y punto-pelota.

En otro orden de cosas, hace cosa de mes, mes y medio, otro compañero se pilló dos semanas de vacaciones por asuntos familiares. El criticón no perdió oportunidad para ponerle a bajar de un burro, porque a quién se le ocurre, y qué falta de responsabilidad, y todo el trabajo que les queda al resto, etc. Yo me mordí la lengua para no decirle que hace unos años se había pillado él una semana para que le coincidieran las vacaciones con su mujer y que bien poco le importaron cosas como la responsabilidad y el trabajo extra con el que dejaba al resto. Lo que contesté, en lugar de eso, fue que el problema no era que alguien se fuera, porque cualquiera podía necesitarlo con un motivo más o menos justificado en un momento dado; que el problema, más bien, era encontrar la forma en que tales ausencias fueran posibles sin afectar al resto de personas asociadas con nuestra empresa. No hubo respuesta.

Año y medio después de la primera ola de covid, y en medio de una más, se va con su mujer de puente a otro país de Europa (sólo faltó un día al trabajo, pero a veces, quien más habla...). Fueron en avión. Ya sabemos lo que pasa en los aviones en época de covid: la gente se quita las mascarillas y tose a diestro y siniestro. Es lo que hay, nos guste o no, y si uno quiere viajar... pues eso. Vuelve de su viaje y, a voz en grito, despotrica de los idiotas que tosen sin mascarilla dentro del avión. Ah... ya... qué sorpresa. Al mismo tiempo, resulta que tose él sin llevar mascarilla apuntando con su cara a mi taza de café, a medio metro de ella. Tampoco era la primera vez de esto: he perdido la cuenta de la cantidad de cafés que he tirado ya por sus toses sobre mi taza. Pero los idiotas son siempre los otros.

Hay gente que no ve más allá de su ombligo.

Esta semana estábamos hablando de los lavavajillas. Él decía que los lavavajillas ahorran agua. Yo le decía que no hay ningún lavavajillas que gaste tan poca agua como yo. Él que sí, que estaba demostrado (¿? que yo sepa, no me han incluido en ningún experimento de laboratorio para compararme con ningún lavavajillas). Tonto de mí, le dije que yo reutilizaba el agua de fregar para regar las plantas o tirar de la cadena. Por supuesto, me dijo que lo mío era un ecologismo extremo. Le dije que no estaba de acuerdo. Insistió. Respondí nuevamente que de extremo, nada. La conversación siguió algo tensa pero más razonable por unos minutos.

Y se me vinieron muchos recuerdos, en los que hablaba él de extremistas y de idiotas y sus posibles combinaciones, como cuando pensé que le daba un aneurisma el día que le dio por echar pestes de los Amish sólo porque existen y tienen un estilo de vida diferente al suyo.

Podría mencionar otras situaciones similares (de hecho, iré añadiendo), pero, en medio de mi enfado por ser llamado una vez más raro sin entender yo por qué, la pregunta que me planteé fue que qué tenía que aprender de todo esto. No sé si es aprendizaje: la reflexión que me vino a la mente es que no es extremista quien vive su vida como mejor le parece o más le conviene sin hacer daño a nadie, sino quien no puede aceptar que haya gente que viva de una forma diferente a la propia y los tilda de extremistas: es un reduccionismo extremo de las posibilidades que hay para un estilo de vida. Y es aburrido.

Eso, por no hablar de cuando llama idiotas a los que se comportan como él. Pero, en fin, yo ya me he aprendido una lección, que es de lo que se trataba.

miércoles, 13 de enero de 2021

Veo monstruos

Veo monstruos.

Veo gente muy cercana a mí, muy querida por mí, que se están transformando delante de mis ojos en seres a los que no conozco.

Claro que me asustan algunos eventos y cómo algunos de entre los más poderosos quieren asir el cetro del poder con mayor fuerza. Sí, me asusta la pérdida de determinadas libertades. Me encanta disfrutar de la libertad de expresión y de tener el albedrío de decidir, con mi criterio moral, lo que publico y lo que no, equivocándome a veces, acertando en general (o eso espero).

Ya en el instituto nos hablaban de la diferencia entre libertad y libertinaje. Creo que es algo que nos convendría repasar. Tal y como lo entiendo yo, el libertinaje es la libertad sin responsabilidad. Muchos de quienes demandan que se les mantenga la libertad de expresión, en realidad tan sólo quieren que ellos y sus afines ideológicos puedan disfrutar del libertinaje expresivo, mientras en otros pronunciamientos exigen que se les respete y que se calle a los que disienten con sus ideas, al precio que sea y corra la sangre que tenga que correr.

Así, en los recientes eventos del Capitolio, cuya gravedad describirán los libros de historia con más acierto que cualquiera de nosotros hoy en día, ha corrido la sangre. Alguna gente, con información en diferido, niega la información que otros vieron en directo, acusa a las víctimas. Puede que existan las maquinaciones que esa gente ve, y sus advertencias, entonces, no tienen nada de malo, al contrario, si exceptuamos que niegan los hechos comprobados y, con ello, sus teorías sin hechos demostrables pierden credibilidad.

Hasta ahí, todo en orden: cada uno que crea lo que quiera creer o lo que le permitan sus fuentes. Quizá yo esté más manipulado y engañado que nadie, y yo sea el zombi o la marioneta o el monstruo por permitir que pase lo que pasa y bla, bla, bla. Que están intentando controlar a los medios y los medios nos quieren controlar a nosotros y al final van a loquesea. Que oye, que igual es cierto. Que también conozco gente muy informada, que conoce hechos y que advierte sobre determinados abusos del poder en esa dirección.

Sin embargo, hay una frontera que me niego a traspasar. La frontera que, a mis ojos, me transformaría en monstruo. Mi niño interior me soltaría de la mano y me dejaría ir, aterrorizado. Esa línea imaginaria separa dos formas de actuar que, ahora mismo, son incompatibles. Puedo decidir que el libertinaje, esa libertad sin responsabilidad, la mía y la de mis afines, está por encima de las vidas humanas que pueda costar; o puedo preferir que se caiga en un exceso que quizá cueste comodidad pero también potencialmente menos vidas. En otras palabras: libertad-libertinaje frente a incomodidad con más vidas a salvo. Poniendo que ambas posturas tengan su punto de razón, la decisión está entre “nuestra” libertad de expresión y las vidas que cercene el abuso de esa libertad de expresión “nuestra”.

Libertad frente a vida. “Y si caigo, ¿qué es la vida? / Por perdida / ya la di /cuando el yugo del esclavo / como un bravo / sacudí”. Espronceda dice que el esclavo está dispuesto a sacrificar su vida por conseguir la libertad. ¿Es libertad o es libertinaje, si se trata de un pirata?

Por boca del Quijote, Cervantes decía que “La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos“. En otras citas que he visto, dicen que es lo más valioso.  Quiero creer que Cervantes, en este caso, estaría de acuerdo conmigo: yo no estoy decidiendo entre mi libertad y mi vida, sino entre una potencial pérdida de mi libertad y una condena efectiva y real de la muerte violenta de otros.

“Nos están quitando la libertad de decir a quién hay que colgar”. Qué bonito. Qué altruista. Qué idealista. ¡Ja! Siendo muy diferente, me recuerda a cuando me decía otro ser querido que le importaba una M la vida de los niños en África, que lo único que quería era que no vinieran a Europa. La conversación fue algo más larga, así que dejémoslo sin nombres, quizá la persona se vio contra las cuerdas y dijo algo que no pensaba realmente. O sí. En cualquier caso, esos pensamientos son monstruosos y llevan a comportamientos monstruosos, y cómo nos comportemos definirá en qué nos transformemos.

Sí, existe la monstruosidad recíproca: el ser humano es un monstruo para las arañas y las arañas son un monstruo para los humanos. Así, los individuos a los que veo transformándose me llaman monstruo a mí (con otras palabras que no pienso repetir), y no los juzgo por ello. Después de todo, yo...

... yo también veo monstruos.

viernes, 6 de noviembre de 2020

Quien roba a un ladrón...

¿Hay o no hay tongo en las elecciones presidenciales de EEUU, y qué pienso al respecto?

Supongo que, quienes me leéis o seguís por las redes, sabéis bien cuál es mi opinión acerca de Donald Trump, pero lo repaso, por si acaso, y tan brevemente como pueda.

Había oído hablar de él demasiado y la forma en la que lo presentaban me hizo ponerme en contra de los medios. No podía ser como lo presentaban. Cuando veía tuits publicados por él, me pensaba que era una broma, una cuenta de coña.

Luego fui viendo que, sea su persona o su personaje, iba en serio.

Sus ataques verbales a otras personas (o personajes) y al medio ambiente, sus incongruencias, sus mentiras, todo iba más allá de una persona que queda fuera de los límites de lo políticamente correcto. No es que fuera un maleducado o un impresentable: parecía un peligro.

Ahí entraron los medios para, con acierto o sin él, presentar las consecuencias de lo que él decía. Y sí, los medios manipulan, claro que sí. Y nosotros a veces nos dejamos manipular, más o menos conscientemente. Y a veces perdemos la pista de lo que nos han manipulado de verdad y lo que nos hemos dejado. En mi caso, ya no lo sé.

Quizá me estén manipulando ahora. Pero antes de ir a ese punto, creo que debería explicar a quién prefería que ganara, o más bien que no ganara, en las elecciones presidenciales estadounidenses.

Parto de la premisa de que todos los políticos mienten, unos más y otros menos, y que todos se mueven hipnotizados por el ansia de poder. Parto de la premisa de que, cuanto más alto se mueven, menos les importa el bienestar de la gente y del medio ambiente. Eso ponía a los dos candidatos a la par. La economía de EEUU no me afecta tan directamente como a los estadounidenses y otra gente que viva allí. Joe Biden defendía (y defiende) causas con las que no comparto, ni moral ni visceralmente, y por las que me gustaría que ni él ni su partido consiguieran nunca el poder, o no el suficiente.

Claro, igual estoy muy manipulado por los medios, que me dicen que el medio ambiente está en peligro, aunque me temo que a mucha de esa creencia he llegado por convencimiento, deducción e "investigación" (no científica, pero tampoco "intuitiva") propios. Y en ese contexto, veo que se presentan dos candidatos, el uno atacando el medio ambiente y el otro diciendo que lo va a proteger.

"Mira, Joe, no es que me lo crea, pero Donald lleva tantas mentiras de Pedro Páramo que prefiero darte el voto de confianza a ti, que me permites conservar la esperanza". No estoy de acuerdo con su política de "derechos reproductivos" (= interrupción voluntaria del embarazo) y, si fuera el único aspecto de su programa, lucharía activamente contra él en las redes; pero no es el único punto. Cuando preguntaban a Trump por su programa para un segundo mandato, sólo hablaba de lo que ya había hecho (y mucho de ello eran fantasías suyas); Biden presentaba ideas concretas, y unas cuantas se referían al medio ambiente.

Claro que me importan las vidas de los niños, natos o futuribles. Y las de los jóvenes, y adultos, y ancianos. Y animales y plantas. Y la mejor manera de darnos una posibilidad a todos es cuidar el medio ambiente. Un candidato lo incluía en su programa, el otro llevaba cuatro años sin una dirección clara, en el mejor de los casos, cuando no atacándolo y mintiendo acerca de sus acciones. Un candidato me daba esperanza, el otro desesperación.

Llegó la pandemia, llegaron las series de mentiras por parte del presidente actual, su desinformación, la profundización de sus incongruencias, la impresión de que lo estaba haciendo todo a propósito. Y sí, parte de mi información provenía de los medios, pero otra parte venía de verme sus conferencias de prensa, que me hacían ver que, como ya dijera en otra ocasión, los medios que yo elegía, más que manipularme, me estaban ahorrando tiempo.

Esos medios empezaron a hablar de los intentos de Trump de influir el resultado de las elecciones en su propio favor. Mientras tanto, el propio presidente decía que no iba a aceptar un resultado que no le gustara. Organizaba mítines multitudinarios en mitad de esta pandemia que (disculpen ustedes) estoy convencido de que es real—y le veía mostrarse con una falta total de respeto hacia sus "súbditos" y sus vidas. Todo apuntaba a que iba a hacer trampas: la intimidación de votantes (llevaría mucho explicar por qué lo creo), la supresión de votantes, los cambios en la organización del servicio postal, los cambios de leyes electorales en estados republicanos ya durante el proceso de votación, etc.

(Estoy resumiendo el 2020... y resumiendo mucho)

Ahora aparecen en las redes vídeos de gente afirmando que es demócrata registrada, y que han visto mucha manipulación, que se están haciendo trampas en contra del presidente Trump.

Y esto plantea preguntas morales. En español, decimos eso de que quien roba a un ladrón, cien años tiene de perdón. Se sobreentiende que eso se puede aplicar a otros campos de la vida, y que quien haga trampas a un tramposo, cien años tendrá de perdón, ¿no? Yéndonos al extremo, siempre podríamos decir que no lo estamos matando, pese a que quien a hierro mata, a hierro muere.

Suponiendo que sea cierto que Trump está haciendo trampas (véase como exige que se cuenten sólo los votos de los estados donde va perdiendo, y que se dejen de contar allá donde va ganando), la verdad, si eso me lo hace jugando al parchís, lo aparto de la mesa y se queda sin jugar. Pero por otro lado, podría activar la picaresca española. ¿Recordáis? En el Lazarillo de Tormes, el ciego recibió un racimo de uvas y acuerda con Lázaro que comerán alternándose y tomando cada uno una sola uva por turno. El ciego comenzó a hacer trampas, cogiendo dos uvas por turno, y Lázaro, al verlo, empezó a hacer  lo mismo, y a partir de un punto, Lázaro continuó de tres en tres. Cuando acabaron el racimo, el ciego supo que Lázaro había tomado las uvas de tres en tres, porque él las tomaba de dos en dos y Lázaro callaba. El ciego sabía que Lázaro lo veía.

En nuestro caso, ¿están realmente algunos demócratas haciendo trampas en silencio? ¿Sería la misma situación de culpabilidad, o actúan movidos por la desesperación y el miedo? Alguien escribía en estos días que el miedo puede empujar a las mejores personas a cometer los peores actos. La impunidad y la aceleración en la degeneración mostrada por Donald Trump, su fanfarronería, sus amenazas, todo ello ha contribuido a crear miedo, y ese miedo no viene sólo los medios, sino de Trump mismo.

No es la misma situación, no es la misma culpa. Los demócratas no han estado callados. Han sufrido la desventaja, pero no callados. Y quizá ahora estén tomando las uvas de dos en dos, para comer los dos igual, o para reducir la ventaja de un Trump ciego de poder devorando de tres en tres. ¿Es moralmente correcto hacer trampas a un tramposo? ¿Es justo? ¿Es igualitario?

Mientras debatimos eso un poco más, recuerden que el servicio postal estadounidense sigue sin entregar más de 100.000 papeletas válidas y que el partido republicano ha impedido votar a cientos de miles de votantes a lo largo y ancho del país. Mencionemos también a las más de 200.000 víctimas de una pandemia que Trump se ha encargado de extender lo más posible.

Sin embargo...

En el Nuevo Testamento dicen aquello de poner la otra mejilla, o que al César, lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios. ¿Vamos a ignorar este principio para intentar defender lo que nosotros creemos que es justo, o más bien, para empoderar a quien creemos que está más cerca de representar aquello que consideramos más justo? ¿Qué fin justifica qué medios?

No tengo una respuesta. Hoy me encontré pensando qué haría si tuviera en mis manos la última papeleta de las elecciones, que esa papeleta fuera para Donald Trump, que yo supiera que con esa papeleta él ganaba las elecciones y que yo pudiera destruirla o mentir acerca de su contenido sin ser descubierto. (Tendría que ser la papeleta que marcara el 0,5% de diferencia necesario para hacer un recuento; pero simplifiquemos la historia). Creo que sería honesto, pero igual es sólo que no estoy tan atemorizado ni tan desesperado como para tomar una decisión poco cristiana.

¿Por qué, si no me defino como cristiano? Sí soy español. "Es robar a un ladrón. Es equilibrar la balanza con sus trampas. Es justicia social y medioambiental". Puedo intentar convencerme de mil maneras. "Si no haces trampas, sufrirán muchas más personas". Como si yo estuviera capacitado para decir qué numeros o qué personas tienen más derecho a un alivio de su sufrimiento. Así que, como español y no cristiano, debería tener las ideas claras y destruir la papeleta, o mentir acerca de su contenido.

Hoy por hoy, y entre que encuentre otros argumentos, no lo haría (no haría trampas, vamos). En cuanto a la situación en EEUU y la pregunta con la que empezaba esta larguísima bitácora, estoy convencido de que hay tongo y de que fue Donald Trump quien lo empezó, lo provocó... o lo empezó y además lo provocó. Pienso que es muy probable que haya muchos en el bando contrario intentando equilibrar la balanza. Pienso que no es posible descartar que se pasen "equilibrándola" y la lleven a cambiar unos resultados que, si Donald no hubiera empezado, quizá le hubieran favorecido más.

Ahora, Trump y sus seguidores claman al cielo y dicen tener y estar presentando pruebas de las trampas que hacen los demás. Para su desgracia, el Pedro Páramo yanqui, después de cuatro años de fomentar el miedo y la desesperación, y de jugar a ser otro Pedro a la vez, el del lobo, ha perdido toda su credibilidad.

Empieza a darme pena, pero la justa. Ni un pelo más.

Y ahora, que sea la voluntad de Dios.

jueves, 29 de octubre de 2020

Del stand-by, tercios y psicópatas

Hace ya bastantes años que estaba yo compartiendo piso. A la otra persona le gustaba ver la televisión, y planchar, y cocinar al horno, y ver películas y escuchar música en su torre de alta fidelidad. Algunos de esos aparatos, cuando estaban apagados, permanecían “a la espera” o, como se le llama en inglés, “en stand-by”: una lucecita insignificante indicaba dicha espera, listo el ingenio a funcionar a pleno rendimiento en el momento en el que alguien apretara el botón adecuado del “(yo) mando a distancia”. Yo insistía en que, por insignificante y despreciable que fuera aquel gasto, era una cuestión de principio ético-ecológico no malgastar a lo bobo una energía que podría utilizarse de un modo mejor o, simplemente, no utilizarse.

(Recordemos: la energía más ecológica es aquélla que no se utiliza)

La factura de la luz, en aquel entonces, llegaba una vez al año. Aquel año fue el doble de lo que había sido el año anterior. Me puse muy serio. Insistí, nuevamente, en que no se dejara ningún aparato eléctrico o electrónico a la espera. Claro, seguían estando la plancha, el horno, la nevera y otros grandes consumidores de electricidad, así que me esperaba una reducción simbólica, máxime cuando la factura llegó en marzo (con un 25% del año ya consumido al ritmo del anterior) y más tarde pasé un mes fuera de casa, sin controlar la situación y sabiendo lo que iba a haber. Léase, un tercio del año se consumió electricidad al mismo ritmo que en el Año Terrible.

Sin embargo, cuál no sería mi sorpresa al llegar la siguiente factura y ver que la plancha y el horno no eran tan feroces, comparativamente, como uno podría pensar: el consumo en kW·h se había reducido en un tercio—vigilando el gasto dos tercios del año.

Uno no puede menospreciar esos tercios. Tienen una fuerza que le pueden tumbar a uno la economía doméstica. Del mismo modo, tampoco conviene hacer la vista gorda a los stand-by. Hay que vigilarlos

De hecho, si hablamos de tercios y de stand-by, es inevitable reflexionar sobre el primer debate de la campaña por la presidencia de los EE.UU de este año. Cuando al presidente en funciones le pidieron que condenara el supremacismo blanco, contestó de forma ambigua y le pidieron que fuera claro. Se negó a condenar si no era a un grupo concreto. Le mencionaron a los Proud Boys. La respuesta del presidente fue “Proud boys, stand back, stand by”—o dicho de otro modo, “Chicos orgullosos, echaos atrás, permaneced a la espera”. A la espera de que alguien diga “mando” (a distancia). Mientras los tertulianos televisivos debatían el verdadero significado de aquella frase y los acólitos del hombre naranja defendían la inocencia de su lenguaje, los Proud Boys no perdieron el tiempo y se hicieron camisetas con la frase, aclarándole las ideas a cualquiera con voluntad de ver.

Yo no sé qué recursos energéticos estarán consumiendo, aparte de lo que consuma la gente atemorizada por esa respuesta ominosa. Personalmente, al oír la expresión “stand-by”, no puedo evitar pensar en tercios; y en que es una frase, en este contexto, con sentido doblemente marcial, dirigida, también, a tercios.

A los vigilantes tercios de Donald Trump.

lunes, 26 de octubre de 2020

Las narices en otros países

Se me sorprendía hoy un británico viviendo en los EE.UU. de que el resto del mundo esté tan interesado en la política estadounidense, y que quizá a mí también me sorprendería si la gente metiera las narices en la política checa.

Lo cierto es que la política de los distintos países está tan interconectada que todos tenemos intereses en muchos otros países, decenas de ellos, lo sepamos o no. No hablo sólo de nuestros socios en la Europa comunitaria. El que China tenga política expansionista nos afecta y, por tanto, legitima nuestro interés por saber qué se cuece allí—y quién lo cuece. El que hubiera una guerra del coltán en la República Democrática de Congo debería interesarnos más de lo que lo hace, y deberíamos meter nuestra pituitaria allí. El que haya países que no protejan sus bosques y haya países que motiven a los primeros a no respetar sus bosques y su biodiversidad es algo que nos afecta a todos. El que haya muchos países emitiendo mercurio a la atmósfera y arrojando plásticos al mar, o el hecho de que prácticamente todos los países estén contribuyendo al calentamiento global, hace que no sólo tengamos curiosidad por saber qué pasa en otros países, sino que lo raro sería que no la tuviéramos.

En ese contexto, los Estados Unidos de América, durante años, nos han vendido la moto de que son el país más importante del mundo, el más fuerte, el que tiene más autoridad. Se han erigido como árbitros en conflictos que, realmente, les atañían bastante menos como nación que los que nos atañen hoy algunos de los que he mencionado más arriba. Pero el hecho es que tenían esa autoridad. Nos gustara o no, era, y sigue siendo, un país poderoso, y si bien era capaz de ser el matón del colegio, también tenía más capacidad que nadie para salir en defensa de los débiles—cosa que los otros matones lo sabían muy bien.

Hoy en día, la política exterior de los EE.UU. se ha olvidado de su defensa de los débiles, así como de sus aliados. El país con más capacidad para tener bajo control a los otros matones se ha hecho amigo de esos matones. Está perdiendo autoridad, respeto, fuerza, confianza. Y todo ello se debe a una situación política.

El hecho de que el aliado más fuerte de la Unión Europea se esté convirtiendo en un trágico hazmerreír en el tablero de juego de la política internacional nos afecta a todos los europeos, porque desequilibra las fuerzas y hay unos cuantos afilándose los dientes sobre Europa. Otro hecho, el de que uno de los países más industrializados del mundo se eche atrás en todos los acuerdos ecológicos firmados por ellos, nos afecta a todos, al respirar, al comer, al beber. El que el árbitro deje de mirar a los jugadores para, en su lugar, arengar a los hinchas e instarlos a saltar al terreno de juego a linchar a quien les apetezca, no puede llevar el partido a buen fin. Y eso, que el residente naranja de la Casa Blanca hace en sus mítines contra sus adversarios políticos, es sólo un reflejo de lo que está provocando en el resto del mundo.

Cuando un comediante o un payaso hace un chiste, nos reímos o no. Si hace un chiste sobre política, nos reímos o no. Si es un buen payaso, o cómico, o cuentachistes, y nos habla de teorías de la conspiración, nos reiremos. Es su trabajo. Cada uno tiene que dedicarse a lo que sabe hacer. Un político puede hacer chistes, claro; pero tiene que hacerlos en su contexto, no en los contextos en los que todo el mundo espera que hable en serio. Y es que la gente se lo cree. Y se lo creen en todo el mundo. Ello me afecta más de lo que me gustaría. Veo a gente educada, formada, con valores morales, inteligente, que de repente se han transformado en lo que denostaban no hace tanto. Algunas de esas personas me son muy cercanas y queridas. No, no es culpa únicamente de un político: el político es un síntoma y una consecuencia de algo que viene de más atrás, evidentemente. Sin embargo, el político en cuestión está contribuyendo a extender y profundizar el mal, dotándole de nuevas fuerzas, apoyos y dimensiones; jugando en el patio de su colegio, sí, pero llegando hasta el patio de mi casa, que es particular.

Claro que meto las narices en la política estadounidense. Hay demasiado en juego. Por mí, por mis seres queridos, por mis amigos, por mis estudiantes, por la naturaleza, por los que han muerto y van a morir por sus acciones, por quienes no tienen voz, meto mis narices donde mi olfato me dice que debo meterlas.

P.S: Mi respuesta al británico: I'm afraid I can't answer to this shortly, so I'll focus on two points only :D in my case, what happens in the US affects me directly, among other things because my partner is from the US and living there. Believe me, that is not the strongest or most direct way the US politics affect me, but the other are too painful to talk about them. Out of the personal, what happens in the US has a direct resonance in the politics of many other countries, and I think people are becoming more and more aware of that fact. I'm not an expert on international affairs, so just an opinion.

Of course, there is also an evasive element: one focuses on political affairs that are distant enough to avoid ruining their moods about the close ones, which they feel they can't change either :D maybe with the hope that, if something changes elsewhere, it may as well turn out better at home.