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sábado, 13 de noviembre de 2021

Los otros son idiotas

Me decía un compañero de trabajo un día no muy lejano que su hija no parecía estar bien de la cabeza porque se quería viajar a todas las Islas Canarias (entiéndase, las 7 mayores). Yo le dije que no veía ninguna diferencia con la forma en la que viajaba él, y que, comparado conmigo, también él viaja mucho. No lo criticaba, no lo juzgaba, sólo intentaba hacerle ver que son sólo formas de ver las cosas. Su respuesta fue que yo me iba al otro extremo (porque no viajo tanto como él).

No era la primera vez que mencionaba que yo me voy al otro extremo, y tampoco iba a ser la última. Relacionado con los viajes, yo sólo digo que no es algo que eche tanto en falta en mi vida, no necesito experiencias y ver cosas, y no va con mi estilo de vida, pero allá cada cual. Ya en su día me decía que le parecía fatal que yo no viajara más. Pogüeno. El día que me lo pague él, igual me lo planteo de otra manera, pero hoy por hoy no me apetece hacer turismo ni aunque me regalen el viaje. Es mi vida y punto-pelota.

En otro orden de cosas, hace cosa de mes, mes y medio, otro compañero se pilló dos semanas de vacaciones por asuntos familiares. El criticón no perdió oportunidad para ponerle a bajar de un burro, porque a quién se le ocurre, y qué falta de responsabilidad, y todo el trabajo que les queda al resto, etc. Yo me mordí la lengua para no decirle que hace unos años se había pillado él una semana para que le coincidieran las vacaciones con su mujer y que bien poco le importaron cosas como la responsabilidad y el trabajo extra con el que dejaba al resto. Lo que contesté, en lugar de eso, fue que el problema no era que alguien se fuera, porque cualquiera podía necesitarlo con un motivo más o menos justificado en un momento dado; que el problema, más bien, era encontrar la forma en que tales ausencias fueran posibles sin afectar al resto de personas asociadas con nuestra empresa. No hubo respuesta.

Año y medio después de la primera ola de covid, y en medio de una más, se va con su mujer de puente a otro país de Europa (sólo faltó un día al trabajo, pero a veces, quien más habla...). Fueron en avión. Ya sabemos lo que pasa en los aviones en época de covid: la gente se quita las mascarillas y tose a diestro y siniestro. Es lo que hay, nos guste o no, y si uno quiere viajar... pues eso. Vuelve de su viaje y, a voz en grito, despotrica de los idiotas que tosen sin mascarilla dentro del avión. Ah... ya... qué sorpresa. Al mismo tiempo, resulta que tose él sin llevar mascarilla apuntando con su cara a mi taza de café, a medio metro de ella. Tampoco era la primera vez de esto: he perdido la cuenta de la cantidad de cafés que he tirado ya por sus toses sobre mi taza. Pero los idiotas son siempre los otros.

Hay gente que no ve más allá de su ombligo.

Esta semana estábamos hablando de los lavavajillas. Él decía que los lavavajillas ahorran agua. Yo le decía que no hay ningún lavavajillas que gaste tan poca agua como yo. Él que sí, que estaba demostrado (¿? que yo sepa, no me han incluido en ningún experimento de laboratorio para compararme con ningún lavavajillas). Tonto de mí, le dije que yo reutilizaba el agua de fregar para regar las plantas o tirar de la cadena. Por supuesto, me dijo que lo mío era un ecologismo extremo. Le dije que no estaba de acuerdo. Insistió. Respondí nuevamente que de extremo, nada. La conversación siguió algo tensa pero más razonable por unos minutos.

Y se me vinieron muchos recuerdos, en los que hablaba él de extremistas y de idiotas y sus posibles combinaciones, como cuando pensé que le daba un aneurisma el día que le dio por echar pestes de los Amish sólo porque existen y tienen un estilo de vida diferente al suyo.

Podría mencionar otras situaciones similares (de hecho, iré añadiendo), pero, en medio de mi enfado por ser llamado una vez más raro sin entender yo por qué, la pregunta que me planteé fue que qué tenía que aprender de todo esto. No sé si es aprendizaje: la reflexión que me vino a la mente es que no es extremista quien vive su vida como mejor le parece o más le conviene sin hacer daño a nadie, sino quien no puede aceptar que haya gente que viva de una forma diferente a la propia y los tilda de extremistas: es un reduccionismo extremo de las posibilidades que hay para un estilo de vida. Y es aburrido.

Eso, por no hablar de cuando llama idiotas a los que se comportan como él. Pero, en fin, yo ya me he aprendido una lección, que es de lo que se trataba.

miércoles, 26 de octubre de 2016

La astrología te limita

La astrología te limita: te dice lo que te va a pasar, a quién vas a conocer cuándo y dónde, los problemas que vas a tener en el trabajo, la lotería que no vas a ganar y cuándo habrá una oferta que te interese en el supermercado de la esquina.

Peor aún: la astrología de dice cómo tienes que ser, lo que te va a gustar y desagradar, cómo te comportarás en la cama, quién será tu pareja ideal, cuáles son tus puntos erógenos, qué aspectos de tu salud van a verse más comprometidos a lo largo de tu vida, en qué tienes que trabajar y, en definitiva, los motivos que tienen unos para quererte y otros para no soportarte.

La astrología te dicen unas cosas que no es de extrañar que no te la creas. Cómo va uno a creerse semejante payasada. Y es peligrosa

Yo no creo en nadie que me limite sin motivo. Cierto, creo en la física pese a que no me deja levitar, y en la química que no me deja poder realizar la respiración celular a base de azufre. Pero cuando la cosa llega a aspectos de mi vida en los que yo creo poder influir, a quien intenta decirme que no puedo lo mando al guano.

Así que no me extraña que hables así de la astrología. De la tuya.

A mí, la astrología no me limita.

A mí, la astrología me avisa de ciertas tendencias en mi comportamiento que podría evitar mejor si fuera consciente de ellas. Me anima a ver si es cierto o no. Me anima a explorarme como persona (quizá esté en riesgo de volverme paranoico), como profesional (aún no he probado la política, probemos), como ser biológico (prueba a tocarme las narices, que dice el libro que me va a gustar). Me ayuda a tolerar mejor a los demás (me ha llamado individuo, pero seguro que ha sido sin mala intención, lo lleva en su signo). Mi astrología me avisa de ciertos límites que podría haber para que no me tropiece con ellos y pueda volar más alto (si no levantas el pie al tercer paso desde el portal, pegarás una patada a un perro, sin querer, te morderá y morirás de septicemia).

La astrología, a mí, me hace mejor persona. Y es llamativo que haya tantísimos entre quienes se interesan por el crecimiento personal (más que por el profesional, el económico o el académico) tengan, cuando menos, curiosidad por saber si la astrología les puede ayudar en esa empresa.

En mi opinión, la astrología te limita si la malinterpretas. O si alguien la utiliza con fines. O, por

La astrología bien entendida no te limita: te libera. Y eso es algo que las altas esferas no van a querer que suceda nunca.

Lo cierto, empero, es que la sociedad necesita unos pocos librepensadores. No demasiados, porque entonces el tinglado se nos va al traste; pero sí unos pocos.

Lo mismo que no es ciencia todo lo que presume de serlo, a saber a qué payasada estás llamando tú astrología. Pero como eso le viene bien a la sociedad de la que disfrutamos tú y yo, tú sigue creyendo que tu astrología es una kk, que me parece genial. Yo te animo a que sigas así. Y te respeto.

Lo que no sé es si esta entrada me venía en el horóscopo de hoy... Mira que si no aparece y la tengo que borrar...

martes, 9 de agosto de 2016

Esquemas mentales

Hace unos años estaba yo en crisis interpretativa, digamos que en lo más profundo de ella, sin entender por qué no quería cantar o tocar en público, sintiéndome mal por ello y haciéndome un montón de esas preguntas que los creativos nos hacemos a veces con mayor, menor o inexistente fundamento.

Y coincidió que alguien me hizo un favor tremendo: intentó convencerme de la forma equivocada. Había más gente intentando convencerme, y yo dije que tocaba para mí, no para el resto del mundo. Esta persona me llamó egoísta, diciendo que si Dios me había dado dones, era para compartirlos. Ahhhh. Ya. No había caído. Supongo que no estoy compartiendo ningún otro de mis dones.

No, no fue eso lo que contesté. No imaginemos.

Lo que respondí fue que ya compartía otros dones, y que estaba en mi derecho de dejarme alguno para mí, lo mismo que el resto del mundo se deja cosas para sí, y que no es egoísmo. Que prefería bailar desnudo delante de una audiencia que cantar y tocar (lo cual era cierto), y que si no estaba dispuesto a bailar desnudo, mucho menos iba a cantar o tocar. El otro siguió con que yo era egoísta y yo con que estaba en mi derecho.

Esa misma persona defendía que la antigua sinagoga de Hluboká nad Vltavou estuviera abierta al público, con o sin el consentimiento de su actual propietario, porque era un bien que pertenecía a todos. Y yo no estaba ni estoy de acuerdo, porque es un inmueble del que su propietario cuida, y porque me parece un desatino decidir sobre la propiedad privada así, sin conocer las circunstancias. Otro gallo le cantaría al asunto si el inmueble estuviera en riesgo de ruina—entonces sí que impondría (como cacique local o como gobernante) un "o lo cuidas, o me dejas que lo cuide, o me lo vendes a precio de mercado, o te lo expropio por lo que me parezca, te cuento hasta tres".

Esta persona ha sido fuente de inspiración en numerosas ocasiones y me ha ayudado a darme cuenta de muchas cosas. Hoy recordaba el asuntillo del cante y pensaba que igual debería haberlo afrontado de otro modo. Algo así como:

—A ver, ¿tú que prefieres, cantar y tocar, o hacer un strip-tease?
—¿Qué clase de pregunta es ésa?
—Contesta, ¿qué prefieres?
(no creo que contestara, pero eso ya llevaría a un cambio de tema que sería una victoria, en sí)
(supongamos, empero, que...)
—Cantar y tocar, ¡por supuesto!
—Vale, yo prefiero hacer un strip-tease. Tú quieres que yo cante y toque. Yo canto y toco si tú haces un strip-tease.

Lo que vendría a continuación sería el comentario que me hacen tantas veces de que "lo llevas todo a los extremos", sin darse cuenta de que yo siento que me llevan ellos a esos extremos cuyas características tan poco les gustan. Ni se dan cuenta de que el hecho de que ellos estén convencidos de su "normalidad" no garantiza que esa normalidad sea lo más deseable ni la única forma de normalidad aceptable. Entre otras darsecuenteces.

Y sí, mis comparaciones tienen un toque relacionado con el pudor sexual harto frecuentemente. Quizá porque mi sentido del pudor se extiende a campos en los que otros no tienen ni pizca de vergüenza. Especialmente cuando soy yo al que exponen, no te jode.

Me estoy calentando yo solo recordando, y no entre las piernas, precisamente. Una pena, yo que pensaba escribir una bitácora de paz, armonía, perdón, tranquilidad y buenos alimentos...

Buenas noches.

sábado, 16 de abril de 2016

"Las carreteras son para los coches"

... y otras lindezas. Ayer le pregunté a una conocida si tenía planeado hacer excursiones en motocicleta (motociclista de pro como es), y entre unas cosas y otras acabó despotricando de los ciclistas como yo. Que los ciclistas tenían que quedarse en los carriles-bici, y no andar molestando en carreteras.

Opté por una actitud prudente en la conversación, porque a algunos dogmáticos, algunos días, se los ve venir de lejos. Es como cuando oyes a un gitano despotricar de los homosexuales o a un homosexual de los gitanos: a ver, espabila, que estás pidiendo comprensión y derechos para tu minoría mientras atacas a otras minorías que también necesitan defender sus derechos. Y el hecho es que los motociclistas son una minoría que molesta a mucha gente, constituyen una minoría que molesta con su ruido y su comportamiento (percibido por no pocos como una temeridad, cuando no una amenaza, dentro del uso responsable de las carreteras y otros espacios públicos) y que no somos pocos los que prohibiríamos su uso en una gran cantidad de espacios (p.e. plazas, pueblos). Ya escribí hace años el guión para un corto de cine en el que mostraba mis sugerencias al respecto. Y sí, hoy veo aquellas sugerencias como radicales; pero el hecho es que muchos motoristas suponen, aún hoy, un riesgo para la salud pública, con sus ruidos, sus humos, sus maniobras inesperadas y que no se ven venir, etcétera (hay otros puntos más serios, pero no es de eso de lo que quiero hablar).

Seguía mi conocida con la matraca de que los ciclistas suponen un peligro por sus maniobras inesperadas (ehm... un motociclista que te adelanta a 200 Km por hora y al que no ves venir, supongo que es algo esperado por cualquiera en cualquier lugar y momento del día). No acertaba ella a ver que una de las obligaciones de cualquier conductor, sea del vehículo (motorizado o no) que sea, es adaptar su velocidad a las circunstancias de la carretera, y que estas circunstancias incluyen, nos guste o no, a otros usuarios que estaban en donde fuere antes de que llegáramos nosotros.

Y es que el argumento de "las carreteras son para los coches" no es válido desde el momento en el que las personas son más importantes que los coches. Porque, a ver, cuando nos compramos un coche, ¿lo hacemos por el coche, para que el pobre tenga quién lo conduzca? ¿O lo hacemos, en cambio, por nosotros, para tener una vida más cómoda? Los coches son para las personas, lo mismo que las carreteras. Y si fueran para los coches, entonces las motocicletas tendrían tan poco que hacer en ellas como las bicicletas. O menos, incluso, porque un choque contra un ciclista supone para la salud de cualquier conductor de un coche un riesgo mucho menor que el choque contra una moto.

Como ciclista, intento pensar en los otros usuarios de la carretera, y no sobrepasarme en mis derechos. Me irrita, cuando conduzco, ver, como he visto, a dos ciclistas que ocupan toda la carretera y no te dejan adelantar ni con línea discontinua y una visibilidad de varios cientos de metros, porque toda la anchura de la carretera es poca para ellos, en lugar de ir, dejme tomu, ocupando un carril entero pero permitiendo adelantar por el otro. Y me irrita el comportamiento desconsiderado de los ciclistas porque seguimos siendo minoría, no tenemos tantos espacios, no tenemos tantos derechos, y que haya gilipollas abusando de los pocos derechos que tenemos nos hace flaco favor en la línea de conseguir nuevos derechos.

Habiendo dicho eso, el principal perjudicado en un accidente con un ciclista suele ser... el ciclista. Es el más vulnerable de los conductores. Al mismo tiempo, es el que menos contamina, sea acústica o atmosféricamente. Es, de todos los conductores, el que más está haciendo por su salud y por la salud de otros usuarios de las comunicaciones de cualquier tipo, y por el medio ambiente. Potencialmente, es, con su mejor estado de salud (y salvo accidentes), el que, cuando envejezca, va a necesitar menos recursos de ese sistema socio-sanitario que pagamos todos de nuestros impuestos. Y hablando de impuestos, las carreteras se pagan también de los impuestos que pagan los ciclistas. Cierto, este argumento justificaría que los coches y las motos circularan por los carriles-bici; sin embargo, la ley permite a los ciclistas circular por las carreteras.

Y en las carreteras como en el mar, el grande es el que tiene que tener más cuidado de no aplastar al pequeño.

Las carreteras son para las personas, no para los gilipollas, usen el medio de transporte que fuere.

lunes, 9 de diciembre de 2013

Más sobre el otolismo a diciembre de 2013

Creo recordar haber dicho que el otolismo es compatible con cualquier postura tolerante de cualquier religión o creencia. Desafortunadamente, he descubierto que uno de los principios del otolismo es incompatible con ciertos principios fundamentales de la religión (y recordemos que el ateísmo ES una religión).

El otolismo establece que Dios tiene un plan para cada persona. Admitiendo ideas como la revelación progresiva de la fe Bahá'í, ésta no se produce sólo en un plano generacional, sino también en uno personal. Cada persona tiene que descubrir para qué está en este mundo, cuál es su misión, su objetivo. Cada persona tiene que descubrir y construir su sistema moral, que, eso sí, debe aplicar para juzgarse a sí y no a los demás. En ese camino, las religiones, las creencias, la moral de otros, la ética de otros, nos ayudan, nos sirven de guía, pero no pueden determinar nuestras vidas.

Como español, siento un gran respeto por la frase de don José: "Yo soy yo y mis circunstancias". No pueden juzgarse los errores de un quinceañero con normas válidas para sexagenarios, ni a la inversa (por poner un ejemplo). No se debe medir con el mismo rasero a un rico que a un pobre (cosa de la que ya se advierte en el Nuevo Testamento - no juzgues la cantidad que se entrega para limosna, sino el sacrificio que se hace). En términos más avanzados, ¿quiénes somos para juzgar lo que les cuesta a otros sonreír, ayudar a otros, estudiar, hacer dieta,...? Si Dios, o la vida, o la suerte, nos ha dado diferentes circunstancias, ¿por qué tenemos que seguir todos las mismas normas de vida, tanto en la física y /o rutinaria como en la espiritual (p.e.)? Un Dios justo, ¿crearía un sistema de normas iguales para todos?

"Para una selección justa, todo el mundo tiene que pasar la misma prueba:
por favor, trepen a aquel árbol"


¿Existen normas universales? Quiero creer que sí: la regla de oro existe, quizá, en todas las creencias, expresada de una u otra manera (el Sé a los demás como quieras que sean contigo, Trata al prójimo como quieras ser tratado, No hagas lo que no quieras que te hagan, etc.) - eso sí, sin dogmatismos, sin imposiciones, aplicándolo primero a uno mismo.

¿El otolismo es una religión? No sé. ¿Es una creencia individualista? Hasta cierto punto, puede que lo sea. Yo prefiero creer que es, más bien, una propuesta a la introspección, a la reflexión, a pararse a pensar en lo que uno hace antes de ponerse a juzgar a otros. Es hacer examen de conciencia. Es creer que hay muchas formas de ser normal y de ser bueno. Es ser consciente de que desconocemos las circunstancias desde las que otros deciden. Es saber que tenemos mucha suerte si somos capaces de construirnos nuestro propio mundo. Es vivir y dejar vivir. Y en un desarrollo moral adecuado, incluye vivir con otros, ayudar al prójimo, pensar en los demás, desear el bien a todo el mundo, dentro de los límites de sociabilidad de cada cual.

Y como ya dije en otras ocasiones: aún hoy sigo creyendo que las religiones oficiales tienen su lugar en el mundo. Hay mucha gente a quien le sirve de guía para poder dedicarse a otros menesteres - es muy cómoda. Y hay gente que, reflexionando, buscando, descubren que hay una religión que, aparente o realmente, define sus objetivos morales, con la ventaja añadida de que coinciden con mucha otra gente. Me parece estupendo, respetable y casi hasta envidiable. De hecho, me encantaría conocer a otros otolistas, llamen a su sistema como lo llamen, para intercambiar ideas.

Quién sabe. Quizá un día.

sábado, 11 de agosto de 2012

Un posible ABC de la ciencia

Parafraseando a mi amigo T., las opiniones son como las posaderas: todo el mundo tiene un par. En mi posadérica opinión, un posible ABC de la ciencia podría ser el siguiente:

A de Adelanto, de Avance, de Ayuda, de Ánimo. Sí, claro, la ciencia se compone de avances, pero ¿nos ayudan a todos? ¿Nos hacen avanzar a todos? Los científicos, ¿animan al resto a que mejoren, o los miran por encima del hombro porque ellos "no entienden"? Conozco científicos que se preocupan de que los demás sepan, de que aprendan, de que entiendan, de que avancen. Son minoría: conozco muchos más que se enfadan cuando les pregunto algo y no saben contestar. Pero en fin, a lo que vamos: A de algo que nos ayuda a avanzar a todos.

B de Bienhacer, de Bienestar, que podríamos combinar con la A de Altruista. No se trata sólo de avanzar, sino de hacerlo hacia algo mejor.

C de Colaboración, de Construcción, de Conjunto, de, por y para la Humanidad y el planeta.

Claro que podríamos hacer un alfabeto entero, con estas posibilidades o con otras. Permítanme ahora un pequeño reduccionismo, y quedémonos con una letra tres veces. Porque, a mis jovencísimos 40 años, me voy volviendo ligeramente excéptico, y muchas veces parece que a la ciencia la mueven las tres P:

PODER: te doy dinero para tus experimentos si con ellos consigues que dominemos el planeta. También es posible empezar con el vecino más débil, o con el adversario más odiado por el resto, o por quien tenga más petróleo o más oro. Quiero ser Dios en la Tierra.

PRESTIGIO: claro, claro que te haré el más poderoso sobre la Tierra; pero quiero que me lo reconozcas y me pongas mi nombre con letras de oro en todos los libros de Historia; y si hace falta, ya le robaré el invento a otro, o impediré que el suyo salga adelante, aunque sea más barato, de mejor calidad y más bonito.

PASTA: o plata, o pelas, o poderoso caballero; para qué nos vamos a engañar, quédate con mi nombre y mi invento, pero cúbreme de oro.

Ya, ya sé que estoy llevando las cosas al extremo, como siempre. Al extremo opuesto del de algunos que están en el extremo opuesto al mío, no sé si me explico. Repito: conozco científicos a los que podría nombrar, que se merecen todo mi respeto y más, y que no se merecen que yo escriba esta bitácora. ¿Por qué lo hago, entonces?

¿Por qué lo hago? Por Marte. Por la NASA. Por el Curiosity (curiosidad). Porque no puedo considerar la llegada a Marte de un montón de hierros un progreso de la Humanidad, de una Humanidad que consigue poner una bandera yanqui a millones de kilómetros, pero no consigue llevar pan ni agua potable a unos miles de kilómetros, a veces ni siquiera al otro lado de la esquina; que no consigue poner a políticos corruptos en la cárcel; que no consigue devolver a los papúes esa media isla que les robaron en los años 60 (y donde hoy en día están extrayendo oro esos mismos yanquis que han llegado a Marte... hm... ¿he dicho oro? ¿tendrá algo que ver?). Escribo esta bitácora porque en el mundo siguen aumentando los casos de sida y de malaria, y la gente muere de cáncer y de diabetes y de alzheimer y de un largo etcétera, sólo porque no hay gónadas masculinas para ponerse de acuerdo, concentrar esfuerzos y avanzar, aunque sea de forma anónima (el Puto Prestigio). Lo escribo porque hay científicos que usan la ciencia para justificar la muerte de seres inocentes, sólo por ser de otro genotipo (por ejemplo). Escribo esto porque me deja cierto sabor amargo el que la gente se llene la cabeza de "éxito científico" mientras seguimos inmersos en catástrofes humanitarias inacabables, en medio de las cuales incluso las guerras del coltán son un večerníček. La llegada a Marte de un cachivache es sólo una curiosidad mars más de un sector de la ciencia al que, hoy en día, no encuentro motivos para respetar. Entre otras cosas, porque tengo todo mi respeto concentrado en quien me ha demostrado merecerlo más que los constructores de curiosidades.

Una vacuna contra la malaria, el cáncer, el sida, y ya puestos contra la codicia, la maldad o la envidia, sería un progreso más significativo, la verdad. El que no lo vea es gilipollas.

martes, 31 de julio de 2012

Víctimas y victimistas

No voy a hablar de políticos. Voy a hablar de él, de ella, de ti y de mí. De la gente "normal".

Es que no es lo mismo. No son lo mismo uno que se queja y un quejica. No es lo mismo Marta Sánchez que Sancho Martínez. No es lo mismo un funcionario que otro.Y no es lo mismo ser víctima que ser victimista.

Fui a renovarme el DNI y el pasaporte. El mismo día. Para el DNI me atendió un hombre de mediana edad, sonriente, silbando, hizo comentarios graciosos. No se hizo el gracioso ni el simpático, sino que fue gracioso, simpático, agradable y me alegró el día. La pena fue que no me lo encontrara a él en segundo lugar: para el pasaporte, me remitió a una compañera suya que no me miró a la cara ni para ver si era yo el de la foto del documento; apenas miró el ordenador, porque estaba mirando un catálogo de moda. No me contestó al saludo. Una compañera suya incluso le llamó la atención: "Niña, que ya lo tienes" (el pasaporte acabado). Llegué a decirle que, si no tenía tiempo para dedicarme, que volvía otro día, para no molestarla (en su lectura de catálogos de moda en tiempo de trabajo que pagamos todos, por cierto).

Si estos dos fueran a protestar por una bajada de sueldo, resulta que el señor estaría protestando con todas las de la ley; pero la señora sería una geta acabada. El señor se merece un ascenso y una subida de sueldo; ella, el despido con una patada en el culo y sin indemnización.

Ya, ya oigo a algunos, Jorge, eres un sexista del guano, seguro que la señora tenía mejor cutis que tú y le cogiste rabia. Vamos con dos mujeres haciendo el mismo trabajo, también funcionarias. RPI: Registro de la Propiedad Intelectual. Fui con una consulta a la oficina provincial del RPI en Santander. Me recibió una mujer que lleva menos de un año en su trabajo. Mi consulta era, por decirlo suavemente, peliaguda, y yo era consciente de ello. La mujer, que me atendió de forma más que correcta, buscó la información en los libros, en las últimas actualizaciones en la red del Ministerio, escuchó toda la explicación de lo que se trataba, entendió de lo que le hablaba, me explicó la terminología, hizo lo que pudo y más. Salí de allí más que contento con su trabajo y su esfuerzo, y ello a pesar de que no hubo respuesta definitiva. Al final, me mandó un correo con la información de la oficina central en Madrid para que preguntara mejor allí.

Llamé. Dos veces. La primera no cogió nadie, y eso que dejé sonar el teléfono bien de rato. Pero bueno, todo el mundo puede tener un apretón en un momento dado.A la segunda, una voz de mujer al otro lado me replicó, casi sin dejarme terminar de hablar, que tenía que contactar con mi oficina provincial. Le expliqué que, precisamente, de mi oficina provincial me remitían, porque no sabían darme una respuesta. "Pues, ¿desde qué provincia llama?" (con un tono de "pero ¿en qué atraso viven fuera de esta oficina?". "Desde Cantabria". "Digame (voz de abandono)". Le explico la situación. Me contesta que no puedo registrar algo que no es mío. Le explico que es mío más de un 90% y el resto es obra huérfana. Me repite que no lo puedo registrar, porque no es mío. Le recuerdo que Bach y Beethoven también hacían variaciones sobre temas de otros y nadie pone en duda que esas variaciones son de Bach y Beethoven. Al final me dijo que lo intentara registrar y que ya lo juzgaría un examinador del RPI. Vamos: contribuyente, paga, y luego ya veremos si te damos algo por lo que hayas pagado. Eso sí, yo no voy a pasarte con un examinador, porque no me lo has pedido, porque no se me ocurre o porque no me da la gana. Eso sí, sin humildad, hasta ahí podíamos llegar.

Y se me ocurre que estas dos mujeres presentan, de nuevo, dos extremos: la primera quizá sea víctima, quizá no lo sea, de prejuicios por parte de su compañera de La Capi; de su novedad en el puesto; de la burocracia que hace que al más pintado le tiemble el pulso cuando viene un Jorge Otolio a registrar algo menos frecuente; y no menos importante, quizá sea (o no) víctima de todas las crisis que tenemos aquí (de valores bursátiles y morales, por citar dos grupos). La segunda mujer, si se le ocurriera quejarse un día, sería victimista.

Hay más casos. Me decía una enfermera hace poco que "vendrán los pacientes y esperarán que les pongamos buena cara, con lo que nos están haciendo desde el Gobierno". Ahá. Así que, como a ti no te gusta ser víctima, vas a ser verdugo. Qué bien. Y encima, te parecerá mal que te bajen la paga. Mientras que hay otras enfermeras que no se quejan, porque están demasiado ocupadas tratando de hacer que el paso por el hospital sea para los pacientes lo menos desagradable posible. No es lo mismo esta segunda enfermera que la primera. ¿O es que tengo yo la visión distorsionada?

Y es que demasiados, demasiados se suben a un carro que no es el suyo. Que si tienes una hipoteca para poderte independizar, y te bajan el sueldo, y te quitan la paga extra, y ya andabas justo, y a tu mujer la despiden, y te suben los impuestos y te crecen los enanos del circo, indudablemente, eres víctima; pero si tienes tres hipotecas para poder tener la casa de la playa y el apartamento para alquilar a estudiantes y la casa del pueblo, no eres víctima, eres gilipollas y que te ondulen. Que hay países con precios e impuestos similares a los españoles, donde no se sabe lo que es una paga extra y los salarios básicos, asquerosamente frecuentes, son la tercera parte de los de aquí. Y disfrutan la vida como pueden e intentan ser felices, sin casa en la playa, sin dos coches por miembro de la familia, sin cuatro televisores de plasma, sin fines de semana en la otra punta del país, sin aparentar y sin victimismos.

Me comentaba hace poco mi amiga A. de una pandilla que ella conoce, que varios están en el paro desde hace meses; pero se fueron de despedida de soltero a Tenerife. Desde Santander. De fin de semana. Eso es grosero, directamente: el billete se lo están pagando los que trabajan. Y entiendo que dentro del "mínimo existencial" está poder salir y tomar algo - pero los excesos NO pueden estar incluidos en ese mínimo. A mi amigo J. le quedan unos meses de paro. Cincuenta y tantos tacos. Buen trabajador donde los haya. A muchos como él les quitarán el paro injustamente; a otros, como a los "viajeros" domingueros mencionados, no se lo tendrían que haber dado nunca.

En Cruz Roja nos dijeron una vez que, si hubiera una catástrofe y hubiera decenas de heridos, teníamos que ignorar a los que más chillaban, porque eran los que, probablemente, menos ayuda necesitaban. Que los callados eran los que estaban realmente mal, y a los que había que atender primero. ¿Y quién va a poner el grito en el cielo por esta entrada de bitácora? Los patos heridos, que llaman en checo; o dicho en castizo, los que se pican, que ajos comen.

Hay muchas víctimas en España. Demasiadas. Los que pasan hambre, los que no llegan a fin de mes, los que han visto cómo subían los precios de las viviendas y compraron algo antes de que fuera demasiado tarde porque sabían que lo iban a necesitar, etc. Por respeto hacia los que están realmente mal, los que tenemos trabajo y "sólo" necesitamos quitarnos lujos innecesarios, deberíamos callarnos la boca. Los que tienen hipoteca de primera vivienda y no tienen trabajo estable o cobran lo justísimo o menos, y muchos otros que están en situaciones muy malas, tienen que sentirse insultados cuando se comparan con ellos los que lo pasan fatal porque, con la crisis, la langosta ya no sabe igual. Exagero, claro. Quiero llevar a reflexión. Quejémonos. Hagámoslo de acuerdo a la magnitud verdadera de lo que nos afecte, o critiquemos la situación de lo demás, sin aprovecharnos nosotros, sin victimismos. De lo contrario, el día que os vaya realmente mal, a nosotros, directamente, nadie nos hará caso.

¿Y los políticos? Esos son harina de otro costal. Yo quería hablar de la gente "normal". A los delincuentes de corbata ya se refieren otros por todo internet. Personalmente, quiero creer que hay políticos honrados; pero no quiero hablar ni de los nobles ni de los innobles.

A ver, ¿quién se pica?

miércoles, 23 de mayo de 2012

Weinberg


"Para que la buena gente haga cosas malas hace falta religión.”
Steven Weinberg

Evidentemente, Steven Weinberg no ha pasado por ningún país del antiguo bloque soviético, donde la religión estaba prohibida y el ateísmo institucionalizado llevaba a la gente buena a hacer cosas muy malas. En todos los países comunistas han muerto miles de personas, decenas y cientos de miles han sido perseguidas, y de todas ellas, algunas (y no pocas) fueron perseguidas por motivo de querer practicar su religión. Stalin era ateo, y él solito ordenó la muerte de millones de personas.

Aunque... pensándolo bien, siempre he creído que el ateísmo es una religión, la religión del Dios inexistente. Hm... Quizá Weinberg tenga razón después de todo... ¡Acabemos con el ateísmo! Sus adeptos son los peores fanáticos. Matan porque quieren, no porque nadie se lo diga :D No pueden excusarse en un lavado de cerebro, ¡son perfectamente conscientes! ¿Qué hacemos con ellos?

(por si acaso, esto va de broma, y que ningún ateo tenga miedo, porque los creyentes convencidos y no fanáticos -la mayoría, de hecho- son gente educada en el amor y en el respeto al prójimo).