La astrología te limita: te dice lo que te va a pasar, a quién vas a conocer cuándo y dónde, los problemas que vas a tener en el trabajo, la lotería que no vas a ganar y cuándo habrá una oferta que te interese en el supermercado de la esquina.
Peor aún: la astrología de dice cómo tienes que ser, lo que te va a gustar y desagradar, cómo te comportarás en la cama, quién será tu pareja ideal, cuáles son tus puntos erógenos, qué aspectos de tu salud van a verse más comprometidos a lo largo de tu vida, en qué tienes que trabajar y, en definitiva, los motivos que tienen unos para quererte y otros para no soportarte.
La astrología te dicen unas cosas que no es de extrañar que no te la creas. Cómo va uno a creerse semejante payasada. Y es peligrosa
Yo no creo en nadie que me limite sin motivo. Cierto, creo en la física pese a que no me deja levitar, y en la química que no me deja poder realizar la respiración celular a base de azufre. Pero cuando la cosa llega a aspectos de mi vida en los que yo creo poder influir, a quien intenta decirme que no puedo lo mando al guano.
Así que no me extraña que hables así de la astrología. De la tuya.
A mí, la astrología no me limita.
A mí, la astrología me avisa de ciertas tendencias en mi comportamiento que podría evitar mejor si fuera consciente de ellas. Me anima a ver si es cierto o no. Me anima a explorarme como persona (quizá esté en riesgo de volverme paranoico), como profesional (aún no he probado la política, probemos), como ser biológico (prueba a tocarme las narices, que dice el libro que me va a gustar). Me ayuda a tolerar mejor a los demás (me ha llamado individuo, pero seguro que ha sido sin mala intención, lo lleva en su signo). Mi astrología me avisa de ciertos límites que podría haber para que no me tropiece con ellos y pueda volar más alto (si no levantas el pie al tercer paso desde el portal, pegarás una patada a un perro, sin querer, te morderá y morirás de septicemia).
La astrología, a mí, me hace mejor persona. Y es llamativo que haya tantísimos entre quienes se interesan por el crecimiento personal (más que por el profesional, el económico o el académico) tengan, cuando menos, curiosidad por saber si la astrología les puede ayudar en esa empresa.
En mi opinión, la astrología te limita si la malinterpretas. O si alguien la utiliza con fines. O, por
La astrología bien entendida no te limita: te libera. Y eso es algo que las altas esferas no van a querer que suceda nunca.
Lo cierto, empero, es que la sociedad necesita unos pocos librepensadores. No demasiados, porque entonces el tinglado se nos va al traste; pero sí unos pocos.
Lo mismo que no es ciencia todo lo que presume de serlo, a saber a qué payasada estás llamando tú astrología. Pero como eso le viene bien a la sociedad de la que disfrutamos tú y yo, tú sigue creyendo que tu astrología es una kk, que me parece genial. Yo te animo a que sigas así. Y te respeto.
Lo que no sé es si esta entrada me venía en el horóscopo de hoy... Mira que si no aparece y la tengo que borrar...
Mostrando entradas con la etiqueta crecimiento. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta crecimiento. Mostrar todas las entradas
miércoles, 26 de octubre de 2016
martes, 28 de octubre de 2014
Pragmatismo frente a sueños
Pues sí, estoy estudiando. Ya estoy acostumbrado a que gente que presume de ser amiga mía, incluso muy buena amiga mía, no muestre el menor signo de alegría cuando se enteran de que, por fin, estoy estudiando una de las dos cosas que quería hacer. Entiendo que ver a alguien que va tras sus sueños puede ser muy puñetero, porque te recuerda que tú no vas tras los tuyos. En realidad, ése es sólo un motivo de los cientos, si no miles, que hay para no alegrarse de que a otro le vaya bien (siendo ese otro alguien por quien se dice que se siente afecto sincero, puro, auténtico y demás blablás). Las envidias (buena y mala) son sólo otros dos motivos.
Como digo, esa costumbre hace que no suela hablar de ello. Para qué. Es mi vida, y lo mismo que no le contamos a nadie nada del polvo tan fabuloso que echamos la noche anterior, hay cosas que es mejor guardarse para uno mismo. Así que luego me pasa que son unos conocidos los que les dicen a otros los cambios que hay en mi vida, y esos otros se sorprenden y preguntan y a mí no me sorprende que enterarse les alegre menos que una pausa publicitaria en el clímax de una buena peli.
Empiezan las preguntas o ničem, inútiles, vacías. La gente se cree super-original cuando te repiten las mismas preguntas que ya has contestado a todos los curiosos anteriores (porque lo que sienten no es interés por ti, sino curiosidad que dista mucho de ser la de un amigo). Entre todos los puntos de la entrevista, hay uno que, de por sí, no esconde malicia alguna, sólo ignorancia, y que parece ser la favorita de los pragmáticos, a saber:
- Y cuando acabes, ¿qué es lo que vas a conseguir?
Sí, es una pregunta que también hago a veces; es una pregunta que te hace también gente que te quiere bien, gente con interés por ti. Pero el lenguaje no es inocente. Las personas, a veces, sí son inocentes y no se dan cuenta. Cuando respondo, se distingue al inocente cariñoso del gilipollas por su reacción.
- Ya lo estoy consiguiendo. Ya he conseguido mucho. No hago esto por un título.
El inocente, el que me quiere bien de verdad, sin paripés, sonríe, se interesa, a veces incluso me pide que le muestre algo de lo que voy haciendo. El "otro" pone cara de fastidio y cambia de tema sin dejarme terminar la frase.
Y sí, yo entiendo que cada uno tiene sus historias personales, sus problemas, sus complejos, sus necesidades y sus etcéteras. Lo entiendo y lo comprendo, porque estoy seguro de que todos nosotros nos encontramos, en un momento u otro, del lado de los cariñosos o del de los pragmáticos, dependiendo del pie con el que nos hayamos levantado, de la persona que nos hable y del asunto de que se trate. Esto no es una crítica a un comentario puntual, ni a una forma de hablar. Ni es una crítica a ese pragmatismo equivocado en el que, de seguro, todos caemos, como digo. Ni siquiera intenta ser esto una crítica, aunque suene como tal. Y si crítica, que figure sólo para llegar al meollo dando un rodeo, en una adaptación personal mía de los rodeos de Ortega y Gasset.
Esto que estoy escribiendo es mi forma particular de informar.
Llevo ya unos cuantos meses de reciclado personal, de redescubrimiento, de introspección. Pongo nombre concreto a las "cosas" que me hacen sentir bien, que prolongan mi vida, que me ponen una sonrisa que no se me quita ni cuando se me cae la tortilla al darle la vuelta. No sé si será posible tener demasiadas de esas "cosas" que te hacen sentir bien. Sé que aún no tengo suficientes. Sé que aún tengo demasiada rémora a mi alrededor, demasiada gente poniendo peros aun a mi forma de respirar.
Yo sueño por soñar, disfruto soñando. No necesito un porqué ni un para qué. No necesito descubrir los mecanismos de la magia, porque entonces ya no es magia. No necesito destripar a la gallina de los huevos de oro para saber que no habrá más huevos si lo hago.
Hay huevos. Y los seguirá habiendo.
Entiéndase lo que sigue como impregnado de abundante reciprocidad.
A mi alrededor, hoy por hoy, sólo hago sitio a gente que me ayude a progresar. Que me apoye. Que se alegre por mí y sepa demostrarlo. Gente que me sirva de modelo, de ejemplo. Gente que piense en el futuro, que haga planes, que piense en términos de proyectos, que dé pasos en el camino del crecimiento personal. Gente con ganas auténticas de ser feliz, y de ver felices al resto. Gente que sepa que el sueño no se consigue durmiendo, sino viviéndolo en vigilia. Que el sueño ya ha empezado, y es su opción transformarlo en pesadilla o en ligerilla. Que el viaje a la felicidad no lleva a la felicidad, sino a la insatisfacción y el descontento; mientras que el viaje por la felicidad es una meta satisfactoria en sí.
Si todo, todito lo que digo en el párrafo anterior te suena a chino, probablemente hoy no pintes nada en mi vida. Ni yo en la tuya.
Como canta Rosana, "no sé mañana, sé de hoy". Y hoy es el futuro.
Como digo, esa costumbre hace que no suela hablar de ello. Para qué. Es mi vida, y lo mismo que no le contamos a nadie nada del polvo tan fabuloso que echamos la noche anterior, hay cosas que es mejor guardarse para uno mismo. Así que luego me pasa que son unos conocidos los que les dicen a otros los cambios que hay en mi vida, y esos otros se sorprenden y preguntan y a mí no me sorprende que enterarse les alegre menos que una pausa publicitaria en el clímax de una buena peli.
Empiezan las preguntas o ničem, inútiles, vacías. La gente se cree super-original cuando te repiten las mismas preguntas que ya has contestado a todos los curiosos anteriores (porque lo que sienten no es interés por ti, sino curiosidad que dista mucho de ser la de un amigo). Entre todos los puntos de la entrevista, hay uno que, de por sí, no esconde malicia alguna, sólo ignorancia, y que parece ser la favorita de los pragmáticos, a saber:
- Y cuando acabes, ¿qué es lo que vas a conseguir?
Sí, es una pregunta que también hago a veces; es una pregunta que te hace también gente que te quiere bien, gente con interés por ti. Pero el lenguaje no es inocente. Las personas, a veces, sí son inocentes y no se dan cuenta. Cuando respondo, se distingue al inocente cariñoso del gilipollas por su reacción.
- Ya lo estoy consiguiendo. Ya he conseguido mucho. No hago esto por un título.
El inocente, el que me quiere bien de verdad, sin paripés, sonríe, se interesa, a veces incluso me pide que le muestre algo de lo que voy haciendo. El "otro" pone cara de fastidio y cambia de tema sin dejarme terminar la frase.
Y sí, yo entiendo que cada uno tiene sus historias personales, sus problemas, sus complejos, sus necesidades y sus etcéteras. Lo entiendo y lo comprendo, porque estoy seguro de que todos nosotros nos encontramos, en un momento u otro, del lado de los cariñosos o del de los pragmáticos, dependiendo del pie con el que nos hayamos levantado, de la persona que nos hable y del asunto de que se trate. Esto no es una crítica a un comentario puntual, ni a una forma de hablar. Ni es una crítica a ese pragmatismo equivocado en el que, de seguro, todos caemos, como digo. Ni siquiera intenta ser esto una crítica, aunque suene como tal. Y si crítica, que figure sólo para llegar al meollo dando un rodeo, en una adaptación personal mía de los rodeos de Ortega y Gasset.
Esto que estoy escribiendo es mi forma particular de informar.
Llevo ya unos cuantos meses de reciclado personal, de redescubrimiento, de introspección. Pongo nombre concreto a las "cosas" que me hacen sentir bien, que prolongan mi vida, que me ponen una sonrisa que no se me quita ni cuando se me cae la tortilla al darle la vuelta. No sé si será posible tener demasiadas de esas "cosas" que te hacen sentir bien. Sé que aún no tengo suficientes. Sé que aún tengo demasiada rémora a mi alrededor, demasiada gente poniendo peros aun a mi forma de respirar.
Yo sueño por soñar, disfruto soñando. No necesito un porqué ni un para qué. No necesito descubrir los mecanismos de la magia, porque entonces ya no es magia. No necesito destripar a la gallina de los huevos de oro para saber que no habrá más huevos si lo hago.
Hay huevos. Y los seguirá habiendo.
Entiéndase lo que sigue como impregnado de abundante reciprocidad.
A mi alrededor, hoy por hoy, sólo hago sitio a gente que me ayude a progresar. Que me apoye. Que se alegre por mí y sepa demostrarlo. Gente que me sirva de modelo, de ejemplo. Gente que piense en el futuro, que haga planes, que piense en términos de proyectos, que dé pasos en el camino del crecimiento personal. Gente con ganas auténticas de ser feliz, y de ver felices al resto. Gente que sepa que el sueño no se consigue durmiendo, sino viviéndolo en vigilia. Que el sueño ya ha empezado, y es su opción transformarlo en pesadilla o en ligerilla. Que el viaje a la felicidad no lleva a la felicidad, sino a la insatisfacción y el descontento; mientras que el viaje por la felicidad es una meta satisfactoria en sí.
Si todo, todito lo que digo en el párrafo anterior te suena a chino, probablemente hoy no pintes nada en mi vida. Ni yo en la tuya.
Como canta Rosana, "no sé mañana, sé de hoy". Y hoy es el futuro.
Etiquetas:
adversación,
amistad,
crecimiento,
crítica,
desarrollo personal,
estudios,
felicidad,
ilusión,
magia,
pragmatismo,
proyectos,
psicología,
reciprocidad,
sueños,
vampirismo,
vampiros
lunes, 30 de junio de 2014
La verdad es humildad
"La modestia es una enfermedad y hay que erradicarla". J.O.B.M, 1986.
Existe un tipo de humildad enfermiza, en la que uno se rebaja, se humilla sin motivo, acepta la orden explícita o implícita de los demás de no ensalzarse por aquello para lo que vale. Modesto, baja.
Por supuesto que existe otra tendencia enfermiza, que es la de creerse mejor que el resto sin motivo. Supongo que todos los creativos hemos pasado por esa etapa en algún punto de nuestro proceso de aprendizaje. Repito: lo enfermizo es cuando no hay una justificación. Esta puede ser una de las razones por las que algunos (me atrevo a llamarlos inmaduros), aún en la edad adulta, adolecen de una falta de interés absoluta por lo que crea su entorno, amistades incluidas.
Pero yo quería hablar de la humildad, y me voy del tema.
Algo que me ayudó, en su momento, a poner los pies en el suelo, fue una especie de meditación, o más bien de divagación mental en un contexto meditativo - y, aclaro, sin usar drogas de ningún tipo (ni siquiera café o tabaco o, sobra decirlo, alcohol). No quiero entrar en detalles en este momento. La conclusión a la que me llevó aquella experiencia fue que la música, los relatos, los inventos, están ahí fuera, existen sin nosotros; y nosotros, como creadores, somos tan sólo vehículos. No somos la caña, sino el canal. Mis procesos creativos, a menudo, tienen mucho de trance: soy capaz de perder la noción del tiempo, no siento hambre, ni sueño, estoy fuera del espacio físico y, en ocasiones, cuando pierdo el hilo de la creación me siento como si acabara de despertar. Las musas invaden mi cuerpo, lo poseen, lo utilizan y después se van. Suena fatal. Soy un hombre-objeto. No tengo de qué jactarme, mientras que las musas sí que son la caña.
Esto tiene un lado negativo, y es que, para tener una autoestima sana, puede que sea necesario "reconocerse uno a sí mismo lo que uno hace bien, con independencia de lo que crea el resto del mundo". Y si lo que yo hago bien, en realidad, no lo hago yo, sino que se hace a sí mismo a través de mí... ¿Qué mérito tengo yo? La respuesta más rápida, la que mi mente acepta sin discusión pese a la protesta de mis vísceras, es "ninguno". Quizá recuerde alguien escritos míos sobre el sentirse orgulloso de algo. La fuerza de voluntad es algo que nos viene dado, muchas veces - se puede entrenar, pero el ser capaz de empezar ya implica que tenemos una semilla y unas oportunidades que son externas. Igualmente, ser fiel o infiel - el que uno no consiga ser infiel pese a la voluntad de serlo, no es una virtud, sino una característica, y no hay de qué sentirse orgulloso. Tal vez me confunda, y, en cualquier caso, éstos son temas para desarrollarse más en otros momentos (y de los que ya he hablado en otros puntos).
Ahora yo andaba con necesidad de inyección de autoestima. Valeria, mi entrenadora personal me pidió que me reconociera por lo que había conseguido. ¿Cómo, si lo que hago, bien me sale sólo, bien no me sale? Hablando ayer con ella (y ya no sabría decir si la idea la mencionó ella o se me ocurrió), me di cuenta de que, realmente, las musas tocan a todos, a los preparados académicamente y a los que no; y sí, yo estoy haciendo todo lo posible por ser un buen canal para las musas, por un lado, haciendo muchas veces de tripas corazón, teniendo que hacer unos esfuerzos de voluntad de los que no me creía capaz para, estando cansado, estando desanimado, seguir estudiando, seguir escribiendo. Vale, podría estar aún en el párrafo anterior. Incluso en el punto siguiente, que es que estoy siendo un canal efectivo - entiéndase no como "eficiente", sino como "real, realizador", como que estoy poniendo por escrito buena parte de lo que las musas me dictan. Podría disfrutarlo para mí, como he hecho en algunas ocasiones, sin sacar lápiz ni papel, dejando que se pierda o que se vaya a buscar otro canal (esto tiene su lado positivo también, pero ya hablaremos de ello en otro momento).
Resumiendo, he decidido que me voy a reconocer el mérito técnico-existencial: estoy aprovechando al máximo las oportunidades de transmitir el dictado de las musas, sin importarme muchas veces el sacrificio que ello implica. Y no, transmitir no significa hacer público para el mundo entero, sino llevar las ideas al papel, al lienzo, al encerado... en definitiva, llevarlas a la práctica y ofrecerlas a determinadas personas de mi elección.
Y en ese sentido, mal que le pese a muchos, lo importante es que SEPA ;)
Viva el título.
Existe un tipo de humildad enfermiza, en la que uno se rebaja, se humilla sin motivo, acepta la orden explícita o implícita de los demás de no ensalzarse por aquello para lo que vale. Modesto, baja.
Por supuesto que existe otra tendencia enfermiza, que es la de creerse mejor que el resto sin motivo. Supongo que todos los creativos hemos pasado por esa etapa en algún punto de nuestro proceso de aprendizaje. Repito: lo enfermizo es cuando no hay una justificación. Esta puede ser una de las razones por las que algunos (me atrevo a llamarlos inmaduros), aún en la edad adulta, adolecen de una falta de interés absoluta por lo que crea su entorno, amistades incluidas.
Pero yo quería hablar de la humildad, y me voy del tema.
Algo que me ayudó, en su momento, a poner los pies en el suelo, fue una especie de meditación, o más bien de divagación mental en un contexto meditativo - y, aclaro, sin usar drogas de ningún tipo (ni siquiera café o tabaco o, sobra decirlo, alcohol). No quiero entrar en detalles en este momento. La conclusión a la que me llevó aquella experiencia fue que la música, los relatos, los inventos, están ahí fuera, existen sin nosotros; y nosotros, como creadores, somos tan sólo vehículos. No somos la caña, sino el canal. Mis procesos creativos, a menudo, tienen mucho de trance: soy capaz de perder la noción del tiempo, no siento hambre, ni sueño, estoy fuera del espacio físico y, en ocasiones, cuando pierdo el hilo de la creación me siento como si acabara de despertar. Las musas invaden mi cuerpo, lo poseen, lo utilizan y después se van. Suena fatal. Soy un hombre-objeto. No tengo de qué jactarme, mientras que las musas sí que son la caña.
Esto tiene un lado negativo, y es que, para tener una autoestima sana, puede que sea necesario "reconocerse uno a sí mismo lo que uno hace bien, con independencia de lo que crea el resto del mundo". Y si lo que yo hago bien, en realidad, no lo hago yo, sino que se hace a sí mismo a través de mí... ¿Qué mérito tengo yo? La respuesta más rápida, la que mi mente acepta sin discusión pese a la protesta de mis vísceras, es "ninguno". Quizá recuerde alguien escritos míos sobre el sentirse orgulloso de algo. La fuerza de voluntad es algo que nos viene dado, muchas veces - se puede entrenar, pero el ser capaz de empezar ya implica que tenemos una semilla y unas oportunidades que son externas. Igualmente, ser fiel o infiel - el que uno no consiga ser infiel pese a la voluntad de serlo, no es una virtud, sino una característica, y no hay de qué sentirse orgulloso. Tal vez me confunda, y, en cualquier caso, éstos son temas para desarrollarse más en otros momentos (y de los que ya he hablado en otros puntos).
Ahora yo andaba con necesidad de inyección de autoestima. Valeria, mi entrenadora personal me pidió que me reconociera por lo que había conseguido. ¿Cómo, si lo que hago, bien me sale sólo, bien no me sale? Hablando ayer con ella (y ya no sabría decir si la idea la mencionó ella o se me ocurrió), me di cuenta de que, realmente, las musas tocan a todos, a los preparados académicamente y a los que no; y sí, yo estoy haciendo todo lo posible por ser un buen canal para las musas, por un lado, haciendo muchas veces de tripas corazón, teniendo que hacer unos esfuerzos de voluntad de los que no me creía capaz para, estando cansado, estando desanimado, seguir estudiando, seguir escribiendo. Vale, podría estar aún en el párrafo anterior. Incluso en el punto siguiente, que es que estoy siendo un canal efectivo - entiéndase no como "eficiente", sino como "real, realizador", como que estoy poniendo por escrito buena parte de lo que las musas me dictan. Podría disfrutarlo para mí, como he hecho en algunas ocasiones, sin sacar lápiz ni papel, dejando que se pierda o que se vaya a buscar otro canal (esto tiene su lado positivo también, pero ya hablaremos de ello en otro momento).
Resumiendo, he decidido que me voy a reconocer el mérito técnico-existencial: estoy aprovechando al máximo las oportunidades de transmitir el dictado de las musas, sin importarme muchas veces el sacrificio que ello implica. Y no, transmitir no significa hacer público para el mundo entero, sino llevar las ideas al papel, al lienzo, al encerado... en definitiva, llevarlas a la práctica y ofrecerlas a determinadas personas de mi elección.
Y en ese sentido, mal que le pese a muchos, lo importante es que SEPA ;)
Viva el título.
viernes, 2 de noviembre de 2012
¿Qué es el arte?
Una cosa es cómo lo defina el diccionario y otra como lo sintamos. He leído docenas de definiciones de arte, sin exagerar ni un poco, he participado en muchos debates y oído argumentos opuestos. Presento ahora algunos de los puntos que más me han gustado de los distintos debates y definiciones:
- el arte es una forma de comunicación: hay un emisor (o artista), un receptor (o espectador), un medio, un código, un mensaje; de ello se deducen los siguientes dos puntos:
- el arte contiene ideas: reflexiones, filosofía, formas de entender el mundo, ideas políticas, y no sé si incluir aquí los sentimientos o separarlos;
- el arte se (re)produce en la mente del espectador: lo mismo que en todo proceso comunicativo, el receptor tiene que volver a elaborar el mensaje que enviamos, tanto si es nuestro receptor ideal como si es uno accidental; tiene que formar ideas en su mente (que nunca serán exactamente las que enviamos, pero a menudo serán bastante aproximadas);
- el arte contiene normas: es gracias a esas normas que la comunicación es efectiva; pero también hay normas estéticas, que pueden variar con el tiempo; y hay normas que pueden producir una limitación aparente (eliminar una letra del teclado) que fuerzan al artista más allá de sus límites y pueden servir como inspiración;
- el arte no es competición: hay deportistas que son auténticos artistas en sus especialidades, que se basan en competición y en ganar. Sin embargo, y pese a todas las posibles competiciones y concursos artísticos, la finalidad primera del arte no es ganar ni ser mejor que nadie, ni siquiera ser mejor que uno mismo;
- el arte puede servir para ganarse la vida: o dicho de otro modo, el que alguien produzca una canción, una película, un libro, un videojuego, una casa, para sacarse unos cuartos con ello, es perfectamente lícito y no descalifica al arte. Si lo hiciera, los frescos de la Capilla Sixtina, muchas sinfonías de Mozart, catedrales por todo el orbe y tantas y tantas obras no podrían clasificarse como arte, puesto que su origen estuvo en un encargo por parte de alguien dispuesto a pagar por ello;
- las formas de arte se justifican por sí mismas: no necesito música para justificar que la pintura es una forma de arte, ni necesito de la literatura para justificar la naturaleza artística del cine; en caso contrario, estaríamos hablando de una sub-forma de otra.
- el arte te ayuda a entender o comprender el mundo: porque no es lo mismo entender que comprender; y el arte puede ayudar a ambos, dándonos nuevos puntos de vista o profundizando en los que ya tenemos;
- el arte te puede ayudar a ser mejor persona: por el punto anterior, y porque te ayuda a darte cuenta de que no estás solo en el mundo; te ayuda a eliminar estrés, agresividad, y otras cosas que, cuando te cargan demasiado, pueden hacer que, sin querer, las intentes descargar sobre los demás; te enseña a valorar el trabajo de los demás, y a valorar el propio; sin embargo, no es una función primordial del arte;
- el artista y el consumidor no siempre son la misma persona: mientras que todo artista es consumidor de arte, o espectador, no se puede confundir a éste con aquél. Escuchar música no es una forma de arte, ni lo es jugar a un videojuego o vivir en una casa.
Etiquetas:
arte,
artista,
competición,
comunicación,
creatividad,
crecimiento,
deporte,
desarrollo personal,
diversión,
formas de arte,
ideas,
música,
normas,
sentimientos,
técnica
sábado, 18 de agosto de 2012
¿Qué he hecho yo para merecer esto?
Tras unos cuantos años de lucha, consigo encontrar una escuela de composición que me va, que me gusta lo que ofrece, que es compatible con mi trabajo, que me puedo permitir. Quiero apuntarme. Entonces, me llegan unos apuros económicos inesperados, causados sólo en parte por un fallo de cálculo, en parte por unos pagos inesperados, en parte por un ataque de caridad en el peor momento, en parte por una bajada de sueldo, y en parte por dos tres atrasos en sendos otros tantos cobros.
Consigo apuntarme a la escuela, por fin, tras otras peripecias varias, entre otras, que mi banco no quería enviar la matrícula en un solo pago (pese a ser una tercera parte de otros pagos que sí me dejó realizar en su día). Y empieza la aventura.
La aventura de la composición iba a ser más accidentada de lo que yo pensaba. De hecho, lo sigue siendo. Hay que tener un programa (con lo que yo ya contaba) y acceso a Spotify (también contaba con ello). Sólo que en la Rep. Checa no hay acceso a Spotify. Bien, aprovecharé el verano para ello. Pues no: sice tenía acceso a Spotify (que por arte de birlibirloque sigue siendo accesible desde mi ordenador de vuelta a la Rep. Checa -!!!!- ), pero ni las fuerzas, ni las energías,... Fui haciendo pequeños progresos. Intenté comprarme el programa. Problema: la compañía no acepta que se haga el envío a un país diferente de aquél en el que está registrada la tarjeta de crédito. Vale. Intento comprarlo en una tienda física. En la tienda rehúsan darme precios por teléfono, que mande un correo electrónico. Aún estoy esperando la respuesta.
Me harto, compro el programa para que me lo envíen a mi casa, con fecha de entrega el 8 de agosto. Lo entregan el 6, yo en España, pero bueno, al final tuve el programa. Entretanto, había estado escribiendo la música con otros programas (uno diferente y una versión anterior del recién comprado), mientras intentaba contactar con el profesor, pero los emilios se me rebotaban, acusados de ser correo basura por un seleccionador automático.
¡No hay forma de instalar el programa! Resulta que hay que tener Windows Vista Platform Update, que me volví loco para saber lo que era, pero bien: DOS DÍAS actualizando el ordenador, y ni así. Ya me harto, pincho en el icono del punto-exe y me voy. Vuelvo a las tres horas. Sí, ahora me deja instalarlo. Instalado.
Instalado... y funciona. No me lo puedo creer. Ni debería creérmelo demasiado. Acabo el proyecto 3, y para el proyecto 4, simplemente, se niega a funcionar. Léase: se niega a funcionar como debería hacerlo. Los instrumentos que selecciono suenan diferente. Intento diferentes combinaciones, apagar, encender, me niego a pasarme una semana desinstalando y reinstalando, tiene que haber otra manera.
(Ni que decir tiene que después de pelearme unas cuantas horas con el chip, no tengo ni las fuerzas ni el humor para intentar escribir nada, y así van pasando los puñeteros días y mis ideas están sólo en el papel. Y todo esto, que debería hacerme reír, es tan sólo la punta del iceberg).
Intento contactar con la compañía. Aunque tengo derecho a 90 días de apoyo técnico, no tengo ningún código que me permita pasar del contestador automático a un ser de carne y hueso. No me lo han mandado. ¿O lo he perdido? "Introduzca su dirección de correo electrónico y se lo reenviamos". Introducida. "No existe ningún código asociado con esta dirección". ¿Por qué me sorprende? No hay forma de llamar ni de escribir. Tras horas (repito, horas) de navegación por la página web de la compañía, encuentro un lugar en el que puedo enviar una consulta. La envío. Me informan, automáticamente, de que en media hora me llegará un correo electrónico confirmando la recepción de mi consulta. Han pasado 50 medias horas y no he recibido tal confirmación. Y que en 1-2 días laborables, se pondrá en contacto conmigo un ser humano.
Soy impaciente por naturaleza. Tengo una versión antigua del programa, ¿no? Pues a por ella. Otro ordenador,otro SOdW otra versión de Windows (XP en vez de Vista), otra versión del programa, ganas renovadas y una determinación a no dejarme avasallar por las dificultades como pocas veces. Ponme un obstáculo delante y te enseñaré cómo salto.
Por primera vez en todos estos años que lo llevo utilizando, los instrumentos del programa en su versión antigua han empezado a hacer las mismas locuras que me hacen en la versión nueva. Creí que era una pesadilla. No lo era. Y ya no pude evitar llorar.
Si las dificultades nos hacen crecer, peazo de compositor que voy a ser. Y recuerdo: aquí sólo escribo una parte, la más anecdótica. Alguien que me quiere muy mal tiene que estar riéndose mucho en algún lugar de algún universo o alguna dimensión. Que le aproveche. Y que rece.
Consigo apuntarme a la escuela, por fin, tras otras peripecias varias, entre otras, que mi banco no quería enviar la matrícula en un solo pago (pese a ser una tercera parte de otros pagos que sí me dejó realizar en su día). Y empieza la aventura.
La aventura de la composición iba a ser más accidentada de lo que yo pensaba. De hecho, lo sigue siendo. Hay que tener un programa (con lo que yo ya contaba) y acceso a Spotify (también contaba con ello). Sólo que en la Rep. Checa no hay acceso a Spotify. Bien, aprovecharé el verano para ello. Pues no: sice tenía acceso a Spotify (que por arte de birlibirloque sigue siendo accesible desde mi ordenador de vuelta a la Rep. Checa -!!!!- ), pero ni las fuerzas, ni las energías,... Fui haciendo pequeños progresos. Intenté comprarme el programa. Problema: la compañía no acepta que se haga el envío a un país diferente de aquél en el que está registrada la tarjeta de crédito. Vale. Intento comprarlo en una tienda física. En la tienda rehúsan darme precios por teléfono, que mande un correo electrónico. Aún estoy esperando la respuesta.
Me harto, compro el programa para que me lo envíen a mi casa, con fecha de entrega el 8 de agosto. Lo entregan el 6, yo en España, pero bueno, al final tuve el programa. Entretanto, había estado escribiendo la música con otros programas (uno diferente y una versión anterior del recién comprado), mientras intentaba contactar con el profesor, pero los emilios se me rebotaban, acusados de ser correo basura por un seleccionador automático.
¡No hay forma de instalar el programa! Resulta que hay que tener Windows Vista Platform Update, que me volví loco para saber lo que era, pero bien: DOS DÍAS actualizando el ordenador, y ni así. Ya me harto, pincho en el icono del punto-exe y me voy. Vuelvo a las tres horas. Sí, ahora me deja instalarlo. Instalado.
Instalado... y funciona. No me lo puedo creer. Ni debería creérmelo demasiado. Acabo el proyecto 3, y para el proyecto 4, simplemente, se niega a funcionar. Léase: se niega a funcionar como debería hacerlo. Los instrumentos que selecciono suenan diferente. Intento diferentes combinaciones, apagar, encender, me niego a pasarme una semana desinstalando y reinstalando, tiene que haber otra manera.
(Ni que decir tiene que después de pelearme unas cuantas horas con el chip, no tengo ni las fuerzas ni el humor para intentar escribir nada, y así van pasando los puñeteros días y mis ideas están sólo en el papel. Y todo esto, que debería hacerme reír, es tan sólo la punta del iceberg).
Intento contactar con la compañía. Aunque tengo derecho a 90 días de apoyo técnico, no tengo ningún código que me permita pasar del contestador automático a un ser de carne y hueso. No me lo han mandado. ¿O lo he perdido? "Introduzca su dirección de correo electrónico y se lo reenviamos". Introducida. "No existe ningún código asociado con esta dirección". ¿Por qué me sorprende? No hay forma de llamar ni de escribir. Tras horas (repito, horas) de navegación por la página web de la compañía, encuentro un lugar en el que puedo enviar una consulta. La envío. Me informan, automáticamente, de que en media hora me llegará un correo electrónico confirmando la recepción de mi consulta. Han pasado 50 medias horas y no he recibido tal confirmación. Y que en 1-2 días laborables, se pondrá en contacto conmigo un ser humano.
Soy impaciente por naturaleza. Tengo una versión antigua del programa, ¿no? Pues a por ella. Otro ordenador,
Por primera vez en todos estos años que lo llevo utilizando, los instrumentos del programa en su versión antigua han empezado a hacer las mismas locuras que me hacen en la versión nueva. Creí que era una pesadilla. No lo era. Y ya no pude evitar llorar.
Si las dificultades nos hacen crecer, peazo de compositor que voy a ser. Y recuerdo: aquí sólo escribo una parte, la más anecdótica. Alguien que me quiere muy mal tiene que estar riéndose mucho en algún lugar de algún universo o alguna dimensión. Que le aproveche. Y que rece.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)