domingo, 19 de febrero de 2017

Ilusión y falta de esperanza

Ayer me volvió a la mente el tema de la ilusión. Había quedado con una de las personas que más quiero. Tenía mucha ilusión por verla. Hacía un día fresco, pero había llovido por la mañana, por fin, después de varios meses, y era una delicia respirar. En esas, me llegó un mensaje, anunciando un retraso de diez minutos.

Pensé en Pedro Páramo, el personaje de Juan Rulfo, y sus promesas, ésas que no pensaba cumplir ya antes de pronunciarlas, y en cómo esas promesas no-se-cumplirantes van aportando, granito a granito, la montaña de arena de la falta de esperanza de la población. ¿Por qué? En mi opinión, ello es porque son pronunciadas desde la posición de poder de Páramo, y porque su naturaleza de promesas que jamás se cumplirán es de sobra conocida por aquéllos que escuchan.

En otras palabras, inclúyase en un libro de Recetas para matar la ilusión.

Sin embargo, la situación de ayer era bien diferente. Ayer yo sabía que iba a venir. Sabía que no era una promesa vana, sino una oportunidad para prolongar una de los regalos más hermosos de los que disfrutamos los seres humanos: la ilusión. Yo tenía diez minutos más de magia, quizá quince, pero no iba a sufrir ninguna decepción y lo sabía. Y para colmo de bienes, en mis ojos hacía un día perfecto para esperar.

Después de más de 20 años de no oírla ni tocarla, resonaba en mis oídos, fresca, hasta el último detalle, aquella canción, escrita entonces con otro ánimo, titulada "Me gusta esperarte".

Y es que no sólo el enfado me lleva a escribir. La ilusión también hace milagros.