lunes, 30 de junio de 2014

La verdad es humildad

"La modestia es una enfermedad y hay que erradicarla". J.O.B.M, 1986.

Existe un tipo de humildad enfermiza, en la que uno se rebaja, se humilla sin motivo, acepta la orden explícita o implícita de los demás de no ensalzarse por aquello para lo que vale. Modesto, baja.

Por supuesto que existe otra tendencia enfermiza, que es la de creerse mejor que el resto sin motivo. Supongo que todos los creativos hemos pasado por esa etapa en algún punto de nuestro proceso de aprendizaje. Repito: lo enfermizo es cuando no hay una justificación. Esta puede ser una de las razones por las que algunos (me atrevo a llamarlos inmaduros), aún en la edad adulta, adolecen de una falta de interés absoluta por lo que crea su entorno, amistades incluidas.

Pero yo quería hablar de la humildad, y me voy del tema.

Algo que me ayudó, en su momento, a poner los pies en el suelo, fue una especie de meditación, o más bien de divagación mental en un contexto meditativo - y, aclaro, sin usar drogas de ningún tipo (ni siquiera café o tabaco o, sobra decirlo, alcohol). No quiero entrar en detalles en este momento. La conclusión a la que me llevó aquella experiencia fue que la música, los relatos, los inventos, están ahí fuera, existen sin nosotros; y nosotros, como creadores, somos tan sólo vehículos. No somos la caña, sino el canal. Mis procesos creativos, a menudo, tienen mucho de trance: soy capaz de perder la noción del tiempo, no siento hambre, ni sueño, estoy fuera del espacio físico y, en ocasiones, cuando pierdo el hilo de la creación me siento como si acabara de despertar. Las musas invaden mi cuerpo, lo poseen, lo utilizan y después se van. Suena fatal. Soy un hombre-objeto. No tengo de qué jactarme, mientras que las musas sí que son la caña.

Esto tiene un lado negativo, y es que, para tener una autoestima sana, puede que sea necesario "reconocerse uno a sí mismo lo que uno hace bien, con independencia de lo que crea el resto del mundo". Y si lo que yo hago bien, en realidad, no lo hago yo, sino que se hace a sí mismo a través de mí... ¿Qué mérito tengo yo? La respuesta más rápida, la que mi mente acepta sin discusión pese a la protesta de mis vísceras, es "ninguno". Quizá recuerde alguien escritos míos sobre el sentirse orgulloso de algo. La fuerza de voluntad es algo que nos viene dado, muchas veces - se puede entrenar, pero el ser capaz de empezar ya implica que tenemos una semilla y unas oportunidades que son externas. Igualmente, ser fiel o infiel - el que uno no consiga ser infiel pese a la voluntad de serlo, no es una virtud, sino una característica, y no hay de qué sentirse orgulloso. Tal vez me confunda, y, en cualquier caso, éstos son temas para desarrollarse más en otros momentos (y de los que ya he hablado en otros puntos).

Ahora yo andaba con necesidad de inyección de autoestima. Valeria, mi entrenadora personal me pidió que me reconociera por lo que había conseguido. ¿Cómo, si lo que hago, bien me sale sólo, bien no me sale? Hablando ayer con ella (y ya no sabría decir si la idea la mencionó ella o se me ocurrió), me di cuenta de que, realmente, las musas tocan a todos, a los preparados académicamente y a los que no; y sí, yo estoy haciendo todo lo posible por ser un buen canal para las musas, por un lado, haciendo muchas veces de tripas corazón, teniendo que hacer unos esfuerzos de voluntad de los que no me creía capaz para, estando cansado, estando desanimado, seguir estudiando, seguir escribiendo. Vale, podría estar aún en el párrafo anterior. Incluso en el punto siguiente, que es que estoy siendo un canal efectivo - entiéndase no como "eficiente", sino como "real, realizador", como que estoy poniendo por escrito buena parte de lo que las musas me dictan. Podría disfrutarlo para mí, como he hecho en algunas ocasiones, sin sacar lápiz ni papel, dejando que se pierda o que se vaya a buscar otro canal (esto tiene su lado positivo también, pero ya hablaremos de ello en otro momento).

Resumiendo, he decidido que me voy a reconocer el mérito técnico-existencial: estoy aprovechando al máximo las oportunidades de transmitir el dictado de las musas, sin importarme muchas veces el sacrificio que ello implica. Y no, transmitir no significa hacer público para el mundo entero, sino llevar las ideas al papel, al lienzo, al encerado... en definitiva, llevarlas a la práctica y ofrecerlas a determinadas personas de mi elección.

Y en ese sentido, mal que le pese a muchos, lo importante es que SEPA ;)

Viva el título.

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