domingo, 15 de septiembre de 2013

Vals migrañoso

Me decía mi profesor de guitarra, en una crítica muy constructiva, que en algunos pasajes de mis últimas obras hay demasiada cabeza y poca intuición, poco sentimiento (traducido libremente). Ayer, sumido en otra migraña de esas que últimamente me acosan con renovadas frecuencia y fuerzas, sentado al piano, empecé a tocar lo que me iba viniendo.

El resultado es mi Vals migrañoso, opus varioscientosypico. No tengo ninguna intención de escribir más cosas en esa línea, como mucho quizá podría escribir una continuación, pero realmente creo que escribir con los sentimientos no es lo que me va.

¿Qué tiene de particular esta pieza? Pues que uno puede oír las estridencias de Bartók sin su sentimiento tonal (léase: indigerible), la lógica de Blacher sin su ligereza (= machacante), y luego una mezcolanza caótica de dolor de cabeza y de corazón, de tristeza, esquizofrenia, testosterona, somnolencia, más tristeza, desorientación, indolencia (pasotismo). Es una pieza que pertenece a otro mundo, es tremendamente térrea, por no decir inframundial. Es infumable. Me da miedo, un miedo atávico a un animal que llevo dentro, a sólo uno de ellos, uno al que no conozco, y que pertenece a mi lado oscuro.

La pieza me aterra y me fascina a partes iguales. Parece la pieza de ese loco que no creo ser. Huele a podredumbre de civilización.

Lo peor de todo es que, habiéndola escrito sin lógica consciente, le veo la lógica a toda ella.

Escúchala, o peor aún, tócala tres veces seguidas, y quizá te cambie tu forma de entender la música. O no. A mí me ha cambiado la percepción de mí mismo. Estoy como si acabara de abrir los ojos después de que me hubieran abofeteado hasta dejarme inconsciente.

domingo, 1 de septiembre de 2013

Habaděj [hábadyey]

Jo*er qué día. O qué fin de semana.

Ha tenido cosas muy bonitas. Mi visita a mi amigo Marcin o a casa de Klára y su familia. También he conseguido hacer un montón de cosas en casa (lavar la ropa, tenderla, recogerla seca, guardarla en su sitio; limpiar el suelo de toda la casa y pasar el polvo a otra media; clarinete, guitarra, canto, composición; atención a las plantas; ejercicio y más ejercicio; etc.)

Emocionalmente, esto ha sido una montaña rusa. Imaginemos ahora, sin aplicármelo a mi: el que te diga lo mucho que le gustas una casada que te gusta es un hueso duro de roer (y no, no es quien estáis pensando, ni soy yo - de momento), sobre todo cuando no te gusta comer de plato ajeno. El que le venga a uno la chica-que-parece-en-ciernes con un montón de reproches injustificados cuando uno está planteándose cambiar de continente por ella es una patada en el tobillo que te caes. El que tu ex te llame antes de irse de esas vacaciones que contigo nunca podía hacer, y ahora sí puede hacerlas porque para eso ya no estorbas, no mola. El que quieran echarte de una iglesia cuando entras a rezar no parece tener mucho sentido. Y así, con estas líneas generales que podrían aplicársele a cualquiera, yo cambio algunos pequeños detalles aquí y allá y puedo completar la base de tormenta emocional sobre la que se ha ido construyendo mi fin de semana.

Lo de menos ha sido la migraña de hoy, sinceramente.

Y cuando ya estoy para cerrar el ordenador, me llega un mensaje de un gran amigo anunciando una despedida-para-siempre que ha sufrido con un ser querido. Para qué dar más detalles. Seguramente, él preferiría mi fin de semana, con todas sus cosas malas. Y yo lo comprendo. Apretaré los dientes y disfrutaré de mi migraña, de ese recordatorio de que sigo vivo. Y a pensar en las cosas bonitas de estos tres días, que para eso las ha habido habaděj.