jueves, 24 de noviembre de 2016

Call me not my adjectives

—Are you going anywhere for holidays?
—Yeah, I'm going to the United.
—Oh, that is nice. Where will you go there?
—I'll spend some time with my parents in New. I'm so excited, I really want to see the thingy Of Liberty, Brooklyn and other places. Then we want to travel to other states, probably North, South, then through West to North and South.
—Aha...
—Then we will go to New and back to New. What about you?
—Oh, we haven't decided yet. My mother wants to go to New to visit her sister, but my father would prefer to visit his homeland in the United.
—Oh, that's great.
—Yeah, Great or the United, same thing.
—Where's he from?
—He's from upon-Avon. Anyway, I wanted to go to the Democratic for a fair project, but I will have to wait until next *

Lost? No wonder. It is confusing. It sounds stupid. So is it for us when some foreigners keep referring to some places in the Czech Republic using just the adjectives. České Budějovice is Bohemian Budweis, or Czech Budweis. There are only two cities called Budějovice in the country, but dozens, if not hundreds, of cities and/or villages called České, Česká, Český.

Today, someone was trying to convince me that it was correct to say České to refer to Budějovice because many, if not most, people said it. I said "Ok, so to start with, if most people in the world drink alcohol, are you going to? Would you start smoking just because most people would smoke? The fact that a majority does something stupid does not validate it." We could go beyond that: would you like to be called something that is not your name, but an adjective? It is your choice. Back to that within some lines...

It gets even worse: there is an implicit refusal to adapt to the uses of the country you are living in if you refuse to call their cities the way they want. Feel free to do so. Just never complain if they are not friendly to you afterwards. I would not be.

If you are reading this and you think I'm "overdoing it as usual", let me know, so I can call you whatever comes to my mind to see what do you think of it after one week. Also, you'd better not say anything about migrants, because I'm very likely to kick your butt as strong as I can to see whether I can send you out of Europe. If you are not willing to adapt within Europe, you are not the example we want migrants to see when they arrive.

Oh, yes, I'm very upset. And I'm loving it: nothing puts me to write like getting upset.

And now the key to the names of the dialogue at the opening of this post.

United STATES, New YORK, N. CAROLINA, S. CAROLINA, W. VIRGINIA, N. DAKOTA, S. DAKOTA, N. JERSEY, N. YORK.

New ZEALAND, United KINGDOM, Great Britain, U. Kingdom, STRATFORD-upon-Avon, Dem. Republic of Congo, fair TRADE project, next YEAR.

miércoles, 26 de octubre de 2016

La astrología te limita

La astrología te limita: te dice lo que te va a pasar, a quién vas a conocer cuándo y dónde, los problemas que vas a tener en el trabajo, la lotería que no vas a ganar y cuándo habrá una oferta que te interese en el supermercado de la esquina.

Peor aún: la astrología de dice cómo tienes que ser, lo que te va a gustar y desagradar, cómo te comportarás en la cama, quién será tu pareja ideal, cuáles son tus puntos erógenos, qué aspectos de tu salud van a verse más comprometidos a lo largo de tu vida, en qué tienes que trabajar y, en definitiva, los motivos que tienen unos para quererte y otros para no soportarte.

La astrología te dicen unas cosas que no es de extrañar que no te la creas. Cómo va uno a creerse semejante payasada. Y es peligrosa

Yo no creo en nadie que me limite sin motivo. Cierto, creo en la física pese a que no me deja levitar, y en la química que no me deja poder realizar la respiración celular a base de azufre. Pero cuando la cosa llega a aspectos de mi vida en los que yo creo poder influir, a quien intenta decirme que no puedo lo mando al guano.

Así que no me extraña que hables así de la astrología. De la tuya.

A mí, la astrología no me limita.

A mí, la astrología me avisa de ciertas tendencias en mi comportamiento que podría evitar mejor si fuera consciente de ellas. Me anima a ver si es cierto o no. Me anima a explorarme como persona (quizá esté en riesgo de volverme paranoico), como profesional (aún no he probado la política, probemos), como ser biológico (prueba a tocarme las narices, que dice el libro que me va a gustar). Me ayuda a tolerar mejor a los demás (me ha llamado individuo, pero seguro que ha sido sin mala intención, lo lleva en su signo). Mi astrología me avisa de ciertos límites que podría haber para que no me tropiece con ellos y pueda volar más alto (si no levantas el pie al tercer paso desde el portal, pegarás una patada a un perro, sin querer, te morderá y morirás de septicemia).

La astrología, a mí, me hace mejor persona. Y es llamativo que haya tantísimos entre quienes se interesan por el crecimiento personal (más que por el profesional, el económico o el académico) tengan, cuando menos, curiosidad por saber si la astrología les puede ayudar en esa empresa.

En mi opinión, la astrología te limita si la malinterpretas. O si alguien la utiliza con fines. O, por

La astrología bien entendida no te limita: te libera. Y eso es algo que las altas esferas no van a querer que suceda nunca.

Lo cierto, empero, es que la sociedad necesita unos pocos librepensadores. No demasiados, porque entonces el tinglado se nos va al traste; pero sí unos pocos.

Lo mismo que no es ciencia todo lo que presume de serlo, a saber a qué payasada estás llamando tú astrología. Pero como eso le viene bien a la sociedad de la que disfrutamos tú y yo, tú sigue creyendo que tu astrología es una kk, que me parece genial. Yo te animo a que sigas así. Y te respeto.

Lo que no sé es si esta entrada me venía en el horóscopo de hoy... Mira que si no aparece y la tengo que borrar...

miércoles, 10 de agosto de 2016

Las dos Españas

Como cada año, cuando voy a España de vacaciones, veo de golpe todos los pequeños cambios que se han ido produciendo en la sociedad durante el año, algunos asomando, otros ya institucionalizados, otros en plena cúspide de moda pasajera que no se repetirá al verano siguiente.

Con la crisis, cada año era diferente. No necesariamente en este orden, hubo el año de la queja constante por todo y muchas veces sin fundamento (gente que se me quejaba de que no podían llevar el mismo ritmo de vida porque les habían quitado una de las dos pagas extras y les habían bajado el sueldo neto a 1.700 €... mira, vete a quejarte a otro). Hubo el año en el que la gente hacía comentarios crueles sobre todo aquel que estaba triste o que era diferente. Hubo el año de los piratas de la carretera. Hubo un verano en el que todo el mundo hacía comentarios sexuales, como si fuera el último verano folgable de la historia. Hubo un verano en el que, en Cantabria, muchos decían que mejor estarían unidos al País Vasco, para negar al verano siguiente haber dicho nada semejante o, incluso, la posibilidad de que ningún montañés pudiera decir eso en voz alta.

Divertido.

Lo que no es divertido es ver profundizarse la zanja entre las dos Españas. Siempre ha estado ahí, claro; pero es preocupante ver que te deja de hablar la gente en el momento en el que no quieres hablar de política; o que un lado acusa al otro justamente del mismo extremismo que él mismo practica. Derechas e izquierdas critican en los medios que se haga apología de su pasada a cuchillo, pero en los corralillos hablan igual que las publicaciones que no quieren leer. Va subiendo y subiendo el nivel de crispación y nadie quiere ver que todos están contribuyendo a ello, que todos ponen, no su granito de arena, sino su piedra de molino. Y sí, entiendo el enfado de toda la población, y entiendo la crispación de unos y otros. Y entiendo que, al sentirse todo el mundo impotente frente a las fechorías de la clase política, arremetan contra quien sí pueden: el otro. Lo entiendo, pero no quiero caer en lo mismo.

Y así, cuando yo no quiero hablar de politica ni escuchar peroratas cargadas de violencia hacia el otro, la gente me deja de hablar. O me atacan. Sólo por querer cambiar de tema. Algunos se sienten atacados y en mi silencio encuentran complicidad con el que llaman atacante, parece ser; pero no es eso. Y no creo que explicarlo sirva de nada.

No comprendo los ataques a cristianos ni a ateos. No comprendo los ataques a españolistas ni a catalanes. No comprendo los ataques a los heterosexuales ni a los homosexuales. No comprendo que a los políticos se les deje en paz mientras se amenaza al vecino, que es tan víctima de lo que sucede como el resto. No comprendo y hay un punto en el que dejo de entender o aceptar.

Este año, me he vuelto muy, muy triste de España.

martes, 9 de agosto de 2016

Esquemas mentales

Hace unos años estaba yo en crisis interpretativa, digamos que en lo más profundo de ella, sin entender por qué no quería cantar o tocar en público, sintiéndome mal por ello y haciéndome un montón de esas preguntas que los creativos nos hacemos a veces con mayor, menor o inexistente fundamento.

Y coincidió que alguien me hizo un favor tremendo: intentó convencerme de la forma equivocada. Había más gente intentando convencerme, y yo dije que tocaba para mí, no para el resto del mundo. Esta persona me llamó egoísta, diciendo que si Dios me había dado dones, era para compartirlos. Ahhhh. Ya. No había caído. Supongo que no estoy compartiendo ningún otro de mis dones.

No, no fue eso lo que contesté. No imaginemos.

Lo que respondí fue que ya compartía otros dones, y que estaba en mi derecho de dejarme alguno para mí, lo mismo que el resto del mundo se deja cosas para sí, y que no es egoísmo. Que prefería bailar desnudo delante de una audiencia que cantar y tocar (lo cual era cierto), y que si no estaba dispuesto a bailar desnudo, mucho menos iba a cantar o tocar. El otro siguió con que yo era egoísta y yo con que estaba en mi derecho.

Esa misma persona defendía que la antigua sinagoga de Hluboká nad Vltavou estuviera abierta al público, con o sin el consentimiento de su actual propietario, porque era un bien que pertenecía a todos. Y yo no estaba ni estoy de acuerdo, porque es un inmueble del que su propietario cuida, y porque me parece un desatino decidir sobre la propiedad privada así, sin conocer las circunstancias. Otro gallo le cantaría al asunto si el inmueble estuviera en riesgo de ruina—entonces sí que impondría (como cacique local o como gobernante) un "o lo cuidas, o me dejas que lo cuide, o me lo vendes a precio de mercado, o te lo expropio por lo que me parezca, te cuento hasta tres".

Esta persona ha sido fuente de inspiración en numerosas ocasiones y me ha ayudado a darme cuenta de muchas cosas. Hoy recordaba el asuntillo del cante y pensaba que igual debería haberlo afrontado de otro modo. Algo así como:

—A ver, ¿tú que prefieres, cantar y tocar, o hacer un strip-tease?
—¿Qué clase de pregunta es ésa?
—Contesta, ¿qué prefieres?
(no creo que contestara, pero eso ya llevaría a un cambio de tema que sería una victoria, en sí)
(supongamos, empero, que...)
—Cantar y tocar, ¡por supuesto!
—Vale, yo prefiero hacer un strip-tease. Tú quieres que yo cante y toque. Yo canto y toco si tú haces un strip-tease.

Lo que vendría a continuación sería el comentario que me hacen tantas veces de que "lo llevas todo a los extremos", sin darse cuenta de que yo siento que me llevan ellos a esos extremos cuyas características tan poco les gustan. Ni se dan cuenta de que el hecho de que ellos estén convencidos de su "normalidad" no garantiza que esa normalidad sea lo más deseable ni la única forma de normalidad aceptable. Entre otras darsecuenteces.

Y sí, mis comparaciones tienen un toque relacionado con el pudor sexual harto frecuentemente. Quizá porque mi sentido del pudor se extiende a campos en los que otros no tienen ni pizca de vergüenza. Especialmente cuando soy yo al que exponen, no te jode.

Me estoy calentando yo solo recordando, y no entre las piernas, precisamente. Una pena, yo que pensaba escribir una bitácora de paz, armonía, perdón, tranquilidad y buenos alimentos...

Buenas noches.

Notas sueltas - el verde.

Hoy fuimos Jana y yo a cazar planetas. Vimos Marte, Júpiter y Saturno, por ese orden, y se nos escaparon Venus y Mercurio. Para compensar, vimos la franja verde del atardecer. Y digo "vimos", en primera del plural. Primero le pregunté si lo veía. Me dijo que no y me miró extrañada, como diciendo "Ahí no hay verde". Le enseñé a verlo, y a los dos nos hizo ilusión que lo viera.

¿Tonterías? Según para quien. Ha hubíu vecis en que los necios se han conjurado para reírse de mí diciendo que no había verde, igual que se han reído cuando he mezclado determinados ingredientes o contado determinadas historias, porque a los gilipollas les encanta reírse en grupo de alguien que sabe más que ellos.

A veces, sin embargo, alguien se salva de la quema. Como cuando Rosie C, por sabiduría, por amistad, por pena, por llevar la contraria al grupo, por simpatía, ¡quién sabe por qué motivos! decidió probar aquella mezcla que yo me estaba tomando de postre, y su comentario hizo callar al resto.

Y es que a veces se necesita sólo de uno para romper una conjura de necios. Sí, el proceso es similar al traje nuevo del emperador; sólo que, en este caso, no es la inocencia quien habla, sino la sabiduría, el conocimiento, la caridad, la bravura, la amistad, la protesta o todos ellos.

Por supuesto que luego están los "cualquieralovés": "no has descubierto nada nuevo, todo el mundo lo ve, yo siempre supe que estaba ahí" etcétera. Ya. Pero tú nunca intentaste trasmitir ese conocimiento que, en mi experiencia, tiene muy poquita gente (entre otra cosa porque tú mismo/a negabas que hubiera verde hasta que alguien dijo que también lo veía).

Acostumbrado como estoy a conjuras, a gente tóxica y a estúpidos acuerdos tanto tácitos como explícitos, el que alguien decidiera no llevarme la contraria y disfrutara del secreto compartido ha sido maravilloso. Gracias, conjuradores. Gracias, necios/as. :)

Yo sigo viendo el verde, entre otras cosas porque sé que está ahí, y lo descubrí yo, así como la forma de aprender a verlo. Nadie me lo ha contado. Y veo los colores bien (me he hecho la prueba, harto ya de oír a demasiados necios que veía mal los colores).

Y el Danubio no es azul.

lunes, 13 de junio de 2016

Pensamiento rápido sobre Orlando.

Me iba a haber puesto una bandera en las redes sociales, pero entonces se me ocurrió que...

No sé por qué me hace sentir incómodo el uso de la bandera del arco iris con relación a la matanza de Orlando. No se trata de si han muerto homosexuales, heterosexuales o quién, yo siento que han muerto personas y algo dentro de mí rechaza ponerles una etiqueta. Podéis pensar "Jorge, bien que te pusiste la torre Eiffel cuando lo de París"... Sí, también lo he pensado. En fin, vaya esto sólo como otra reflexión de los millones que habrá estos días sobre el asunto...

martes, 7 de junio de 2016

Actos incomprensibles

Hay actos que nos parece que no nos pertenecen. Los juzguemos en otros o no, simplemente a nosotros no nos sale "cometerlos". Cada cual que piense en el suyo: tirar un papel al suelo, orinar en público, robar, gritar, pegar un azote a un niño...

Y sí, somos muchos a los que no nos gusta orinar en lugares "al descubierto", por así decir; pero si nos vienen las ganas bien apretadas, la necesidad se antepone a la vergüenza.

También somos muchos los que creemos que no se debe robar, y empezamos por no hacerlo nosotros. Sin llegar hasta tener hambre de la buena, a uno le puede pasar que se encuentra estudiando un programa de estudios donde cada clase está hasta a dos o tres kilómetros de la anterior, por no mencionar el comedor; y siendo un gran aficionado al ciclismo, se descubre mirando las bicis ajenas con ojos golositos... y sabe que, o se agencia una de segunda mano en el bazar más próximo, o se agenciará el biciclo del prójimo a la primera oportunité, caballé del al plumé.

Y todo esto me viene a la cabeza porque siempre tiro el chicle a la papelera. Pero hoy me puse un chicle en la boca justo después (feliz idea, manda portales) de haberme comido un puñado de cacahuetes. El chicle se me deshacía en la boca mientras iba en bicicleta a toda prisa. Sentí la náusea cernirse sobre mí. Sin pensar, escupí el chicle. Sobre la hierba. Sí. Debajo de la ventana del bloque de al lado (donde vive un montón de conocidos). Y el chicle, deshaciéndose como estaba, se quedó pegado al vuelo a un tallo herboso, alto, adornando el sendero y la vista desde las ventanas de mis conocidos, como un monumento al japo inocultable que yo estaba seguro se vería relumbrar día y noche como un grafiti fluorescente y tridimensional que anunciara que hoy pasó por allí el Jorge haciendo el chon como nunca, qué vergüenza, estos españoles, ya me parecía a mí un tío raro, te dije que cualquier día hacía una así, ¡linchémoslo!

Supongo que cosas de ésas, donde el instinto y los apetitos desaforados toman el control de nuestros actos, nos pasan a todos desde los planos más inocentes a los más serios. Yo ya tengo mi reflexión de hoy... o una de ellas. El resto irán a otro lugar.

Como el chicle.

miércoles, 4 de mayo de 2016

"No" means "NO".

If the girl says no, it means NO.
If the girl does not say yes, it means NO.
If you insist and insist and insist, any answer (even a yes) means NO.
If you use any way to force the yes out of her, it means NO.
If you play victim, if you use emotional blackmail, if you manipulate, it's a NO.
If you mock her, if you threaten her, it's a NO.
If you disqualify any person that may support the girl in her refusal to comply or you make her feel insecure in any other way, it's a NO.
If you in any manner try to prevent her from discussing the matter with anyone, it is a NO.
If you bring her to any place where she will feel she cannot ask for help, it is a NO.
If you use your friends, or her friends, or anyone to convince her instead of you, it is manipulation and it is a NO.
If you use any (or similar) of the following sentences: 
- I'll leave you
- This is the normal thing
- Everybody does it / You're weird
- I thought you liked me / loved me
- C'mon, don't be so prudish
- You know you want it
- They don't know what they are talking about
........ any answer she gives you means NO.
And if you get a NO, implicit or explicit, and you go on, you are a rapist and your balls should be chopped off.
Agree? Disagree? If you like the topic, don't share here, bring it to some chats in real life for discussion. You may find some hidden rapists around you defending their position.
Girls, be warned: the above mentioned are just examples of the endless strategies that some hidden harassers and rapists will use to make you feel sorry for him and guilty at the same time. That ensures your silence. Remember also that, if you need to wait, it is your right; and if he does not want to wait and says he may leave you, then he was not worth it. If someone cannot wait for your body, that means that your soul does not satisfy him, so what is he is interested in then? Not you as a person. Get rid of him and make a space for a better one to come. 
Boys, no matter how complicated you may think, feel, or believe girls are, when it comes to sexual approach they are quite simple. Only a non-imposed "yes" means "yes".

miércoles, 20 de abril de 2016

Otro de mentiras: de superotros y subegos.

En algunas versiones de los diez mandamientos, no aparece el "No mentirás" que tenemos todos tan asumido, sino "No dirás falso testimonio" o "No calumniarás a tu prójimo". Algo en esa línea, vamos. Que puedes decir una mentira piadosa. Que puedes mentirte a ti mismo. Llevado al extremo que presenta Sam Harris, que, admitiendo la posibilidad de matar a alguien en defensa propia, también puedes decir una mentira para escapar de un peligro inminente. Y no pasa tanto.

Y yo hoy me preguntaba por qué cierta persona me negó ayer el saludo... vamos, que directamente ignoró mi presencia. Sin ir a nombres, resulta que dicha persona está en una relación destructiva. Y resulta que su pareja, el agente de destrucción ajena, sabe que yo tengo su esencia calada. Por tanto, teme que me meta en un juego en el que no pensaba meterme (ni creo que lo haga). Ese temor, en alguien que miente más que habla, probablemente produzca un único tipo de conducta: la mentira. Ahora bien, quien provoca ese temor, en sus ojos, no es su reprobable actitud, sino el que alguien pueda levantar la tapa. Hay que impedir que la tapa quiera ser levantada. Hay que conseguir que la tapa huya de la mano antes de que la mano siquiera se acerque, con la intención que sea.

Es lógico. Es harto probable. Sin embargo, no tiene por qué ser cierto. O no todavía.

Hay que conseguir que el otro parezca alguien inferior a quien uno es. Lo vamos a transformar en sub-ego. Su calidad humana no nos llega a la altura del betún, y es mejor que no le hables. Que te enfades con él antes de decir jau. Que lo evites.

Eso se puede conseguir también con un super-otro. Un superhombre que nos viene de perlas. Hace años, una chica de nuestra Tribu se puso a salir con un compañero mío de mili. Hasta ahí, nada de particular. Sabíamos que él había tenido una novia, parece ser que lo habían dejado, etcétera, nunca la conocimos en persona (véase mi bitácora anterior y reflexiónese sobre el cuán en serio te tomas una relación, si no estás por presentar tu pareja a tus amigos y familiares). El caso es que nuestra amiga y mi compañero comenzaron a verse más a solas y menos con el resto de nosotros, que seguimos haciendo nuestra vida, sin más.

Un tiempo después (tiempo de aquéllos, en que las semanas eran como nuestros años de hoy) conocimos a dos chicas. Muy, muy majas. Quedamos una vez, y otra, y una más, ya salían con nosotros, lo pasábamos muy bien charlando, bailando, todo muy inocente y, hasta cierto punto, superficial. Mas hete aquí que, un día, coincidimos con un conocido común. Otro compi de mili. Una de las chicas, de pronto, me dijo

—Así que tú eres el famoso Jorge, después de todo...
—¿Qué famoso Jorge?
—El amigo de (mi compañero de mili). Te imaginaba totalmente diferente. Si supieras cómo habla de ti, que si Jorge hace esto, que si Jorge hace lo otro, Jorge es maravilloso, no puedo quedar contigo porque he quedado con mi amigo Súper Jorge... No te haces idea de lo que yo odiaba al Jorge que me presentaba.

Sí, puede que mi ego engordara. Pero aquello no era más que una mentira. Y supongo que se ve clara su finalidad. La chica ató cabos rápidamente. Nosotros aún no sabíamos nada.

—Así que vuestra amiga "Y", ésa a la que aún no conozco porque está siempre con su novio... ése con el que está saliendo... es mi novio —concluyó la chica.


Hay varias diferencias entre los dos casos que presento. El primero, en esta ocasión, es sólo un temor mío, una sospecha, fundada tan sólo en mi conocimiento de los actores... y en haber visto suceder algo parecido en múltiples ocasiones, ya que es lo más fácil: poner al otro pingando. El segundo caso es un hecho, y es relativamente menos frecuente: conseguir que odien y eviten a alguien a través de elogiar a ese alguien. Por otro lado, ambos casos coinciden en que, para elaborar la imagen ficticia del otro, uno bien puede basarse tan sólo en los fragmentos adecuados de la verdad. Vamos, que para qué decir mentiras, si se puede engañar con hechos parciales.

Presentar a otro como un super-otro puede crear una figura abstracta odiosa a la que los demás no quieran conocer. No hace falta poner al otro a bajar de un burro: nuestra mentira nos estará encaminando a nuestro objetivo — que, como en el primer caso, está ligado a un ligue de temporada.

Pero el que es mentiroso no cambia. Al menos, yo no creo que lo haga. No digo que alguien no necesite mentir en un momento dado de su vida, o una temporada; no es lo mismo mentir que ser mentiroso, al igual que no es lo mismo tener el pelo rubio y ser rubio (por citar un color). Y hasta ahí, nada en particular: miente lo que quieras sobre tu vida, sobre tus sueños, sobre tus hechos, sobre tus habilidades. Si es pecado o no, la mayoría de eso no será delito salvo que estés declarando en un juicio. Pero mi reputación, en positivo o en negativo, déjala tranquila—porque la calumnia es pecado y es delito. Y no creo que esa coincidencia sea casualidad.

martes, 19 de abril de 2016

Vergüenzas ajenas

Uy, qué horror, el de los tiempos aquéllos en que nos veían nuestros amigos con nuestros padres... O nuestros padres con aquella chica que nos gustaba... O nuestros amigos con esa amiga, o nuestra amiga con aquel amigo... Qué horror. Menos mal que ya no tenemos quince años y no tenemos que presumir de amigas guapas y de amigos guays y de padres jóvenes con espíritu moderno y comprensivo.

Ahora somos adultos, ¿no?

Ahora llega el momento en el que tenemos que comprender que no es lo mismo ser (según para quién) un profesor guay en el colegio y que las (y los) estudiantes vengan a hablar contigo en los pasillos o se sienten a tu lado a la hora de la comida o se apunten a éste o aquel evento que organizas o todo ello y más... No es lo mismo eso que encontrarse con el profe de forma inesperada en un espacio público donde, lo siento, eres el enemigo y me da vergüenza que me vean hablando contigo.

Porque todos hemos tenido quince años ☺. Y el primer pensamiento es... ¿qué está pasando? ¿He hecho algo mal? ¿He dicho algo inoportuno? ¿He llegado en mal momento?

Sí, Jorge: has saludado a quien no debías (desde su punto de vista) quince o veinte años antes de tiempo. Y no, no eres tan guay. Creído, sí, pero guay, pues no. O no lo suficiente, tío. Comprende.

Y yo comprendo y reflexiono pero sin darme cuenta, porque con la misma he apartado el encuentro de mi cabeza, al menos de forma consciente. Por los caminos subconscientes del pensamiento, entro a la piscina y mientras nado, reflexiono sobre la vergüenza de que nos vean con alguien. Porque coincide que, antes de este encuentro, he visto a cierta persona conocida en grupo con otras y no he saludado por miedo a que le diera vergüenza que saludara (qué cosa más tonta... pero a veces pasa). Zambulléndome, doy un salto a un vacío neuronal del que salgo por peteneras, pensando en cuándo uno ama de verdad. Parece que no tiene nada que ver; pero hoy por hoy, cuando quiero a alguien (como amor romántico, platónico, paternal, filial, fraternal o de amistad, por citar algunos), quiero estar con esa persona, y me da igual quién me vea con esa persona, porque no me avergüenzo de estar a su lado y de haberla elegido para que pertenezca a mi vida, ni me avergüenzo del cariño que siento por ella. ¿Sí?

¿O no?

Pues no siempre. De pronto, me descubrí a mí mismo haciendo repaso mental de gente junto a la que hace años, quizá, me daba vergüenza que me vieran. Encontré dos grandes grupos. En uno de ellos, era por el comportamiento de esa gente. La gente cuyo comportamiento me avergüenza es gente a la que he ido descartando de mi vida, gradualmente. Y es que quiero tener compañía de calidad. Quiero que me identifiquen con gente de comportamiento cabal – aunque no siempre actúen de una forma con la que yo esté de acuerdo, pero que sean al menos coherentes con su propio código moral, que sean nobles, sinceros, constructivos, creativos, empáticos... por citar algunas características que valoro y de las que me gustaría contagiarme algún día.

Había (a lo peor, hay) un segundo gran grupo, que es el de aquéllos cuyo aspecto me hacía sentir incómodo en presencia de terceros. En este caso, lo que me hace avergonzarme no es el aspecto de los primeros, sino... el juicio de los terceros. Léase, que esos terceros, en realidad, caen en un grupo parecido al antes mencionado. Todavía no he llegado a la altura moral de que me avergüence que me vean con dichos terceros, pero como me siento incómodo cuando me ven con, llamémosles, mis queridos feos, y mis queridos feos son más importantes para mí que los criticones gilipollas bebidos de sí mismos, pues prefiero verme con gente fea que con gente tonta, y mi criba, nuevamente, me libera de gente cuya actitud (se comporten como se comporten), cuya opinión, está en disonancia con mis valores. Prefiero que me vean con gente del aspecto que sea que con gente snob.

Y digo mis queridos feos para que se me entienda. Primero, yo no quiero a gente fea, quizá porque mi concepto de belleza es diferente del de la mayoría. Y segundo, la belleza del alma es mucho más importante que la belleza del cuerpo. Y es un valor más estable, que aumenta con el tiempo, que se contagia (a veces), que se ve físicamente más y más cuanto más avanza el tiempo.

Un pensamiento tras otro, pensaba en que, cuando quiero a alguien (en cualquier tipo de relación social o personal), me gusta presumir de esa persona, que mis seres queridos se conozcan entre sí. Y sí, a veces un niño puede hacer algo... inesperado y que tú no harías, pero no es vergüenza lo que sientes, porque siempre tienes ese cariño del que presumir. Análogamente, cuando uno se enamora, debería querer que su pareja se conociera con la gente importante de su vida. Ahora bien, ¿y si la otra persona (pareja o no) no quiere presumir de ti, quiere esconderte de otras miradas, quiere esconderse de sus conocidos cuando está contigo...?

Uyyyy. Sospechoso. Puede haber muchos motivos. Uno es que la persona sea un vástago tuyo en plena edad del pavo, y entonces, retírate, pringao, no se lo hagas pasar mal. Otro es que sea alguien muy, muy mentiroso que teme que se le descubra algún pastel. Otro es que esa persona, en realidad, no te aprecie tanto como te quiere hacer creer. Y hay muchos motivos más.

Y también puede ser que, aunque tengas el cuerpo de un dios griego visto por el Greco, no sea la ocasión más idónea para ver tu cara de momia egipcia. Vete a tu urna en el museo y no te preocupes si el público no aprovecha la entrada gratuita. Ya vendrán días mejores. Aprovecha para descansar. O para escribir en tu bitácora. Por ejemplo.

sábado, 16 de abril de 2016

"Las carreteras son para los coches"

... y otras lindezas. Ayer le pregunté a una conocida si tenía planeado hacer excursiones en motocicleta (motociclista de pro como es), y entre unas cosas y otras acabó despotricando de los ciclistas como yo. Que los ciclistas tenían que quedarse en los carriles-bici, y no andar molestando en carreteras.

Opté por una actitud prudente en la conversación, porque a algunos dogmáticos, algunos días, se los ve venir de lejos. Es como cuando oyes a un gitano despotricar de los homosexuales o a un homosexual de los gitanos: a ver, espabila, que estás pidiendo comprensión y derechos para tu minoría mientras atacas a otras minorías que también necesitan defender sus derechos. Y el hecho es que los motociclistas son una minoría que molesta a mucha gente, constituyen una minoría que molesta con su ruido y su comportamiento (percibido por no pocos como una temeridad, cuando no una amenaza, dentro del uso responsable de las carreteras y otros espacios públicos) y que no somos pocos los que prohibiríamos su uso en una gran cantidad de espacios (p.e. plazas, pueblos). Ya escribí hace años el guión para un corto de cine en el que mostraba mis sugerencias al respecto. Y sí, hoy veo aquellas sugerencias como radicales; pero el hecho es que muchos motoristas suponen, aún hoy, un riesgo para la salud pública, con sus ruidos, sus humos, sus maniobras inesperadas y que no se ven venir, etcétera (hay otros puntos más serios, pero no es de eso de lo que quiero hablar).

Seguía mi conocida con la matraca de que los ciclistas suponen un peligro por sus maniobras inesperadas (ehm... un motociclista que te adelanta a 200 Km por hora y al que no ves venir, supongo que es algo esperado por cualquiera en cualquier lugar y momento del día). No acertaba ella a ver que una de las obligaciones de cualquier conductor, sea del vehículo (motorizado o no) que sea, es adaptar su velocidad a las circunstancias de la carretera, y que estas circunstancias incluyen, nos guste o no, a otros usuarios que estaban en donde fuere antes de que llegáramos nosotros.

Y es que el argumento de "las carreteras son para los coches" no es válido desde el momento en el que las personas son más importantes que los coches. Porque, a ver, cuando nos compramos un coche, ¿lo hacemos por el coche, para que el pobre tenga quién lo conduzca? ¿O lo hacemos, en cambio, por nosotros, para tener una vida más cómoda? Los coches son para las personas, lo mismo que las carreteras. Y si fueran para los coches, entonces las motocicletas tendrían tan poco que hacer en ellas como las bicicletas. O menos, incluso, porque un choque contra un ciclista supone para la salud de cualquier conductor de un coche un riesgo mucho menor que el choque contra una moto.

Como ciclista, intento pensar en los otros usuarios de la carretera, y no sobrepasarme en mis derechos. Me irrita, cuando conduzco, ver, como he visto, a dos ciclistas que ocupan toda la carretera y no te dejan adelantar ni con línea discontinua y una visibilidad de varios cientos de metros, porque toda la anchura de la carretera es poca para ellos, en lugar de ir, dejme tomu, ocupando un carril entero pero permitiendo adelantar por el otro. Y me irrita el comportamiento desconsiderado de los ciclistas porque seguimos siendo minoría, no tenemos tantos espacios, no tenemos tantos derechos, y que haya gilipollas abusando de los pocos derechos que tenemos nos hace flaco favor en la línea de conseguir nuevos derechos.

Habiendo dicho eso, el principal perjudicado en un accidente con un ciclista suele ser... el ciclista. Es el más vulnerable de los conductores. Al mismo tiempo, es el que menos contamina, sea acústica o atmosféricamente. Es, de todos los conductores, el que más está haciendo por su salud y por la salud de otros usuarios de las comunicaciones de cualquier tipo, y por el medio ambiente. Potencialmente, es, con su mejor estado de salud (y salvo accidentes), el que, cuando envejezca, va a necesitar menos recursos de ese sistema socio-sanitario que pagamos todos de nuestros impuestos. Y hablando de impuestos, las carreteras se pagan también de los impuestos que pagan los ciclistas. Cierto, este argumento justificaría que los coches y las motos circularan por los carriles-bici; sin embargo, la ley permite a los ciclistas circular por las carreteras.

Y en las carreteras como en el mar, el grande es el que tiene que tener más cuidado de no aplastar al pequeño.

Las carreteras son para las personas, no para los gilipollas, usen el medio de transporte que fuere.

lunes, 25 de enero de 2016

Lying and trust

This may be difficult to believe for some, but that warm feeling we get when someone tells we are trustworthy is not universal. There are, of course, those who feel overwhelmed and do not understand what others see in them to consider them so worth their trust—and there are also those who see it as a triumph... a different triumph.

There are people for whom lying is a way of living, enjoying, playing—and yes, they are playing with people, but one would say they do not care. When they lose someone's trust, they do not feel sorry in the sense we normally understand of "oh, no, the other one loves me a bit less now", but instead in the "oh shame, I've lost a dumm one to fool". They have not lost a friend, a lover, a spouse, but a victim.


We could certainly start questioning the reasons why those people are that way and whether there is some way to change them (provided it would be the right thing to do). I do not know the remedy. Neither do I know whether they are happier or less happy than those who feel great when seen as deserving others' trust, because this trust implies a responsibility that can be heavy at times and may also bring some stress under certain circumstances... stress that is unknown to the liar.

Every single step towards gaining another person's trust means, for this liars, a roller coaster which is just a bit higher... another meter... and yet another one... And the higher they get, the higher the adrenaline level too, the bigger their excitement, unconscious of any risks. And so, life is just a big fun park. The fact they do not have a real home to come back to, or they lack profound friendships, is no worry for them, because the day they are not allowed to get on this rollercoaster they will simply look for another atraction. Who cares. There are lots.

I keep giving opportunities to many people whose behaviour is clear to me. Call me naïve, trusting, optimist. I give opportunities, though, up to one point. From that point on, sometimes I just play the role of a believer without believing anymore, questioning every look, every smile, every favour, every presence and absence. But in the end, I pull those people out of my life. One cannot have enough good role models in life, to start with. And last but not least, I just want authentic people around me. More and more. And just those.

Mentiras y confianza

A algunos puede resultarles difícil de creer, pero el sentimiento de halago cuando nos dicen que somos dignos de confianza no es universal. Están, claro, los que se sienten abrumados porque no entienden qué ven los demás en ellos para considerarlos tan dignos de confianza. Y también están los que lo ven como un triunfo... diferente.

Hay gente para la que la mentira es una forma de vivir, de divertirse, de jugar – y sí, están jugando con personas, pero se diría que les da igual. Cuando pierden la confianza de una persona, no se sienten apenados en el sentido que entendemos normalmente de que "parece que el otro me quiere menos", sino, antes bien, en el de "miércoles, he perdido un pardillo al que podérsela colar". No han perdido un amigo, un amante, un cónyuge, sino una víctima.

Podríamos entrar en conjeturas de por qué esta gente es así y si tiene algún remedio. Yo no conozco el remedio. Tampoco sé si son más felices o menos que los que se alegran de merecer la confianza ajena, porque ésta conlleva una responsabilidad que puede ser un poco pesada a veces (en el sentido de sobrecarga, no en el de ser cargante) y que puede suponer cierto estrés en determinadas circunstancias... que el engañador "nato" no conoce.

Todo paso encaminado a ganarse la confianza de una persona supone, para estos engañadores, una montaña rusa un poco más alta... y otro metro... y otro más... y cuanto más suben, mayor es la adrenalina y el sentimiento de excitación e ilusión, inconscientes de cualquier riesgo. La vida es sólo un parque de atracciones. El hecho de que no haya un hogar de verdad ni amistades profundas no importa, porque el día que no les dejen subir a esa montaña rusa, se subirán a otra atracción. Hay muchas.

Yo sigo dando oportunidades a mucha gente a la que veo venir. Soy así de crédulo, inocente, cándido, confiado, optimista. Hasta un punto. A partir de ese punto, a lo máximo, juego a que la creo, al estilo de la canción de Luz Casal. O saco a esa gente de mi vida, porque, llamadme sibarita, a mi alrededor sólo quiero, cada vez más, personas auténticas.

domingo, 17 de enero de 2016

El CD y los Masters del Universo

Todos somos injustos a veces. Todos hemos sido niños. Todos, en ocasiones, hacemos cosas que sabemos que están mal, y pese a ello las seguimos haciendo, sepamos o no por qué.

Andaba yo por cuarto o quinto de EGB cuando vi en la televisión un documental en el que presentaban la tecnología del CD, ese objeto que fue de uso cotidiano años después y que ahora parece estar cayendo en un cada vez mayor desuso. Yo estaba emocionado con lo que presentaban en el documental, un disco pequeño, que no se rayaba con tanta facilidad, en el que la información se conservaba para siempre, sin ruido de fondo... Aquella perfección tecnólatra que nos vendieron a todos, que nos creímos, que defendimos como la mejor... Cierto, hoy corren otros tiempos y muchos añoran el vinilo e incluso vuelven a él, pero en aquel entonces era un sueño.

Y yo, que ya por aquel entonces prometía en creérmelo todo, fui al colegio y se lo conté a unos cuantos compañeros. Vale, ya tenía yo fama de Antoñita la Fantástica, pero aquello ya me coronó, nadie me creyó, fui objeto de tal burla que, desde aquel instante, pasé a filtrar lo que decía y a guardarme... decir un 90% es poco (sí, sigo siendo verborreico a patás, lo cual no se contradice con el hecho de que filtro, y filtro mucho, supongo que por suerte para el mundo). Decidí que no merecía la pena comentar con mis compañeros de clase lo que yo veía en documentales mientras ellos veían partidos de fútbol. Probablemente sólo fuera mala suerte de contarle nada a las personas equivocadas...

¿Karma? Si piensas eso, es que eres tan gilipollas como otros mofones. El karma es otra cosa. ¿O puede el karma viajar hacia atrás en el tiempo?

Pasaron los años. ¿Sexto, séptimo de EGB? Llegó el grito de los Másters del Universo, He-Man, Skeletor y compañía. En España, para no variar, estas cosas nos llegaban con bastante retraso. En España, para no variar, no sabíamos de nuestro atraso. Estaba yo con mi amigo Ch. en el Club de Tiro de Santander, y estaba con nosotros su amigo... ¿Paco? Recuerde yo bien o no, llamémosle Paco. Un chaval majo, inteligente, con inquietudes, y con el que yo podría haber tenido una amistad como pocas en la vida, potencialmente. Sólo que Paco había estado en Francia o dónde, y sabía que, además de lo que se vendía en España, había también otros muñecos, que se llamaban así y asá y que tenían este aspecto y aquél. "Ch" se rió de él y a mí me entró la vena gilipollas y le hice a Paco lo que no me había gustado que me hicieran a mí, a sabiendas de que estaba haciendo algo que no estaba bien. Claro que, después de todo, mi amigo era Ch, y fuera aquello o no divertido, la solidaridad y la lealtad a mi amigo de toda la vida de los últimos meses eran más importantes que el comportamiento correcto ante alguien que conocía de una tarde. Nos reímos de él de lo lindo (o de lo no-lindo). Y pese a eso, luego fui a hablar con Ch y le dije que creía que no nos estábamos portando bien. Lo justifiqué mal (y ahí sí que creo que hice lo que pude con mis limitaciones cognitivas de la edad), diciendo que igual Paco estaba diciendo la verdad (en lugar de decirle "mira, estamos siendo unos imbéciles, vamos a pedirle perdón", que era lo que nos habríamos merecido los dos). Ch (quien estaba teniendo un mal día o tendría sus razones, porque siempre fue y sigue siendo una bellísima persona) me replicó que a Paco le estaba bien la mofa, porque siempre estaba con batallitas e imaginándose cosas para hacerse el interesante (¡!)

Paco a mí sólo me dijo que estaba muy decepcionado conmigo, que se pensaba que yo era una persona diferente.

Y el tiempo le dio la razón: a España llegaron los muñecos de los que él hablaba. Yo no tuve la oportunidad de volver a verle y pedirle disculpas, cosa que me habría encantado si hubiera podido (a eso sí que me llegaba por aquellas edades).

Quizá yo sólo me reí porque también se habían reído de mí antes. Qué se yo. Es una de esas vivencias en las que me encantaría poder viajar atrás en el tiempo y, con la perspectiva de un adulto, explicarme las cosas, sin enfados, simplemente hacerme ver lo correcto en el momento exacto. Pero entonces, quizá hoy no sería yo. Y tal vez, por esos caminos inexcrutables del Señor, Paco sea hoy más feliz gracias a aquella tarde estúpida cuyo recuerdo me incomoda aún hoy.