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miércoles, 20 de abril de 2016

Otro de mentiras: de superotros y subegos.

En algunas versiones de los diez mandamientos, no aparece el "No mentirás" que tenemos todos tan asumido, sino "No dirás falso testimonio" o "No calumniarás a tu prójimo". Algo en esa línea, vamos. Que puedes decir una mentira piadosa. Que puedes mentirte a ti mismo. Llevado al extremo que presenta Sam Harris, que, admitiendo la posibilidad de matar a alguien en defensa propia, también puedes decir una mentira para escapar de un peligro inminente. Y no pasa tanto.

Y yo hoy me preguntaba por qué cierta persona me negó ayer el saludo... vamos, que directamente ignoró mi presencia. Sin ir a nombres, resulta que dicha persona está en una relación destructiva. Y resulta que su pareja, el agente de destrucción ajena, sabe que yo tengo su esencia calada. Por tanto, teme que me meta en un juego en el que no pensaba meterme (ni creo que lo haga). Ese temor, en alguien que miente más que habla, probablemente produzca un único tipo de conducta: la mentira. Ahora bien, quien provoca ese temor, en sus ojos, no es su reprobable actitud, sino el que alguien pueda levantar la tapa. Hay que impedir que la tapa quiera ser levantada. Hay que conseguir que la tapa huya de la mano antes de que la mano siquiera se acerque, con la intención que sea.

Es lógico. Es harto probable. Sin embargo, no tiene por qué ser cierto. O no todavía.

Hay que conseguir que el otro parezca alguien inferior a quien uno es. Lo vamos a transformar en sub-ego. Su calidad humana no nos llega a la altura del betún, y es mejor que no le hables. Que te enfades con él antes de decir jau. Que lo evites.

Eso se puede conseguir también con un super-otro. Un superhombre que nos viene de perlas. Hace años, una chica de nuestra Tribu se puso a salir con un compañero mío de mili. Hasta ahí, nada de particular. Sabíamos que él había tenido una novia, parece ser que lo habían dejado, etcétera, nunca la conocimos en persona (véase mi bitácora anterior y reflexiónese sobre el cuán en serio te tomas una relación, si no estás por presentar tu pareja a tus amigos y familiares). El caso es que nuestra amiga y mi compañero comenzaron a verse más a solas y menos con el resto de nosotros, que seguimos haciendo nuestra vida, sin más.

Un tiempo después (tiempo de aquéllos, en que las semanas eran como nuestros años de hoy) conocimos a dos chicas. Muy, muy majas. Quedamos una vez, y otra, y una más, ya salían con nosotros, lo pasábamos muy bien charlando, bailando, todo muy inocente y, hasta cierto punto, superficial. Mas hete aquí que, un día, coincidimos con un conocido común. Otro compi de mili. Una de las chicas, de pronto, me dijo

—Así que tú eres el famoso Jorge, después de todo...
—¿Qué famoso Jorge?
—El amigo de (mi compañero de mili). Te imaginaba totalmente diferente. Si supieras cómo habla de ti, que si Jorge hace esto, que si Jorge hace lo otro, Jorge es maravilloso, no puedo quedar contigo porque he quedado con mi amigo Súper Jorge... No te haces idea de lo que yo odiaba al Jorge que me presentaba.

Sí, puede que mi ego engordara. Pero aquello no era más que una mentira. Y supongo que se ve clara su finalidad. La chica ató cabos rápidamente. Nosotros aún no sabíamos nada.

—Así que vuestra amiga "Y", ésa a la que aún no conozco porque está siempre con su novio... ése con el que está saliendo... es mi novio —concluyó la chica.


Hay varias diferencias entre los dos casos que presento. El primero, en esta ocasión, es sólo un temor mío, una sospecha, fundada tan sólo en mi conocimiento de los actores... y en haber visto suceder algo parecido en múltiples ocasiones, ya que es lo más fácil: poner al otro pingando. El segundo caso es un hecho, y es relativamente menos frecuente: conseguir que odien y eviten a alguien a través de elogiar a ese alguien. Por otro lado, ambos casos coinciden en que, para elaborar la imagen ficticia del otro, uno bien puede basarse tan sólo en los fragmentos adecuados de la verdad. Vamos, que para qué decir mentiras, si se puede engañar con hechos parciales.

Presentar a otro como un super-otro puede crear una figura abstracta odiosa a la que los demás no quieran conocer. No hace falta poner al otro a bajar de un burro: nuestra mentira nos estará encaminando a nuestro objetivo — que, como en el primer caso, está ligado a un ligue de temporada.

Pero el que es mentiroso no cambia. Al menos, yo no creo que lo haga. No digo que alguien no necesite mentir en un momento dado de su vida, o una temporada; no es lo mismo mentir que ser mentiroso, al igual que no es lo mismo tener el pelo rubio y ser rubio (por citar un color). Y hasta ahí, nada en particular: miente lo que quieras sobre tu vida, sobre tus sueños, sobre tus hechos, sobre tus habilidades. Si es pecado o no, la mayoría de eso no será delito salvo que estés declarando en un juicio. Pero mi reputación, en positivo o en negativo, déjala tranquila—porque la calumnia es pecado y es delito. Y no creo que esa coincidencia sea casualidad.

martes, 27 de enero de 2015

Tres de tecnología

Telecnología frente a gafas rosadas
La televisión y las redes sociales tienen en común que son formas de evasión: uno cierra los ojos frente al desorden (ya sea éste en sentido literal o figurado) e, inconscientemente, confía en que, cuando los abra, habrá venido Mary Poppins y todo estará en orden. O si lo prefieren, ponen la tapa al cubo de la basura y creen, inocentemente, que la próxima vez que levanten la tapa, el contenido habrá desaparecido por arte de birlibirloque. Y es un poco como ir a la ópera o al fútbol, si me apuran y permiten, y salvando las distancias, claro.

Las gafas rosadas, por contra, implican un cambio de actitud. No significa que no veamos el desorden o el cubo lleno: vamos a verlo, y vamos a saber que tenemos que ordenar y que vaciar el cubo. Al mismo tiempo, evitaremos montar dramas innecesarios y cargar al personal con esa basura que rehusamos tirar. Nuestra basura nos gusta. Sí, tendremos que despedirnos de ella algún día, si no queremos que, como dice Toño, un día aparezca vida inteligente allá dentro. Lo sabemos. Y ese día, montaremos una fiesta de despedida, gue bara essso denemos esdas gafas dan shulas. Sin amargar la vida al prójimo.

Valga eso como introducción.

Tele frente a redes sociales
Hace cosa de año y medio, nos presentaron en una reunión una serie de hechos demostrados por varios estudios, según los cuales, pasar mucho tiempo en redes sociales provocaba una reducción en la cantidad de materia gris del cerebro. ¿Ya os estáis riendo? No me extrañaría. Yo no me reí en su momento porque me pareció más absurdo que ridículo, y ello por varios motivos, relacionados con el seguimiento de la televisión:
  • ninguno de los estudios que yo comprobé mencionaba la presencia simultánea de otros factores posibles, como un seguimiento de varias horas al día de televisión
  • mientras que al seguir un programa en televisión, nuestra mente está mayormente pasiva, en las redes sociales estamos interactuando, léase, que nuestra mente está activa
  • přece jen (= después de todo), en las redes sociales nos estamos comunicando, luego tendría que ser igual que si quedamos para tomar algo con alguien, poco más o menos (al menos en cuanto a actividad cerebral)
Pero ¿seguro que todos estos puntos son tal cual parecen a simple vista? Veamos algunos de los puntos en los que se distingue que dediquemos nuestra mente a internet y/o redes sociales en vez de a esa televisión que tanto aborrezco:
  • brevedad: uno se acostumbra a la comunicación extrabreve, nada de ver una película entera (que ya es mucho más breve que leerse un libro) o un documental; esto nos afecta cognitiva y mnemónicamente;
  • el contenido en internet es, mucho más que el televisado, nuestra opción, por mucho que cambiemos de canal y por muchos canales de los que dispongamos; y también es una posibilidad por la que optamos mucho más fugazmente - léase, nos cansamos en seguida (y vuelta al punto de la brevedad, aunque en este caso no me refiera a comunicación);
  • "está escrito": eso significa que nuestra memoria relega al papel en lugar de sobrecargarse. Esto, que inicialmente es una ventaja en una sociedad con demandas crecientes a la memoria (a corto y largo plazo), supone que perdemos la costumbre de memorizar (había puesto recordar) información relacionada con las personas con las que tratamos, porque confiamos en el papel para que nos lo cuente;
  • posposición: cuando vemos información que nos interesa (entradas, tuits, comentarios, artículos, fotografías, vídeos, noticias), lo dejamos para otro momento, en lugar de aprovechar el momento, la oportunidad que tenemos. Esto altera nuestra percepción de la realidad, porque se convierte en fragmentaria, entre otros (no vemos el documental hasta el final, por así decirlo); además, nos convencemos de que no tenemos tiempo ahora mismo, cambiamos constantemente nuestras prioridades de atención en detrimento de la profundidad, del análisis, de la reflexión; no es menospreciable el efecto que pueda tener sobre la angustia o la depresión;
  • multitarea amplia y semejante, o pluriequimultitarea (polyequimultitasking, široko-rovno-multitasking): mientras vemos la tele, podemos leer, tricotar, tejer cestos de mimbre, planchar, hacer pilates, comer pipas o dar un masaje, por citar algunos ejemplos. Lo que sí que no haremos será cinco tareas a la vez. Por otro lado, uno puede navegar, y jugar, y leer, y estudiar varias materias, y chatear con varias personas a la vez en cada uno de los tres servidores de comunicación a los que está conectado - con la atención puesta en cada una de las tareas, que son excluyentes, cada una de ellas, de tricotar, tejer cestos, planchar, hacer pilates, comer pipas o dar un masaje, por citar los mismos ejemplos de antes. Algo me dice que la bitarea es más productiva para el cerebro y permite alcanzar mayores cotas de rendimiento y profundidad cognitiva que la que yo he llamado aquí pluriequimultitarea (para distinguirla de otras multitareas o de una bitarea) - más en en siguiente punto;
  • referido aún al punto anterior, las tareas físicas realizadas frente al ordenador se basan en estar sentado, teclear, pinchar con el ratón; frente a la televisión, pueden ser más variadas (jugar un solitario, correr sobre el terreno, estar tumbado, estar sentado, estar de pie... la motricidad fina se puede aplicar a tareas diferentes, y probablemente se aplique, aunque sólo sea para rascarse el higo o hurgarse en orificios cefálicos varios). Vamos, que hay una reducción en la diversidad de las tareas motrices.
Es cierto que alguien que se pase cinco horas diarias viendo lo que echen tendrá, con toda probabilidad, cierto deterioro de su materia gris. Desde mi punto de vista, existen razones para pensar que lo mismo le puede suceder a alguien que use internet en exceso. Y estoy por pensar que el umbral de ese "exceso"está mucho más cerca de la cotidianeidad del europeo medio de lo que queremos reconocer. Habiendo dicho eso, creo que, como en todo, lo mejor es la moderación (en caso de duda, moderarse aún más) y, por supuesto, buscar la variedad en la vida en el más amplio sentido de la palabra.

Ni que decir tiene que no se puede comparar un chateo con un quedar para tomar algo, y no creo que nadie lo ponga en duda - pero por si acaso, escribiré sobre ello también (eso sí, ya en otra bitácora).

Tecnolozombis
Creo que el reciente éxito de películas y novelas sobre muertos vivientes tiene, entre otras razones mencionadas en otras bitácoras (de otros grumetes) o en algunas reseñas (de otros críticos), un motivo añadido, y es que nos sentimos identificados con ellos. Vamos por la calle con el cerebro desconectado, mirando la pantalla que tenemos delante. Nos hemos chocado con algo, o con alguien, qué más da. Pero hete aquí que era un interfecto, y nos dice que parecemos un zombi. Léase, un muerto. Léase, alguien con encefalograma plano. Léase, alguien con muerte cerebral, o con un cerebro muerto, o... ¿Nos está llamando idiotas? Y en ese momento, no nos damos cuenta de que el engendro somos nosotros, sólo vemos que pertenecemos a especies diferentes y nos lanzamos a devorarlo. Quizá esto sea más para La invasión de los ultracuerpos (con Donald Sutherland) - bueno, creo que era ésa la película... pero seguro que sabéis de lo que hablo. Por eso no llamamos sublelo al empantallado que nos acaba de atropellar: sabemos que es comprar la única papeleta en una rifa de improperios o más.

La tecnología nos acerca a la nube, pero nos aleja de la gente a nuestro alrededor. Ya hace un par de años que procuro no realizar llamadas cuando voy por la calle, ni mirar el móvil a menos que sea algo urgente (claro que urgente es un vocablo asquerosamente subjetivo, y para cada uno el umbral está a un nivel diferente, por no hablar del número de casos que puede incluir). Recibo llamadas, pero procuro no hacerlas. Y no mando mensajes, ni caminando ni parado ni sentado, si puedo evitarlo. No me gustan. Los mismo se aplica a la guasa, o whasá, whatsapp o similares. Sé que todos lo tenéis. Yo necesito menos tecnología, aun a riesgo de reducir el contacto con gente a la que quiero mucho, mucho, mucho.

Hace años ya que procuro dejar el móvil en casa cuando salgo. O lo desconecto (por ejemplo, cuando tenía una cita, qué tiempos, aquéllos). Hay gente que se enfada, porque intentaron llamarme y no pudieron. Peor para ellos. El que quiera, que se enfade, que igual no me puede llamar para contármelo y yo seguiré tan feliz. Después de todo, no hace tanto que los teléfonos eran todos fijos. Y así, si voy por la calle, miro el paisaje, saludo a mis vecinos y me paro a hablar con gente (¡oh, bici, tan a tiempo que te robaron!), hago fotos o las encuadro con mi mente sin sacar la cámara (imaginación al poder), me dedico a pensar, a rezar, a ver formas en las nubes, a contemplar a Betelgeuze antes de que desaparezca, a identificar olores, y también, cómo no, a esquivar a los tecnolozombitos. Y a reírme de ellos. Faltaría plus.


Corolario
(ya ando cansado, iba a haber escrito colutorio - y ya me entró la duda de si estaré usando adecuadamente la palabra corolario o debería ir direZtamente a por conclusión)

Llevo ya una temporada alejándome cada vez más de las redes sociales. Por todos los puntos arriba expuestos, y por otros más que iré añadiendo, y porque eso de ser excéntrico me ha molado desde que describieron a Cruella de Vil como un poco excéntrica (me encanta su pelo), y porque me parece super-excéntrico salirme del tecnocentro, pues anuncio que, a fecha de hoy (26 de enero de 2015, cumpleaños de Bea), mi presencia en las redes sociales va a reducirse aún más, hasta convertirse en meramente esporádica, puntual, irregular, indigna de mención y anecdótica, como poco. O como mucho.

La excepción necesaria será la de las páginas web donde presente mis pensamientos o mis trabajos (si es que las podemos llamar redes sociales) y, por necesidades burocráticas y cardíaco-emocionales, el correo electrónico. Al resto, desde hoy las denomino redes asociales, porque, nos guste o no, es en lo que tienden a transformarnos, con mayor o menor éxito. Habrá quien diga que a él, a ella, no los afecta - enhorabuena, sin sarcasmo, seguro que es posible, ojalá sea eso válido todo el tiempo que queráis. Y sí, he recuperado el contacto con algunos amigos gracias a las redes sociales, y me alegro de haber recuperado ese contacto en muchos casos, o de haber mantenido otros. Y sí, voy a echar de menos a gente. Ahora mismo estoy echando de menos mirar a unos ojos amigos que, a su vez, estén mirando a los míos. Sin pantallas mediando.

Y las voces queridas, entre otros, también las echo de menos. Pero eso ya va para otra bitácora.

Repito: qué lejucos que está Santander... :( :( :( ¿Cuándo hacemos una mani para pedir el vuelo Budějovice-Parayas sin escalas y subvencionao?

miércoles, 31 de diciembre de 2014

Sobre los necios

¿Qué formas conoces de ahorrar (más) gastando lo mismo? ¿Cómo se puede realizar una comunicación entre galaxias en tiempo real (léase, mandando la información a una velocidad mayor que la de la luz)?

Son dos preguntas que parecen indicar que me he dado un mal golpe, ¿verdad? Pues sigue leyendo.

Recuerdo cuando estaba trabajando en un pequeño estudio sobre la energía y su uso por las comunidades humanas. Unos cuantos se reían de mí, o me descalificaban en tono serio y paternalista, que yo estaba equivocado. En todo, básicamente. Lo más benéfico que oí fue algo así como "tienes que trabajarlo más, porque así no está bien". Hubo partes que se ignoraron, otras que se me discutieron, otras que se echaban abajo y punto. Una de las cosas que ponía era que no existe ninguna energía limpia (de las transformadas), y que no es sostenible buscar formas más efectivas de "producir" (léase, transformar) energía, sino formas de reducir el consumo. Había muchas otras ideas relacionadas con éstas. Como no encontraba apoyo entre aquellos a quienes consultaba, y yo creía que no andaba tan desencaminado, simplemente y por mis narices, lo publiqué, dentro de mi libro "Marchita a cuatro romanos, al revés".

Al poco, ya estaban algunos diciendo que yo se lo había explicado de otro modo, que así, puesto en papel, era diferente. Perdona: ya te lo había enseñado tal cual, sin cambiar ni una coma, en la pantalla del ordenador: vete a otro con el cuento de que tú llevabas pensando lo mismo desde hace lustros.

La mayoría sigue diciendo que no sé de lo que hablo. Por suerte, empezaron a surgir voces autorizadas diciendo cosas parecidas: que hay que reducir nuestras "necesidades" energéticas, y no aumentar la producción. Así que yo sé lo que me digo, y sigo esperando como araña en la tela a que venga la gente a decirme que siempre me habían apoyado, O que me lo dijeron ellos a mí, O que eso es algo que lleva apareciendo en los medios de comunicación desde las Tablas de la Ley, etc.

Así es que tiro otras: ¿formas de ahorrar gastando lo mismo? ¿comunicación intergaláctica en tiempo real?

Ambas son posibles. Ahora, ¿quién va a tirarme piedras? ¿quién va a decir que se lo inventó él/ella? ¿quién va a decir que eso ya es harto conocido todo? ¿quién va a decir que no sé de lo que hablo? Por favor: estamos en internet: si YA lo ha dicho alguien, mandadme los enlaces, que no me apetece perder tiempo diciendo algo que ya hayan dicho otros. Cuando lo tenga publicado con su ISBN y mi nombre en la primera página ya no me va a interesar nada de lo que tengáis que decir al respecto.

viernes, 2 de noviembre de 2012

¿Qué es el arte?

Una cosa es cómo lo defina el diccionario y otra como lo sintamos. He leído docenas de definiciones de arte, sin exagerar ni un poco, he participado en muchos debates y oído argumentos opuestos. Presento ahora algunos de los puntos que más me han gustado de los distintos debates y definiciones:
  • el arte es una forma de comunicación: hay un emisor (o artista), un receptor (o espectador), un medio, un código, un mensaje; de ello se deducen los siguientes dos puntos:
  • el arte contiene ideas: reflexiones, filosofía, formas de entender el mundo, ideas políticas, y no sé si incluir aquí los sentimientos o separarlos;
  • el arte se (re)produce en la mente del espectador: lo mismo que en todo proceso comunicativo, el receptor tiene que volver a elaborar el mensaje que enviamos, tanto si es nuestro receptor ideal como si es uno accidental; tiene que formar ideas en su mente (que nunca serán exactamente las que enviamos, pero a menudo serán bastante aproximadas);
  • el arte contiene normas: es gracias a esas normas que la comunicación es efectiva; pero también hay normas estéticas, que pueden variar con el tiempo; y hay normas que pueden producir una limitación aparente (eliminar una letra del teclado) que fuerzan al artista más allá de sus límites y pueden servir como inspiración;
  • el arte no es competición: hay deportistas que son auténticos artistas en sus especialidades, que se basan en competición y en ganar. Sin embargo, y pese a todas las posibles competiciones y concursos artísticos, la finalidad primera del arte no es ganar ni ser mejor que nadie, ni siquiera ser mejor que uno mismo;
  • el arte puede servir para ganarse la vida: o dicho de otro modo, el que alguien produzca una canción, una película, un libro, un videojuego, una casa, para sacarse unos cuartos con ello, es perfectamente lícito y no descalifica al arte. Si lo hiciera, los frescos de la Capilla Sixtina, muchas sinfonías de Mozart, catedrales por todo el orbe y tantas y tantas obras no podrían clasificarse como arte, puesto que su origen estuvo en un encargo por parte de alguien dispuesto a pagar por ello;
  • las formas de arte se justifican por sí mismas: no necesito música para justificar que la pintura es una forma de arte, ni necesito de la literatura para justificar la naturaleza artística del cine; en caso contrario, estaríamos hablando de una sub-forma de otra.
  • el arte te ayuda a entender o comprender el mundo: porque no es lo mismo entender que comprender; y el arte puede ayudar a ambos, dándonos nuevos puntos de vista o profundizando en los que ya tenemos;
  • el arte te puede ayudar a ser mejor persona: por el punto anterior, y porque te ayuda a darte cuenta de que no estás solo en el mundo; te ayuda a eliminar estrés, agresividad, y otras cosas que, cuando te cargan demasiado, pueden hacer que, sin querer, las intentes descargar sobre los demás; te enseña a valorar el trabajo de los demás, y a valorar el propio; sin embargo, no es una función primordial del arte;
  • el artista y el consumidor no siempre son la misma persona: mientras que todo artista es consumidor de arte, o espectador, no se puede confundir a éste con aquél. Escuchar música no es una forma de arte, ni lo es jugar a un videojuego o vivir en una casa.