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viernes, 6 de noviembre de 2020

Quien roba a un ladrón...

¿Hay o no hay tongo en las elecciones presidenciales de EEUU, y qué pienso al respecto?

Supongo que, quienes me leéis o seguís por las redes, sabéis bien cuál es mi opinión acerca de Donald Trump, pero lo repaso, por si acaso, y tan brevemente como pueda.

Había oído hablar de él demasiado y la forma en la que lo presentaban me hizo ponerme en contra de los medios. No podía ser como lo presentaban. Cuando veía tuits publicados por él, me pensaba que era una broma, una cuenta de coña.

Luego fui viendo que, sea su persona o su personaje, iba en serio.

Sus ataques verbales a otras personas (o personajes) y al medio ambiente, sus incongruencias, sus mentiras, todo iba más allá de una persona que queda fuera de los límites de lo políticamente correcto. No es que fuera un maleducado o un impresentable: parecía un peligro.

Ahí entraron los medios para, con acierto o sin él, presentar las consecuencias de lo que él decía. Y sí, los medios manipulan, claro que sí. Y nosotros a veces nos dejamos manipular, más o menos conscientemente. Y a veces perdemos la pista de lo que nos han manipulado de verdad y lo que nos hemos dejado. En mi caso, ya no lo sé.

Quizá me estén manipulando ahora. Pero antes de ir a ese punto, creo que debería explicar a quién prefería que ganara, o más bien que no ganara, en las elecciones presidenciales estadounidenses.

Parto de la premisa de que todos los políticos mienten, unos más y otros menos, y que todos se mueven hipnotizados por el ansia de poder. Parto de la premisa de que, cuanto más alto se mueven, menos les importa el bienestar de la gente y del medio ambiente. Eso ponía a los dos candidatos a la par. La economía de EEUU no me afecta tan directamente como a los estadounidenses y otra gente que viva allí. Joe Biden defendía (y defiende) causas con las que no comparto, ni moral ni visceralmente, y por las que me gustaría que ni él ni su partido consiguieran nunca el poder, o no el suficiente.

Claro, igual estoy muy manipulado por los medios, que me dicen que el medio ambiente está en peligro, aunque me temo que a mucha de esa creencia he llegado por convencimiento, deducción e "investigación" (no científica, pero tampoco "intuitiva") propios. Y en ese contexto, veo que se presentan dos candidatos, el uno atacando el medio ambiente y el otro diciendo que lo va a proteger.

"Mira, Joe, no es que me lo crea, pero Donald lleva tantas mentiras de Pedro Páramo que prefiero darte el voto de confianza a ti, que me permites conservar la esperanza". No estoy de acuerdo con su política de "derechos reproductivos" (= interrupción voluntaria del embarazo) y, si fuera el único aspecto de su programa, lucharía activamente contra él en las redes; pero no es el único punto. Cuando preguntaban a Trump por su programa para un segundo mandato, sólo hablaba de lo que ya había hecho (y mucho de ello eran fantasías suyas); Biden presentaba ideas concretas, y unas cuantas se referían al medio ambiente.

Claro que me importan las vidas de los niños, natos o futuribles. Y las de los jóvenes, y adultos, y ancianos. Y animales y plantas. Y la mejor manera de darnos una posibilidad a todos es cuidar el medio ambiente. Un candidato lo incluía en su programa, el otro llevaba cuatro años sin una dirección clara, en el mejor de los casos, cuando no atacándolo y mintiendo acerca de sus acciones. Un candidato me daba esperanza, el otro desesperación.

Llegó la pandemia, llegaron las series de mentiras por parte del presidente actual, su desinformación, la profundización de sus incongruencias, la impresión de que lo estaba haciendo todo a propósito. Y sí, parte de mi información provenía de los medios, pero otra parte venía de verme sus conferencias de prensa, que me hacían ver que, como ya dijera en otra ocasión, los medios que yo elegía, más que manipularme, me estaban ahorrando tiempo.

Esos medios empezaron a hablar de los intentos de Trump de influir el resultado de las elecciones en su propio favor. Mientras tanto, el propio presidente decía que no iba a aceptar un resultado que no le gustara. Organizaba mítines multitudinarios en mitad de esta pandemia que (disculpen ustedes) estoy convencido de que es real—y le veía mostrarse con una falta total de respeto hacia sus "súbditos" y sus vidas. Todo apuntaba a que iba a hacer trampas: la intimidación de votantes (llevaría mucho explicar por qué lo creo), la supresión de votantes, los cambios en la organización del servicio postal, los cambios de leyes electorales en estados republicanos ya durante el proceso de votación, etc.

(Estoy resumiendo el 2020... y resumiendo mucho)

Ahora aparecen en las redes vídeos de gente afirmando que es demócrata registrada, y que han visto mucha manipulación, que se están haciendo trampas en contra del presidente Trump.

Y esto plantea preguntas morales. En español, decimos eso de que quien roba a un ladrón, cien años tiene de perdón. Se sobreentiende que eso se puede aplicar a otros campos de la vida, y que quien haga trampas a un tramposo, cien años tendrá de perdón, ¿no? Yéndonos al extremo, siempre podríamos decir que no lo estamos matando, pese a que quien a hierro mata, a hierro muere.

Suponiendo que sea cierto que Trump está haciendo trampas (véase como exige que se cuenten sólo los votos de los estados donde va perdiendo, y que se dejen de contar allá donde va ganando), la verdad, si eso me lo hace jugando al parchís, lo aparto de la mesa y se queda sin jugar. Pero por otro lado, podría activar la picaresca española. ¿Recordáis? En el Lazarillo de Tormes, el ciego recibió un racimo de uvas y acuerda con Lázaro que comerán alternándose y tomando cada uno una sola uva por turno. El ciego comenzó a hacer trampas, cogiendo dos uvas por turno, y Lázaro, al verlo, empezó a hacer  lo mismo, y a partir de un punto, Lázaro continuó de tres en tres. Cuando acabaron el racimo, el ciego supo que Lázaro había tomado las uvas de tres en tres, porque él las tomaba de dos en dos y Lázaro callaba. El ciego sabía que Lázaro lo veía.

En nuestro caso, ¿están realmente algunos demócratas haciendo trampas en silencio? ¿Sería la misma situación de culpabilidad, o actúan movidos por la desesperación y el miedo? Alguien escribía en estos días que el miedo puede empujar a las mejores personas a cometer los peores actos. La impunidad y la aceleración en la degeneración mostrada por Donald Trump, su fanfarronería, sus amenazas, todo ello ha contribuido a crear miedo, y ese miedo no viene sólo los medios, sino de Trump mismo.

No es la misma situación, no es la misma culpa. Los demócratas no han estado callados. Han sufrido la desventaja, pero no callados. Y quizá ahora estén tomando las uvas de dos en dos, para comer los dos igual, o para reducir la ventaja de un Trump ciego de poder devorando de tres en tres. ¿Es moralmente correcto hacer trampas a un tramposo? ¿Es justo? ¿Es igualitario?

Mientras debatimos eso un poco más, recuerden que el servicio postal estadounidense sigue sin entregar más de 100.000 papeletas válidas y que el partido republicano ha impedido votar a cientos de miles de votantes a lo largo y ancho del país. Mencionemos también a las más de 200.000 víctimas de una pandemia que Trump se ha encargado de extender lo más posible.

Sin embargo...

En el Nuevo Testamento dicen aquello de poner la otra mejilla, o que al César, lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios. ¿Vamos a ignorar este principio para intentar defender lo que nosotros creemos que es justo, o más bien, para empoderar a quien creemos que está más cerca de representar aquello que consideramos más justo? ¿Qué fin justifica qué medios?

No tengo una respuesta. Hoy me encontré pensando qué haría si tuviera en mis manos la última papeleta de las elecciones, que esa papeleta fuera para Donald Trump, que yo supiera que con esa papeleta él ganaba las elecciones y que yo pudiera destruirla o mentir acerca de su contenido sin ser descubierto. (Tendría que ser la papeleta que marcara el 0,5% de diferencia necesario para hacer un recuento; pero simplifiquemos la historia). Creo que sería honesto, pero igual es sólo que no estoy tan atemorizado ni tan desesperado como para tomar una decisión poco cristiana.

¿Por qué, si no me defino como cristiano? Sí soy español. "Es robar a un ladrón. Es equilibrar la balanza con sus trampas. Es justicia social y medioambiental". Puedo intentar convencerme de mil maneras. "Si no haces trampas, sufrirán muchas más personas". Como si yo estuviera capacitado para decir qué numeros o qué personas tienen más derecho a un alivio de su sufrimiento. Así que, como español y no cristiano, debería tener las ideas claras y destruir la papeleta, o mentir acerca de su contenido.

Hoy por hoy, y entre que encuentre otros argumentos, no lo haría (no haría trampas, vamos). En cuanto a la situación en EEUU y la pregunta con la que empezaba esta larguísima bitácora, estoy convencido de que hay tongo y de que fue Donald Trump quien lo empezó, lo provocó... o lo empezó y además lo provocó. Pienso que es muy probable que haya muchos en el bando contrario intentando equilibrar la balanza. Pienso que no es posible descartar que se pasen "equilibrándola" y la lleven a cambiar unos resultados que, si Donald no hubiera empezado, quizá le hubieran favorecido más.

Ahora, Trump y sus seguidores claman al cielo y dicen tener y estar presentando pruebas de las trampas que hacen los demás. Para su desgracia, el Pedro Páramo yanqui, después de cuatro años de fomentar el miedo y la desesperación, y de jugar a ser otro Pedro a la vez, el del lobo, ha perdido toda su credibilidad.

Empieza a darme pena, pero la justa. Ni un pelo más.

Y ahora, que sea la voluntad de Dios.

miércoles, 20 de abril de 2016

Otro de mentiras: de superotros y subegos.

En algunas versiones de los diez mandamientos, no aparece el "No mentirás" que tenemos todos tan asumido, sino "No dirás falso testimonio" o "No calumniarás a tu prójimo". Algo en esa línea, vamos. Que puedes decir una mentira piadosa. Que puedes mentirte a ti mismo. Llevado al extremo que presenta Sam Harris, que, admitiendo la posibilidad de matar a alguien en defensa propia, también puedes decir una mentira para escapar de un peligro inminente. Y no pasa tanto.

Y yo hoy me preguntaba por qué cierta persona me negó ayer el saludo... vamos, que directamente ignoró mi presencia. Sin ir a nombres, resulta que dicha persona está en una relación destructiva. Y resulta que su pareja, el agente de destrucción ajena, sabe que yo tengo su esencia calada. Por tanto, teme que me meta en un juego en el que no pensaba meterme (ni creo que lo haga). Ese temor, en alguien que miente más que habla, probablemente produzca un único tipo de conducta: la mentira. Ahora bien, quien provoca ese temor, en sus ojos, no es su reprobable actitud, sino el que alguien pueda levantar la tapa. Hay que impedir que la tapa quiera ser levantada. Hay que conseguir que la tapa huya de la mano antes de que la mano siquiera se acerque, con la intención que sea.

Es lógico. Es harto probable. Sin embargo, no tiene por qué ser cierto. O no todavía.

Hay que conseguir que el otro parezca alguien inferior a quien uno es. Lo vamos a transformar en sub-ego. Su calidad humana no nos llega a la altura del betún, y es mejor que no le hables. Que te enfades con él antes de decir jau. Que lo evites.

Eso se puede conseguir también con un super-otro. Un superhombre que nos viene de perlas. Hace años, una chica de nuestra Tribu se puso a salir con un compañero mío de mili. Hasta ahí, nada de particular. Sabíamos que él había tenido una novia, parece ser que lo habían dejado, etcétera, nunca la conocimos en persona (véase mi bitácora anterior y reflexiónese sobre el cuán en serio te tomas una relación, si no estás por presentar tu pareja a tus amigos y familiares). El caso es que nuestra amiga y mi compañero comenzaron a verse más a solas y menos con el resto de nosotros, que seguimos haciendo nuestra vida, sin más.

Un tiempo después (tiempo de aquéllos, en que las semanas eran como nuestros años de hoy) conocimos a dos chicas. Muy, muy majas. Quedamos una vez, y otra, y una más, ya salían con nosotros, lo pasábamos muy bien charlando, bailando, todo muy inocente y, hasta cierto punto, superficial. Mas hete aquí que, un día, coincidimos con un conocido común. Otro compi de mili. Una de las chicas, de pronto, me dijo

—Así que tú eres el famoso Jorge, después de todo...
—¿Qué famoso Jorge?
—El amigo de (mi compañero de mili). Te imaginaba totalmente diferente. Si supieras cómo habla de ti, que si Jorge hace esto, que si Jorge hace lo otro, Jorge es maravilloso, no puedo quedar contigo porque he quedado con mi amigo Súper Jorge... No te haces idea de lo que yo odiaba al Jorge que me presentaba.

Sí, puede que mi ego engordara. Pero aquello no era más que una mentira. Y supongo que se ve clara su finalidad. La chica ató cabos rápidamente. Nosotros aún no sabíamos nada.

—Así que vuestra amiga "Y", ésa a la que aún no conozco porque está siempre con su novio... ése con el que está saliendo... es mi novio —concluyó la chica.


Hay varias diferencias entre los dos casos que presento. El primero, en esta ocasión, es sólo un temor mío, una sospecha, fundada tan sólo en mi conocimiento de los actores... y en haber visto suceder algo parecido en múltiples ocasiones, ya que es lo más fácil: poner al otro pingando. El segundo caso es un hecho, y es relativamente menos frecuente: conseguir que odien y eviten a alguien a través de elogiar a ese alguien. Por otro lado, ambos casos coinciden en que, para elaborar la imagen ficticia del otro, uno bien puede basarse tan sólo en los fragmentos adecuados de la verdad. Vamos, que para qué decir mentiras, si se puede engañar con hechos parciales.

Presentar a otro como un super-otro puede crear una figura abstracta odiosa a la que los demás no quieran conocer. No hace falta poner al otro a bajar de un burro: nuestra mentira nos estará encaminando a nuestro objetivo — que, como en el primer caso, está ligado a un ligue de temporada.

Pero el que es mentiroso no cambia. Al menos, yo no creo que lo haga. No digo que alguien no necesite mentir en un momento dado de su vida, o una temporada; no es lo mismo mentir que ser mentiroso, al igual que no es lo mismo tener el pelo rubio y ser rubio (por citar un color). Y hasta ahí, nada en particular: miente lo que quieras sobre tu vida, sobre tus sueños, sobre tus hechos, sobre tus habilidades. Si es pecado o no, la mayoría de eso no será delito salvo que estés declarando en un juicio. Pero mi reputación, en positivo o en negativo, déjala tranquila—porque la calumnia es pecado y es delito. Y no creo que esa coincidencia sea casualidad.

viernes, 11 de septiembre de 2015

La oportunidad se escapa

A las naciones de Europa.

La oportunidad se escapa. Muy pronto, esa ocasión única de participar en un hecho histórico y de estar del lado correcto habrá pasado de largo. ¿De qué lado estarán Ustedes?

Últimamente me pregunta mucha gente qué pienso de inmigrantes, refugiados, trasladados, etc. ¿Qué se supone que debo pensar, si yo mismo emigré a otro país ya hace veinte años? Por ese motivo, nadie puede esperar que yo vaya a hablar en contra de una migración. Puedo hablar en contra de algunos comportamientos de individuos concretos, sin entrar en detalles como de dónde son o dónde viven.

Mucha gente de nuestro pasado familiar, nacional, europeo o, simplemente, humano, ha necesitado ayuda en algún momento. ¿Saben quiénes fueron Sir Nicholas Winton o Irena Sendlerová? (Para ver unos enlaces en español en wikipedia, pinchen aquí para el señor Winton y aquí para la señora Sendler). Léanse la historia de sus vidas y díganme que no los admiran. Si no los admiran, quizá envidien al menos la admiración que despertaban y que siguen despertando. En caso de que pasen de la admiración ajena (me podría identificar) y tampoco quieran una vida interesante (yo eso sí lo quiero), están en su derecho. Después de todo, estas cosas no se hacen para conseguir nada, sino antes bien, porque sabemos que es lo que hay que hacer, lo correcto. Y ¿podría tener consecuencias nefastas? Quizá mañana, quizá un día o nunca - sólo sé que yo quiero dormir con la conciencia tranquila. Hoy, alguien necesita ayuda (muchos álguienes), y yo puedo ayudar u observar. Lo que no debo hacer es ponerles la zancadilla cuando intentan cruzar mares embravecidos y desiertos ardientes en busca de un lugar seguro (y no, no lo digo por la László, a quien atacan ahora muchos de un modo que los pone a la altura de la imagen que ella ha dado, con independencia de los motivos que ella tuviera).

Pues sí, estoy convencido de que los inmigrantes vienen en busca de un lugar más seguro. ¿Habrá caballos de Troya? Puede ser. También entre nuestros vecinos algunos presentan la dimisión porque cobran más del paro y tienen tiempo libre, y encima se nos jactan en las narices (¿aún no les ha pasado? a mí sí); también entre nosotros están los chupópteros que nos roban dinero y oportunidades. Pero los que vienen, realmente, ¿creen ustedes que arriesgarían sus vidas sólo para tener una vida "más fácil" o "regalada", así, sin más? ¿Quién arriesgaría un lugar seguro, o parcialmente seguro, para saltar a lo desconocido con sus hijos, sus familias enteras y todas sus pertenencias en una mochila, de haber alguna? Quienes dicen que tranquilamente arriesgarían su vida como una aventura, permítanme que no les crea: los aventureros siempre tienen un lugar seguro al que volver, cosa de la que carece la mayoría de los que ahora vienen. Los aventureros no se juegan la vida, sino el entretenimiento, porque de lo que huyen no es del peligro, sino del aburrimiento y la rutina.

¿Tengo algún tipo de miedo? Más que miedo, tengo ciertos temores, que ya he esbozado anteriormente. Esos los tenemos todos cuando alguien echa mano a nuestra zona cómoda y a nuestro estado de dormido bienestar: tenemos que abandonar una cama calentita para ir al colegio o al trabajo, igual que hay que abandonar el seno materno para poder vivir una vida plena. Y es que a veces cierta incomodidad y cierto estrés nos pueden hacer llegar mucho más lejos. De un modo inimaginable. Y sí, a veces me asusta este momento histórico, no lo puedo negar; pero cuando pienso a qué temo más, si a un ataque islámico en mi ciudad o a ser injusto (en la medida que se nos presenta ahora), vitalmente tengo más miedo a esto que a aquello. Alguien me podría decir que no percibo la bomba como un peligro real o inmediato. Podría ser. ¿Han tenido ustedes en las manos a la víctima de un ataque terrorista? El día que un kalashnikov apunte a mi sien, puede que considere las cosas de un modo distinto. Pero ahora no apunta.

Sí, tengo temores. También tengo esperanza e ilusión. Esa oportunidad que otros vienen a buscar a nuestra Europa es también la nuestra: la de aprender, la de demostrar quiénes somos en realidad, la de ser mejores personas y quizá un poquito más sabios... En ese sentido, me alegra mucho ver que cada vez hay más iniciativas ciudadanas para poner granitos de arena en medio de esta crisis. Y cada vez se une más gente. Igual un día descubro que me he equivocado, y se confirman mis temores en lugar de mis sueños, pero entre tanto prefiero vivir con ilusión y, lo reconozco, con la conciencia tranquila. Creeré en la Europa solidaria y en la universalidad de nuestros valores, y de forma cándida o justificada, seré un poco más feliz. Mientras no quede claro de forma definitiva si Europa debía abrirse o cerrarse, yo me siento más inclinado a apoyar los proyectos que me parezcan más humanos.

En mi ciudad, una iniciativa estudiantil se ha visto desbordada, literalmente, con la ayuda que ha prestado la gente. En nuestro centro de trabajo ha sucedido lo mismo. La gente quiere ser buena. Y lo va a ser.

Para aquéllos a quienes todo esto no les baste, observemos ahora algunos datos estadísticos para intentar ver el lado práctico del asunto. Que también lo tiene. Sí, lo mismo Europa se nos va al garete, que es lo que nos dicen nuestros miedos y prejuicios. Para tranquilizar esos miedos a un hundimiento económico, que es lo que vaticinan algunos pelagatos, les he preparado dos fotos con tablas que he encontrado en internet. Comparemos los datos presentados. En la primera podemos ver el producto interior bruto de países de todo el mundo, ordenados de mayor a menor; en la segunda, vemos el número bruto de inmigrantes por países, también de mayor a menor. He seleccionado en ambos casos los 14 primeros.

 Fuente: https://en.wikipedia.org/wiki/List_of_countries_by_GDP_%28nominal%29


Fuente: https://en.wikipedia.org/wiki/List_of_countries_by_immigrant_population

Supongo que a pocos se les escapará que muchas banderas coinciden. Los países más aventajados económicamente parecen ser también aquéllos que, en la historia reciente, han recibido a un número mayor de inmigrantes. ¿O me equivoco?

Entre los diez primeros en ambas tablas tenemos cinco coincidencias: EE.UU, Rusia, Alemania, Reino Unido y Francia. Si observamos los catorce primeros, las coincidencias se elevan a diez, sumándose a los anteriores Canadá, Australia, España (¡sí!), Italia e India. Esto supone 10 de 14, es decir, algo más de un 70%. Pueden usteden pinchar en los enlaces y observar lo que pasa si seguimos hasta los 20 primeros, aunque a partir del número 15 la correlación parece difuminarse... para volver a aparecer de forma clara en las últimas posiciones de las tablas. Curioso.

¿No es bastante? ¿No se lo creen? ¿Necesitan saber más? Como sabemos por los medios, hace ya años que hay una huída constante de cerebros y de personal cualificado a otros países. Así, luego parece que no hay suficientes trabajadores en determinados campos, los que no se han podido o querido ir están descontentos, ello se traduce a veces en un trato negativo con sus clientes... Pasa en muchos campos y es, por supuesto, algo muy personal. Por ejemplo, entre los profesores (que es mi profesión), los hay que querrían irse a otro país; los hay que ya están en otro país; los hay que están felices donde están; y entre los descontentos, unos se lo guardan, otros lo comentan en el bar y otros descargan su mal humor en una enseñanza deplorable. Cada persona es un mundo. Sí, claro que más competencia para un puesto de trabajo significa que uno tendrá que esforzarse más - un argumento contra la inmigración perfecto para los miopes mentales.

Supongo que iré actualizando esta bitácora. Entre medias, pueden ustedes escribirme a los comentarios, de forma positiva o negativa. También me pueden eliminar de su lista de amigos en las redes sociales.

Claro, algo me dice que tiene que haber un límite a la cantidad de personas que podemos recibir. Pero tal vez este límite aceptable no sea más que fruto de esos temores y prejuicios que antes mencionaba. O tal vez sea improcedente con una normativa adecuada y correctamente aplicada. Australia y Canadá tienen un porcentaje de población inmigrante de 27,7% y 20,7%, respectivamente. El tercer país del grupo de cabeza, EE.UU, está muy por detrás, con un 14,3% (salvo que consideremos que son todos inmigrantes excepto por los indios americanos originales y los hawaianos, que forman el 1,4% del total - léase, que la población inmigrante de los EE.UU es un 98,6%). En fin, que hay que pensar un poco en todo, aunque sólo sea para volver a la tesis inicial, como hacía a veces don José.

Hoy por hoy, envidio a las ciudades que están recibiendo una mayor afluencia de refugiados, por un montón de motivos. Cierto: requeriría todo esto tener un poco más de organización desde arriba, para ayudarles a integrarse en esta Europa en la que creo, para que no se formen guetos, para que todos salgamos enriquecidos con la experiencia (y tengo en mente el enriquecimiento mental, no el económico, porque ése se quedará en las altas esferas de todos modos y como siempre). Este proceso requiere de infraestructuras y de una protección de esta Europa que todos buscamos. Sería lo ideal. Y sin embargo, en el pasado nadie estaba preparado para la inmigración, y ésta produjo beneficios a las sociedades receptoras, tanto como perjuicios a las sociedades que decidieron echar de su territorio a culturas enteras. Por eso, permitan que me repita: la oportunidad se escapa. Muy pronto, esa ocasión única de participar en un hecho histórico y de estar del lado correcto habrá pasado de largo. ¿De qué lado estarán Ustedes?

domingo, 15 de septiembre de 2013

Vals migrañoso

Me decía mi profesor de guitarra, en una crítica muy constructiva, que en algunos pasajes de mis últimas obras hay demasiada cabeza y poca intuición, poco sentimiento (traducido libremente). Ayer, sumido en otra migraña de esas que últimamente me acosan con renovadas frecuencia y fuerzas, sentado al piano, empecé a tocar lo que me iba viniendo.

El resultado es mi Vals migrañoso, opus varioscientosypico. No tengo ninguna intención de escribir más cosas en esa línea, como mucho quizá podría escribir una continuación, pero realmente creo que escribir con los sentimientos no es lo que me va.

¿Qué tiene de particular esta pieza? Pues que uno puede oír las estridencias de Bartók sin su sentimiento tonal (léase: indigerible), la lógica de Blacher sin su ligereza (= machacante), y luego una mezcolanza caótica de dolor de cabeza y de corazón, de tristeza, esquizofrenia, testosterona, somnolencia, más tristeza, desorientación, indolencia (pasotismo). Es una pieza que pertenece a otro mundo, es tremendamente térrea, por no decir inframundial. Es infumable. Me da miedo, un miedo atávico a un animal que llevo dentro, a sólo uno de ellos, uno al que no conozco, y que pertenece a mi lado oscuro.

La pieza me aterra y me fascina a partes iguales. Parece la pieza de ese loco que no creo ser. Huele a podredumbre de civilización.

Lo peor de todo es que, habiéndola escrito sin lógica consciente, le veo la lógica a toda ella.

Escúchala, o peor aún, tócala tres veces seguidas, y quizá te cambie tu forma de entender la música. O no. A mí me ha cambiado la percepción de mí mismo. Estoy como si acabara de abrir los ojos después de que me hubieran abofeteado hasta dejarme inconsciente.