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viernes, 6 de noviembre de 2020

Quien roba a un ladrón...

¿Hay o no hay tongo en las elecciones presidenciales de EEUU, y qué pienso al respecto?

Supongo que, quienes me leéis o seguís por las redes, sabéis bien cuál es mi opinión acerca de Donald Trump, pero lo repaso, por si acaso, y tan brevemente como pueda.

Había oído hablar de él demasiado y la forma en la que lo presentaban me hizo ponerme en contra de los medios. No podía ser como lo presentaban. Cuando veía tuits publicados por él, me pensaba que era una broma, una cuenta de coña.

Luego fui viendo que, sea su persona o su personaje, iba en serio.

Sus ataques verbales a otras personas (o personajes) y al medio ambiente, sus incongruencias, sus mentiras, todo iba más allá de una persona que queda fuera de los límites de lo políticamente correcto. No es que fuera un maleducado o un impresentable: parecía un peligro.

Ahí entraron los medios para, con acierto o sin él, presentar las consecuencias de lo que él decía. Y sí, los medios manipulan, claro que sí. Y nosotros a veces nos dejamos manipular, más o menos conscientemente. Y a veces perdemos la pista de lo que nos han manipulado de verdad y lo que nos hemos dejado. En mi caso, ya no lo sé.

Quizá me estén manipulando ahora. Pero antes de ir a ese punto, creo que debería explicar a quién prefería que ganara, o más bien que no ganara, en las elecciones presidenciales estadounidenses.

Parto de la premisa de que todos los políticos mienten, unos más y otros menos, y que todos se mueven hipnotizados por el ansia de poder. Parto de la premisa de que, cuanto más alto se mueven, menos les importa el bienestar de la gente y del medio ambiente. Eso ponía a los dos candidatos a la par. La economía de EEUU no me afecta tan directamente como a los estadounidenses y otra gente que viva allí. Joe Biden defendía (y defiende) causas con las que no comparto, ni moral ni visceralmente, y por las que me gustaría que ni él ni su partido consiguieran nunca el poder, o no el suficiente.

Claro, igual estoy muy manipulado por los medios, que me dicen que el medio ambiente está en peligro, aunque me temo que a mucha de esa creencia he llegado por convencimiento, deducción e "investigación" (no científica, pero tampoco "intuitiva") propios. Y en ese contexto, veo que se presentan dos candidatos, el uno atacando el medio ambiente y el otro diciendo que lo va a proteger.

"Mira, Joe, no es que me lo crea, pero Donald lleva tantas mentiras de Pedro Páramo que prefiero darte el voto de confianza a ti, que me permites conservar la esperanza". No estoy de acuerdo con su política de "derechos reproductivos" (= interrupción voluntaria del embarazo) y, si fuera el único aspecto de su programa, lucharía activamente contra él en las redes; pero no es el único punto. Cuando preguntaban a Trump por su programa para un segundo mandato, sólo hablaba de lo que ya había hecho (y mucho de ello eran fantasías suyas); Biden presentaba ideas concretas, y unas cuantas se referían al medio ambiente.

Claro que me importan las vidas de los niños, natos o futuribles. Y las de los jóvenes, y adultos, y ancianos. Y animales y plantas. Y la mejor manera de darnos una posibilidad a todos es cuidar el medio ambiente. Un candidato lo incluía en su programa, el otro llevaba cuatro años sin una dirección clara, en el mejor de los casos, cuando no atacándolo y mintiendo acerca de sus acciones. Un candidato me daba esperanza, el otro desesperación.

Llegó la pandemia, llegaron las series de mentiras por parte del presidente actual, su desinformación, la profundización de sus incongruencias, la impresión de que lo estaba haciendo todo a propósito. Y sí, parte de mi información provenía de los medios, pero otra parte venía de verme sus conferencias de prensa, que me hacían ver que, como ya dijera en otra ocasión, los medios que yo elegía, más que manipularme, me estaban ahorrando tiempo.

Esos medios empezaron a hablar de los intentos de Trump de influir el resultado de las elecciones en su propio favor. Mientras tanto, el propio presidente decía que no iba a aceptar un resultado que no le gustara. Organizaba mítines multitudinarios en mitad de esta pandemia que (disculpen ustedes) estoy convencido de que es real—y le veía mostrarse con una falta total de respeto hacia sus "súbditos" y sus vidas. Todo apuntaba a que iba a hacer trampas: la intimidación de votantes (llevaría mucho explicar por qué lo creo), la supresión de votantes, los cambios en la organización del servicio postal, los cambios de leyes electorales en estados republicanos ya durante el proceso de votación, etc.

(Estoy resumiendo el 2020... y resumiendo mucho)

Ahora aparecen en las redes vídeos de gente afirmando que es demócrata registrada, y que han visto mucha manipulación, que se están haciendo trampas en contra del presidente Trump.

Y esto plantea preguntas morales. En español, decimos eso de que quien roba a un ladrón, cien años tiene de perdón. Se sobreentiende que eso se puede aplicar a otros campos de la vida, y que quien haga trampas a un tramposo, cien años tendrá de perdón, ¿no? Yéndonos al extremo, siempre podríamos decir que no lo estamos matando, pese a que quien a hierro mata, a hierro muere.

Suponiendo que sea cierto que Trump está haciendo trampas (véase como exige que se cuenten sólo los votos de los estados donde va perdiendo, y que se dejen de contar allá donde va ganando), la verdad, si eso me lo hace jugando al parchís, lo aparto de la mesa y se queda sin jugar. Pero por otro lado, podría activar la picaresca española. ¿Recordáis? En el Lazarillo de Tormes, el ciego recibió un racimo de uvas y acuerda con Lázaro que comerán alternándose y tomando cada uno una sola uva por turno. El ciego comenzó a hacer trampas, cogiendo dos uvas por turno, y Lázaro, al verlo, empezó a hacer  lo mismo, y a partir de un punto, Lázaro continuó de tres en tres. Cuando acabaron el racimo, el ciego supo que Lázaro había tomado las uvas de tres en tres, porque él las tomaba de dos en dos y Lázaro callaba. El ciego sabía que Lázaro lo veía.

En nuestro caso, ¿están realmente algunos demócratas haciendo trampas en silencio? ¿Sería la misma situación de culpabilidad, o actúan movidos por la desesperación y el miedo? Alguien escribía en estos días que el miedo puede empujar a las mejores personas a cometer los peores actos. La impunidad y la aceleración en la degeneración mostrada por Donald Trump, su fanfarronería, sus amenazas, todo ello ha contribuido a crear miedo, y ese miedo no viene sólo los medios, sino de Trump mismo.

No es la misma situación, no es la misma culpa. Los demócratas no han estado callados. Han sufrido la desventaja, pero no callados. Y quizá ahora estén tomando las uvas de dos en dos, para comer los dos igual, o para reducir la ventaja de un Trump ciego de poder devorando de tres en tres. ¿Es moralmente correcto hacer trampas a un tramposo? ¿Es justo? ¿Es igualitario?

Mientras debatimos eso un poco más, recuerden que el servicio postal estadounidense sigue sin entregar más de 100.000 papeletas válidas y que el partido republicano ha impedido votar a cientos de miles de votantes a lo largo y ancho del país. Mencionemos también a las más de 200.000 víctimas de una pandemia que Trump se ha encargado de extender lo más posible.

Sin embargo...

En el Nuevo Testamento dicen aquello de poner la otra mejilla, o que al César, lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios. ¿Vamos a ignorar este principio para intentar defender lo que nosotros creemos que es justo, o más bien, para empoderar a quien creemos que está más cerca de representar aquello que consideramos más justo? ¿Qué fin justifica qué medios?

No tengo una respuesta. Hoy me encontré pensando qué haría si tuviera en mis manos la última papeleta de las elecciones, que esa papeleta fuera para Donald Trump, que yo supiera que con esa papeleta él ganaba las elecciones y que yo pudiera destruirla o mentir acerca de su contenido sin ser descubierto. (Tendría que ser la papeleta que marcara el 0,5% de diferencia necesario para hacer un recuento; pero simplifiquemos la historia). Creo que sería honesto, pero igual es sólo que no estoy tan atemorizado ni tan desesperado como para tomar una decisión poco cristiana.

¿Por qué, si no me defino como cristiano? Sí soy español. "Es robar a un ladrón. Es equilibrar la balanza con sus trampas. Es justicia social y medioambiental". Puedo intentar convencerme de mil maneras. "Si no haces trampas, sufrirán muchas más personas". Como si yo estuviera capacitado para decir qué numeros o qué personas tienen más derecho a un alivio de su sufrimiento. Así que, como español y no cristiano, debería tener las ideas claras y destruir la papeleta, o mentir acerca de su contenido.

Hoy por hoy, y entre que encuentre otros argumentos, no lo haría (no haría trampas, vamos). En cuanto a la situación en EEUU y la pregunta con la que empezaba esta larguísima bitácora, estoy convencido de que hay tongo y de que fue Donald Trump quien lo empezó, lo provocó... o lo empezó y además lo provocó. Pienso que es muy probable que haya muchos en el bando contrario intentando equilibrar la balanza. Pienso que no es posible descartar que se pasen "equilibrándola" y la lleven a cambiar unos resultados que, si Donald no hubiera empezado, quizá le hubieran favorecido más.

Ahora, Trump y sus seguidores claman al cielo y dicen tener y estar presentando pruebas de las trampas que hacen los demás. Para su desgracia, el Pedro Páramo yanqui, después de cuatro años de fomentar el miedo y la desesperación, y de jugar a ser otro Pedro a la vez, el del lobo, ha perdido toda su credibilidad.

Empieza a darme pena, pero la justa. Ni un pelo más.

Y ahora, que sea la voluntad de Dios.

lunes, 25 de enero de 2016

Mentiras y confianza

A algunos puede resultarles difícil de creer, pero el sentimiento de halago cuando nos dicen que somos dignos de confianza no es universal. Están, claro, los que se sienten abrumados porque no entienden qué ven los demás en ellos para considerarlos tan dignos de confianza. Y también están los que lo ven como un triunfo... diferente.

Hay gente para la que la mentira es una forma de vivir, de divertirse, de jugar – y sí, están jugando con personas, pero se diría que les da igual. Cuando pierden la confianza de una persona, no se sienten apenados en el sentido que entendemos normalmente de que "parece que el otro me quiere menos", sino, antes bien, en el de "miércoles, he perdido un pardillo al que podérsela colar". No han perdido un amigo, un amante, un cónyuge, sino una víctima.

Podríamos entrar en conjeturas de por qué esta gente es así y si tiene algún remedio. Yo no conozco el remedio. Tampoco sé si son más felices o menos que los que se alegran de merecer la confianza ajena, porque ésta conlleva una responsabilidad que puede ser un poco pesada a veces (en el sentido de sobrecarga, no en el de ser cargante) y que puede suponer cierto estrés en determinadas circunstancias... que el engañador "nato" no conoce.

Todo paso encaminado a ganarse la confianza de una persona supone, para estos engañadores, una montaña rusa un poco más alta... y otro metro... y otro más... y cuanto más suben, mayor es la adrenalina y el sentimiento de excitación e ilusión, inconscientes de cualquier riesgo. La vida es sólo un parque de atracciones. El hecho de que no haya un hogar de verdad ni amistades profundas no importa, porque el día que no les dejen subir a esa montaña rusa, se subirán a otra atracción. Hay muchas.

Yo sigo dando oportunidades a mucha gente a la que veo venir. Soy así de crédulo, inocente, cándido, confiado, optimista. Hasta un punto. A partir de ese punto, a lo máximo, juego a que la creo, al estilo de la canción de Luz Casal. O saco a esa gente de mi vida, porque, llamadme sibarita, a mi alrededor sólo quiero, cada vez más, personas auténticas.

domingo, 29 de marzo de 2015

Una comedia sobre un infiel

No, que nadie se asuste. No pretendo escribir nada tan poco original como una comedia sobre un infiel. Ya hay demasiadas. El hombre que tiene el plan con su amante y de repente se ve envuelto en la red de sus propias mentiras para jolgorio del público.

Y alguien podría decirme "Pues algunas de esas comedias están bien". Quizá. Cuando te has visto diez o doce, si te siguen pareciendo que estás bien, creo que tú y yo no nos vamos a entender hablando de arte en general. Así de claro. Ni de nada. Te seguiré queriendo, pero evitaré hablar de nada serio contigo.

También alguien podría decir que está bien que se ridiculice al adúltero (o al que lo intenta, para el caso). Ya. Eso estaría bien si al acabar la obra, el interfecto recapacitara, o sufriera las consecuencias de su comportamiento. No es el caso. Al final, todo queda perdonado, olvidado u oculto, y al hijoputa no le pasa nada, que ya el pobre ha sufrido lo indecible durante las dos horas de "comedia". Angelito.

No hay pautas ejemplarizantes. Engañar a la prójima es la juerga padre. De hecho, es difícil decir si la gente se ríe más de los apuros del sinvergüenza o de lo tonta que es toda la gente que le cree sus patrañas. Como si no tuviéramos demasiado ya de eso en la vida.

¿Estoy exagerando? Veamos. ¿Qué pasaría si el hombre estuviera poniendo los cuernos a su mujer con otro hombre? ¡Ah, el maricón! ¡Que le cercenen las gónadas! Pocos simpatizarían con él (probablemente, ni los homosexuales), no es el ideal que tenemos codificado social y genéticamente, queremos una hoguera donde arda y sirva de escarmiento a los que compartan sus calenturas. Hasta ahí podíamos llegar.

¿Y si fuera una mujer? ¡La muy zorra! Eso no se hace, pobre marido, tan entregado, tan cariñoso, tan inocente, tan tontolhigo, y ella le hace eso, pero ¡habráse visto! Si uno del público comienza a abuchearla (hagamos el experimento, si hay ovarios), en breve se unirán otros, será la mujer más odiada en las escenas europeas. No habrá simpatías más que para el verdugo, ¡oh, gentilhombre de bien!

Me niego a aceptar esto como comedia. Es un ejercicio de abuso, de sexismo, de perpetuación de comportamientos inaceptables, de transmisión de valores equivocados, de hipocresía, de aceptación y celebración de la mentira, de ignorancia del daño que se hace a tantas y tontas personas y un largo e ignominioso etcétera.

Quiero ver a las audiencias riéndose al ver los papeles invertidos, deseándole a la mujer que al final todo se le solucione, mofándose de un marido que sea generalizable por ser idiota (y es que idiotas somos todos, llegado el caso). Eso no va a pasar y nadie considerará a tal obra (cuando la haya) como una comedia real, y entre tanto yo ya no quiero ver más obras calcadas unas de otras.

Una infidelidad puede ser una comedia. Por lo general, tiene más visos de tragedia para la persona que tiene que cruzar puertas demasiado bajas para la longitud de sus cuernos. Que eso duele. Y como cuernos tenemos la inmensa mayoría de los que alguna vez hemos salido con alguien, seamos hombres o mujeres, al que no le duela, que se ría si quiere. Pero que no espere que alguien con inteligencia le siga, porque por las puertas que el riente bloquea con sus ignorantes astas no se va a ninguna parte.