Hace unos años estaba yo en crisis interpretativa, digamos que en lo más profundo de ella, sin entender por qué no quería cantar o tocar en público, sintiéndome mal por ello y haciéndome un montón de esas preguntas que los creativos nos hacemos a veces con mayor, menor o inexistente fundamento.
Y coincidió que alguien me hizo un favor tremendo: intentó convencerme de la forma equivocada. Había más gente intentando convencerme, y yo dije que tocaba para mí, no para el resto del mundo. Esta persona me llamó egoísta, diciendo que si Dios me había dado dones, era para compartirlos. Ahhhh. Ya. No había caído. Supongo que no estoy compartiendo ningún otro de mis dones.
No, no fue eso lo que contesté. No imaginemos.
Lo que respondí fue que ya compartía otros dones, y que estaba en mi derecho de dejarme alguno para mí, lo mismo que el resto del mundo se deja cosas para sí, y que no es egoísmo. Que prefería bailar desnudo delante de una audiencia que cantar y tocar (lo cual era cierto), y que si no estaba dispuesto a bailar desnudo, mucho menos iba a cantar o tocar. El otro siguió con que yo era egoísta y yo con que estaba en mi derecho.
Esa misma persona defendía que la antigua sinagoga de Hluboká nad Vltavou estuviera abierta al público, con o sin el consentimiento de su actual propietario, porque era un bien que pertenecía a todos. Y yo no estaba ni estoy de acuerdo, porque es un inmueble del que su propietario cuida, y porque me parece un desatino decidir sobre la propiedad privada así, sin conocer las circunstancias. Otro gallo le cantaría al asunto si el inmueble estuviera en riesgo de ruina—entonces sí que impondría (como cacique local o como gobernante) un "o lo cuidas, o me dejas que lo cuide, o me lo vendes a precio de mercado, o te lo expropio por lo que me parezca, te cuento hasta tres".
Esta persona ha sido fuente de inspiración en numerosas ocasiones y me ha ayudado a darme cuenta de muchas cosas. Hoy recordaba el asuntillo del cante y pensaba que igual debería haberlo afrontado de otro modo. Algo así como:
—A ver, ¿tú que prefieres, cantar y tocar, o hacer un strip-tease?
—¿Qué clase de pregunta es ésa?
—Contesta, ¿qué prefieres?
(no creo que contestara, pero eso ya llevaría a un cambio de tema que sería una victoria, en sí)
(supongamos, empero, que...)
—Cantar y tocar, ¡por supuesto!
—Vale, yo prefiero hacer un strip-tease. Tú quieres que yo cante y toque. Yo canto y toco si tú haces un strip-tease.
Lo que vendría a continuación sería el comentario que me hacen tantas veces de que "lo llevas todo a los extremos", sin darse cuenta de que yo siento que me llevan ellos a esos extremos cuyas características tan poco les gustan. Ni se dan cuenta de que el hecho de que ellos estén convencidos de su "normalidad" no garantiza que esa normalidad sea lo más deseable ni la única forma de normalidad aceptable. Entre otras darsecuenteces.
Y sí, mis comparaciones tienen un toque relacionado con el pudor sexual harto frecuentemente. Quizá porque mi sentido del pudor se extiende a campos en los que otros no tienen ni pizca de vergüenza. Especialmente cuando soy yo al que exponen, no te jode.
Me estoy calentando yo solo recordando, y no entre las piernas, precisamente. Una pena, yo que pensaba escribir una bitácora de paz, armonía, perdón, tranquilidad y buenos alimentos...
Buenas noches.
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martes, 9 de agosto de 2016
viernes, 11 de marzo de 2011
El consumo energético
Seguimos viviendo en la inopia energética del siglo XX. La solución no está en encontrar fuentes de energía más eficaces, sino en reducir el consumo.
No hay fuentes de energía limpias. Todas contaminan, de un modo o de otro, antes o después, o también de todos modos y en todo momento. Nos guste o no, ésta es una realidad que hay que afrontar.
La naturaleza no es democrática. La naturaleza no entiende frases como "puedo tener todo lo que quiera" o "todo tiene que estar al alcance de todos". La imaginación humana parece carecer de los límites de la naturaleza. Sólo que esos límites existen. No entro a discutir si ya los estamos forzando o todavía no, no me interesan esos debates, en este momento. Lo que hay que pensar es que la huella ecológica del habitante medio del planeta se está disparando, al tiempo que el número de habitantes sigue creciendo. En breve, decir que hay cinco habitantes por kilómetro cuadrado equivaldrá en la cabeza de muchos a decir que hay cinco pisos, cinco casas con jardín, cinco coches de buen tamaño, más el alojamiento cerca de la playa, todo ello con su equipamiento, que incluye la bicicleta que no se usa, tres o cuatro televisiones, el ordenador de mesa, el portátil de trabajo, el portátil de ocio, tres o cuatro teléfonos móviles (se usen o no), dos o tres videoconsolas y-un-largo-etcétera.
A todo esto hay que añadirle el espacio que estas cinco personas necesitan para alimentarse (léase producir comida: cultivos, mataderos, destilerías, etc.) y trabajar. Hay que darles cinco puestos de trabajo, hay que tender cables (al menos los de la luz), alcantarillado, quizá gas, buenascarreteras autopistas, puerto, aeropuerto, helipuerto, cuatriciclarking, y el espacio de ocio, con pista de padel, gimnasio, piscina, sauna, pista de esquí y bosque tropical POR LO MENOS.
Señores, despierten. Ya les haré el cálculo de lo que eso ocupa en metros cuadrados, que van a ser unos cuantos. Y no hablo de huella ecológica, todavía, ni de huella de CO2. Lo que no cabe duda es que, para llevar a cabo todas esas obras y producir esos bienes, además de espacio y materiales, se necesita energía. Sí, y mano de obra, claro, oh, Jorge, qué malvado, queriendo eliminar puestos de trabajo. Pues no. La solución a eso también existe, pero de ese tema hablaré otro día. Hoy quería hablar de la energía y ya me he disparado hablando de otros temas.
Me decía hoy un estudiante que un coche por hidrógeno es un coche limpio. Claro. Como que producir hidrógeno no supone ningún gasto de energía, ¿verdad? Y eso ¿desde cuándo? Hay lugares del mundo, como Islandia, que gracias a la energía geotérmica se pueden permitir producir hidrógeno sin quemar uranio ni combustibles fósiles, pero esos lugares son excepciones. Quizá la energía maremotriz sea de las más limpias... pero necesitas construir la central, lo mismo que con las hidroeléctricas (supongo) y las eólicas (nueva suposición) -- todas éstas tienen impacto paisajístico, cuando menos. La energía solar, amén de su impacto paisajístico cuando se produce en "centrales", no es una energía limpia, sino tan sólo "más limpia que otras" como la nuclear o la basada en combustión fósil (carbón, gas, petróleo y derivados).
La energía limpia y sin impacto ambiental es una quimera. Y si queremos de verdad ensuciar lo menos posible, lo que hay que hacer es consumir menos energía. Y PUNTO. Ya lo publiqué en su día (en papel) con ejemplos prácticos de cómo reducirla, y ya publicaré algunos más.
Sigo creyendo que, un día, nos obligarán a reducir el consumo. No será ningún sistema político, sino la propia naturaleza. Ese día, quienes estén acostumbrados a vivir con poco, seguirán igual que estaban hasta entonces, sin echar nada en falta, y seguirán siendo felices; o, si tuvieran que reducir en extremo, la diferencia sería menor que para aquellos empeñados en no ver esta verdad incómoda.
Los que escojan, serán libres. Los que no escojan, se verán esclavizados por su propia ceguera. Seguid planchando. Seguid encendiendo una televisión que nadie ve. Seguid abusando de calefacción y aire acondicionado, como si no nos costara más que la factura de la luz.
En lo único que confío es en que no se demuestre que tengo razón en mucho, mucho tiempo. Quizá porque haya gente suficiente que me crea y, con su estilo de vida consciente y libre, ayude a frenar el proceso.
La esperanza es lo último que se pierde...
No hay fuentes de energía limpias. Todas contaminan, de un modo o de otro, antes o después, o también de todos modos y en todo momento. Nos guste o no, ésta es una realidad que hay que afrontar.
La naturaleza no es democrática. La naturaleza no entiende frases como "puedo tener todo lo que quiera" o "todo tiene que estar al alcance de todos". La imaginación humana parece carecer de los límites de la naturaleza. Sólo que esos límites existen. No entro a discutir si ya los estamos forzando o todavía no, no me interesan esos debates, en este momento. Lo que hay que pensar es que la huella ecológica del habitante medio del planeta se está disparando, al tiempo que el número de habitantes sigue creciendo. En breve, decir que hay cinco habitantes por kilómetro cuadrado equivaldrá en la cabeza de muchos a decir que hay cinco pisos, cinco casas con jardín, cinco coches de buen tamaño, más el alojamiento cerca de la playa, todo ello con su equipamiento, que incluye la bicicleta que no se usa, tres o cuatro televisiones, el ordenador de mesa, el portátil de trabajo, el portátil de ocio, tres o cuatro teléfonos móviles (se usen o no), dos o tres videoconsolas y-un-largo-etcétera.
A todo esto hay que añadirle el espacio que estas cinco personas necesitan para alimentarse (léase producir comida: cultivos, mataderos, destilerías, etc.) y trabajar. Hay que darles cinco puestos de trabajo, hay que tender cables (al menos los de la luz), alcantarillado, quizá gas, buenas
Señores, despierten. Ya les haré el cálculo de lo que eso ocupa en metros cuadrados, que van a ser unos cuantos. Y no hablo de huella ecológica, todavía, ni de huella de CO2. Lo que no cabe duda es que, para llevar a cabo todas esas obras y producir esos bienes, además de espacio y materiales, se necesita energía. Sí, y mano de obra, claro, oh, Jorge, qué malvado, queriendo eliminar puestos de trabajo. Pues no. La solución a eso también existe, pero de ese tema hablaré otro día. Hoy quería hablar de la energía y ya me he disparado hablando de otros temas.
Me decía hoy un estudiante que un coche por hidrógeno es un coche limpio. Claro. Como que producir hidrógeno no supone ningún gasto de energía, ¿verdad? Y eso ¿desde cuándo? Hay lugares del mundo, como Islandia, que gracias a la energía geotérmica se pueden permitir producir hidrógeno sin quemar uranio ni combustibles fósiles, pero esos lugares son excepciones. Quizá la energía maremotriz sea de las más limpias... pero necesitas construir la central, lo mismo que con las hidroeléctricas (supongo) y las eólicas (nueva suposición) -- todas éstas tienen impacto paisajístico, cuando menos. La energía solar, amén de su impacto paisajístico cuando se produce en "centrales", no es una energía limpia, sino tan sólo "más limpia que otras" como la nuclear o la basada en combustión fósil (carbón, gas, petróleo y derivados).
La energía limpia y sin impacto ambiental es una quimera. Y si queremos de verdad ensuciar lo menos posible, lo que hay que hacer es consumir menos energía. Y PUNTO. Ya lo publiqué en su día (en papel) con ejemplos prácticos de cómo reducirla, y ya publicaré algunos más.
Sigo creyendo que, un día, nos obligarán a reducir el consumo. No será ningún sistema político, sino la propia naturaleza. Ese día, quienes estén acostumbrados a vivir con poco, seguirán igual que estaban hasta entonces, sin echar nada en falta, y seguirán siendo felices; o, si tuvieran que reducir en extremo, la diferencia sería menor que para aquellos empeñados en no ver esta verdad incómoda.
Los que escojan, serán libres. Los que no escojan, se verán esclavizados por su propia ceguera. Seguid planchando. Seguid encendiendo una televisión que nadie ve. Seguid abusando de calefacción y aire acondicionado, como si no nos costara más que la factura de la luz.
En lo único que confío es en que no se demuestre que tengo razón en mucho, mucho tiempo. Quizá porque haya gente suficiente que me crea y, con su estilo de vida consciente y libre, ayude a frenar el proceso.
La esperanza es lo último que se pierde...
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