martes, 31 de julio de 2012

Víctimas y victimistas

No voy a hablar de políticos. Voy a hablar de él, de ella, de ti y de mí. De la gente "normal".

Es que no es lo mismo. No son lo mismo uno que se queja y un quejica. No es lo mismo Marta Sánchez que Sancho Martínez. No es lo mismo un funcionario que otro.Y no es lo mismo ser víctima que ser victimista.

Fui a renovarme el DNI y el pasaporte. El mismo día. Para el DNI me atendió un hombre de mediana edad, sonriente, silbando, hizo comentarios graciosos. No se hizo el gracioso ni el simpático, sino que fue gracioso, simpático, agradable y me alegró el día. La pena fue que no me lo encontrara a él en segundo lugar: para el pasaporte, me remitió a una compañera suya que no me miró a la cara ni para ver si era yo el de la foto del documento; apenas miró el ordenador, porque estaba mirando un catálogo de moda. No me contestó al saludo. Una compañera suya incluso le llamó la atención: "Niña, que ya lo tienes" (el pasaporte acabado). Llegué a decirle que, si no tenía tiempo para dedicarme, que volvía otro día, para no molestarla (en su lectura de catálogos de moda en tiempo de trabajo que pagamos todos, por cierto).

Si estos dos fueran a protestar por una bajada de sueldo, resulta que el señor estaría protestando con todas las de la ley; pero la señora sería una geta acabada. El señor se merece un ascenso y una subida de sueldo; ella, el despido con una patada en el culo y sin indemnización.

Ya, ya oigo a algunos, Jorge, eres un sexista del guano, seguro que la señora tenía mejor cutis que tú y le cogiste rabia. Vamos con dos mujeres haciendo el mismo trabajo, también funcionarias. RPI: Registro de la Propiedad Intelectual. Fui con una consulta a la oficina provincial del RPI en Santander. Me recibió una mujer que lleva menos de un año en su trabajo. Mi consulta era, por decirlo suavemente, peliaguda, y yo era consciente de ello. La mujer, que me atendió de forma más que correcta, buscó la información en los libros, en las últimas actualizaciones en la red del Ministerio, escuchó toda la explicación de lo que se trataba, entendió de lo que le hablaba, me explicó la terminología, hizo lo que pudo y más. Salí de allí más que contento con su trabajo y su esfuerzo, y ello a pesar de que no hubo respuesta definitiva. Al final, me mandó un correo con la información de la oficina central en Madrid para que preguntara mejor allí.

Llamé. Dos veces. La primera no cogió nadie, y eso que dejé sonar el teléfono bien de rato. Pero bueno, todo el mundo puede tener un apretón en un momento dado.A la segunda, una voz de mujer al otro lado me replicó, casi sin dejarme terminar de hablar, que tenía que contactar con mi oficina provincial. Le expliqué que, precisamente, de mi oficina provincial me remitían, porque no sabían darme una respuesta. "Pues, ¿desde qué provincia llama?" (con un tono de "pero ¿en qué atraso viven fuera de esta oficina?". "Desde Cantabria". "Digame (voz de abandono)". Le explico la situación. Me contesta que no puedo registrar algo que no es mío. Le explico que es mío más de un 90% y el resto es obra huérfana. Me repite que no lo puedo registrar, porque no es mío. Le recuerdo que Bach y Beethoven también hacían variaciones sobre temas de otros y nadie pone en duda que esas variaciones son de Bach y Beethoven. Al final me dijo que lo intentara registrar y que ya lo juzgaría un examinador del RPI. Vamos: contribuyente, paga, y luego ya veremos si te damos algo por lo que hayas pagado. Eso sí, yo no voy a pasarte con un examinador, porque no me lo has pedido, porque no se me ocurre o porque no me da la gana. Eso sí, sin humildad, hasta ahí podíamos llegar.

Y se me ocurre que estas dos mujeres presentan, de nuevo, dos extremos: la primera quizá sea víctima, quizá no lo sea, de prejuicios por parte de su compañera de La Capi; de su novedad en el puesto; de la burocracia que hace que al más pintado le tiemble el pulso cuando viene un Jorge Otolio a registrar algo menos frecuente; y no menos importante, quizá sea (o no) víctima de todas las crisis que tenemos aquí (de valores bursátiles y morales, por citar dos grupos). La segunda mujer, si se le ocurriera quejarse un día, sería victimista.

Hay más casos. Me decía una enfermera hace poco que "vendrán los pacientes y esperarán que les pongamos buena cara, con lo que nos están haciendo desde el Gobierno". Ahá. Así que, como a ti no te gusta ser víctima, vas a ser verdugo. Qué bien. Y encima, te parecerá mal que te bajen la paga. Mientras que hay otras enfermeras que no se quejan, porque están demasiado ocupadas tratando de hacer que el paso por el hospital sea para los pacientes lo menos desagradable posible. No es lo mismo esta segunda enfermera que la primera. ¿O es que tengo yo la visión distorsionada?

Y es que demasiados, demasiados se suben a un carro que no es el suyo. Que si tienes una hipoteca para poderte independizar, y te bajan el sueldo, y te quitan la paga extra, y ya andabas justo, y a tu mujer la despiden, y te suben los impuestos y te crecen los enanos del circo, indudablemente, eres víctima; pero si tienes tres hipotecas para poder tener la casa de la playa y el apartamento para alquilar a estudiantes y la casa del pueblo, no eres víctima, eres gilipollas y que te ondulen. Que hay países con precios e impuestos similares a los españoles, donde no se sabe lo que es una paga extra y los salarios básicos, asquerosamente frecuentes, son la tercera parte de los de aquí. Y disfrutan la vida como pueden e intentan ser felices, sin casa en la playa, sin dos coches por miembro de la familia, sin cuatro televisores de plasma, sin fines de semana en la otra punta del país, sin aparentar y sin victimismos.

Me comentaba hace poco mi amiga A. de una pandilla que ella conoce, que varios están en el paro desde hace meses; pero se fueron de despedida de soltero a Tenerife. Desde Santander. De fin de semana. Eso es grosero, directamente: el billete se lo están pagando los que trabajan. Y entiendo que dentro del "mínimo existencial" está poder salir y tomar algo - pero los excesos NO pueden estar incluidos en ese mínimo. A mi amigo J. le quedan unos meses de paro. Cincuenta y tantos tacos. Buen trabajador donde los haya. A muchos como él les quitarán el paro injustamente; a otros, como a los "viajeros" domingueros mencionados, no se lo tendrían que haber dado nunca.

En Cruz Roja nos dijeron una vez que, si hubiera una catástrofe y hubiera decenas de heridos, teníamos que ignorar a los que más chillaban, porque eran los que, probablemente, menos ayuda necesitaban. Que los callados eran los que estaban realmente mal, y a los que había que atender primero. ¿Y quién va a poner el grito en el cielo por esta entrada de bitácora? Los patos heridos, que llaman en checo; o dicho en castizo, los que se pican, que ajos comen.

Hay muchas víctimas en España. Demasiadas. Los que pasan hambre, los que no llegan a fin de mes, los que han visto cómo subían los precios de las viviendas y compraron algo antes de que fuera demasiado tarde porque sabían que lo iban a necesitar, etc. Por respeto hacia los que están realmente mal, los que tenemos trabajo y "sólo" necesitamos quitarnos lujos innecesarios, deberíamos callarnos la boca. Los que tienen hipoteca de primera vivienda y no tienen trabajo estable o cobran lo justísimo o menos, y muchos otros que están en situaciones muy malas, tienen que sentirse insultados cuando se comparan con ellos los que lo pasan fatal porque, con la crisis, la langosta ya no sabe igual. Exagero, claro. Quiero llevar a reflexión. Quejémonos. Hagámoslo de acuerdo a la magnitud verdadera de lo que nos afecte, o critiquemos la situación de lo demás, sin aprovecharnos nosotros, sin victimismos. De lo contrario, el día que os vaya realmente mal, a nosotros, directamente, nadie nos hará caso.

¿Y los políticos? Esos son harina de otro costal. Yo quería hablar de la gente "normal". A los delincuentes de corbata ya se refieren otros por todo internet. Personalmente, quiero creer que hay políticos honrados; pero no quiero hablar ni de los nobles ni de los innobles.

A ver, ¿quién se pica?

1 comentario:

  1. Como añadido: sé lo que es estudiarse las ofertas de los supermercados y patearse una ciudad por necesitar cada céntimo. Nunca me he quejado. Recuerdo aquella época como una de retos, de aprendizaje, de demostrar la propia valía. No fue una época mala, ni dura. Tenía tiempo y salud para hacerlo, tenía un trabajo, un techo de alquiler (sin calefacción ni cuarto de baño), tenía una motivación. No tenía otra boca que alimentar, respondía sólo por mí mismo. Hoy tengo mucho más poder adquisitivo, muchas más cosas, muchas más libertades, y me quejo mucho más. Soy sólo un quejica más.

    Un polaco cayó en coma en la época del comunismo. Se despertó unos 15-20 años después. Le llamaron la atención especialmente tres cosas: la gente hablando por el móvil en la calle, la cantidad de cosas que se podían comprar en el supermercado, y lo que se quejaba la gente pese a vivir mucho mejor. Su historia apareció en los periódicos. Y yo me la creo. ¿Por qué? A los móviles estoy ya practicamente acostumbrado; pero las otras dos no dejan de sorprenderme. Sin necesidad de caer en coma.

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