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lunes, 26 de octubre de 2020

Las narices en otros países

Se me sorprendía hoy un británico viviendo en los EE.UU. de que el resto del mundo esté tan interesado en la política estadounidense, y que quizá a mí también me sorprendería si la gente metiera las narices en la política checa.

Lo cierto es que la política de los distintos países está tan interconectada que todos tenemos intereses en muchos otros países, decenas de ellos, lo sepamos o no. No hablo sólo de nuestros socios en la Europa comunitaria. El que China tenga política expansionista nos afecta y, por tanto, legitima nuestro interés por saber qué se cuece allí—y quién lo cuece. El que hubiera una guerra del coltán en la República Democrática de Congo debería interesarnos más de lo que lo hace, y deberíamos meter nuestra pituitaria allí. El que haya países que no protejan sus bosques y haya países que motiven a los primeros a no respetar sus bosques y su biodiversidad es algo que nos afecta a todos. El que haya muchos países emitiendo mercurio a la atmósfera y arrojando plásticos al mar, o el hecho de que prácticamente todos los países estén contribuyendo al calentamiento global, hace que no sólo tengamos curiosidad por saber qué pasa en otros países, sino que lo raro sería que no la tuviéramos.

En ese contexto, los Estados Unidos de América, durante años, nos han vendido la moto de que son el país más importante del mundo, el más fuerte, el que tiene más autoridad. Se han erigido como árbitros en conflictos que, realmente, les atañían bastante menos como nación que los que nos atañen hoy algunos de los que he mencionado más arriba. Pero el hecho es que tenían esa autoridad. Nos gustara o no, era, y sigue siendo, un país poderoso, y si bien era capaz de ser el matón del colegio, también tenía más capacidad que nadie para salir en defensa de los débiles—cosa que los otros matones lo sabían muy bien.

Hoy en día, la política exterior de los EE.UU. se ha olvidado de su defensa de los débiles, así como de sus aliados. El país con más capacidad para tener bajo control a los otros matones se ha hecho amigo de esos matones. Está perdiendo autoridad, respeto, fuerza, confianza. Y todo ello se debe a una situación política.

El hecho de que el aliado más fuerte de la Unión Europea se esté convirtiendo en un trágico hazmerreír en el tablero de juego de la política internacional nos afecta a todos los europeos, porque desequilibra las fuerzas y hay unos cuantos afilándose los dientes sobre Europa. Otro hecho, el de que uno de los países más industrializados del mundo se eche atrás en todos los acuerdos ecológicos firmados por ellos, nos afecta a todos, al respirar, al comer, al beber. El que el árbitro deje de mirar a los jugadores para, en su lugar, arengar a los hinchas e instarlos a saltar al terreno de juego a linchar a quien les apetezca, no puede llevar el partido a buen fin. Y eso, que el residente naranja de la Casa Blanca hace en sus mítines contra sus adversarios políticos, es sólo un reflejo de lo que está provocando en el resto del mundo.

Cuando un comediante o un payaso hace un chiste, nos reímos o no. Si hace un chiste sobre política, nos reímos o no. Si es un buen payaso, o cómico, o cuentachistes, y nos habla de teorías de la conspiración, nos reiremos. Es su trabajo. Cada uno tiene que dedicarse a lo que sabe hacer. Un político puede hacer chistes, claro; pero tiene que hacerlos en su contexto, no en los contextos en los que todo el mundo espera que hable en serio. Y es que la gente se lo cree. Y se lo creen en todo el mundo. Ello me afecta más de lo que me gustaría. Veo a gente educada, formada, con valores morales, inteligente, que de repente se han transformado en lo que denostaban no hace tanto. Algunas de esas personas me son muy cercanas y queridas. No, no es culpa únicamente de un político: el político es un síntoma y una consecuencia de algo que viene de más atrás, evidentemente. Sin embargo, el político en cuestión está contribuyendo a extender y profundizar el mal, dotándole de nuevas fuerzas, apoyos y dimensiones; jugando en el patio de su colegio, sí, pero llegando hasta el patio de mi casa, que es particular.

Claro que meto las narices en la política estadounidense. Hay demasiado en juego. Por mí, por mis seres queridos, por mis amigos, por mis estudiantes, por la naturaleza, por los que han muerto y van a morir por sus acciones, por quienes no tienen voz, meto mis narices donde mi olfato me dice que debo meterlas.

P.S: Mi respuesta al británico: I'm afraid I can't answer to this shortly, so I'll focus on two points only :D in my case, what happens in the US affects me directly, among other things because my partner is from the US and living there. Believe me, that is not the strongest or most direct way the US politics affect me, but the other are too painful to talk about them. Out of the personal, what happens in the US has a direct resonance in the politics of many other countries, and I think people are becoming more and more aware of that fact. I'm not an expert on international affairs, so just an opinion.

Of course, there is also an evasive element: one focuses on political affairs that are distant enough to avoid ruining their moods about the close ones, which they feel they can't change either :D maybe with the hope that, if something changes elsewhere, it may as well turn out better at home.

martes, 8 de abril de 2014

El cuento de los negativos

Supongo que nos sucede a todos cada día. Y si no, sacadme de mi error, a ver si, al menos, me siento importante. Nos encontramos con alguien que menciona un problema que tiene, y nosotros, llevados de nuestra vena humanitaria, intentamos ayudar al prójimo y ofrecemos una solución. A veces, porque nos ha pedido ayuda. A veces, porque somos así de buenazos. A veces, porque encontrar la solución a un problema es un reto irresistible. Por el motivo que sea, ofrecemos esa solución.

Quino, el dibujante de cómics (o historietas), ese artista genial, a menudo tan sabio y siempre tan astuto y sagaz, nos mostraba en cierta ocasión a la madre de Mafalda en la situación siguiente:



Evidentemente, cuando nosotros encontramos una solución a un problema y somos más rápidos que el resto, a ese resto (o residuo y demás sinónimos, b..., e...) le duele. Y tiene que demostrar que es mejor que el sugerente riéndose o descalificando la solución dada. Inmediatamente, el resto (decía) del resto, léase, los que todavía no habían hablado, se sumarán a la contestación, a la negación de la solución, amparados en el guano del grupo contra el individuo. No nos engañemos: probablemente, nosotros hagamos lo mismo a otros cuando estamos en el bando equivocado. Son muy, muy pocas las personas con tal grado de consciencia y de desarrollo moral que no se apuntarían a ese carro ganador tirado por tanto buey. Nuevamente, me viene a la mente uno de los cuentos que menos me gustan y que más me recuerda la vida a diario, a sice, El traje nuevo del emperador. El final feliz del cuento es que, a diferencia de lo que sucede en la vida real, hacen caso a un infeliz.

[El niño es el único que se atreve a decir que el emperador va desnudo, y sólo en ese momento se atreven el resto a admitirlo]

Ya mencionaba en otra ocasión que mis ganas de ayudar, como mi curiosidad, tienen un límite. Cuando me piden una solución y doy cuatro, o cinco, y ninguna vale, puede que se me ocurran más, puede que no, pero simplemente, desconecto de la cuestión y que se busque la solución aquél a quien pertenece el problema. La gente negativa, ésa que encuentra un problema para cada solución, son vampiros psicológicos, y probablemente chupones que luego utilizarán tooodas tus soluciones sin darte ningún crédito por siquiera una.

Y sin que se excluya lo dicho en el párrafo anterior, también puede ser, como guindón del pastelón de esta me-rienda, que el enunciante del problema quiera sentirse miserable. Y ahí estamos nosotros, agúandole la fiesta. Pobre. Tan feliz con su problema, y nosotros queremos solucionarlo. Eso no se hace. Reconozcamos que no nos han educado bien.

Hasta ahí, la crítica. Y ahora va el aviso, en forma de otro cuento recurrente, esta vez sí que de mis preferidos, que es Pedro y el lobo. Como mis ganas de ayudar y mi curiosidad, también tienen un límite mi paciencia y mi buena fe. Llega un punto en el que ya no me creo que la persona necesite mi ayuda: lo que necesita es crecerse rebajando al primer pimpollo que intente ayudarla. Y quizá no, pero nedej Bože, (= no lo quiera Dios) puede suceder que esa gente, un día, necesite ayuda de verdad. Ese día, no tendrá a nadie que ayude, porque los más capaces y más dispuestos estarán ya quemados de tanta historieta y tanto cuento. Léase: del título.