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martes, 6 de junio de 2017

Si quieres soluciones

Llamadme machista, pero cuando una mujer me cuenta algo que la preocupa pero que no requiere acción inmediata, que queda fuera de mi alcance personal solucionar, y me lo cuenta una y otra vez y no capta ni directas ni indirectas de que cambie de tema, se me ocurren tres posibilidades:
1) que le sugiera una solución / algo que ella pueda hacer
2) que quiera calentarme la cabeza
3) que quiera calentarse la cabeza.

En el segundo y tercer caso, toca mandar a tomar por el saco. En el primero, me sale el lado machista y, de forma caballerosa, puedo (o no) ofrecer una solución. O dos. O tres. Lo que pasa es que lo que suele pasar más a menudo que menos es que no me dejan acabar la frase y se ponen en la situación más negativa y destructiva posible: "eso no va a funcionar". Y ni me dejan acabar, ni mucho menos explicar, ni solucionar.

A veces intento hasta tres soluciones (alguna vez he ofrecido cinco). Sin ponerse a intentar nada, en un 98% de casos, vuelven a la despotricada. Y luego me llaman incomprensivo, irrespetuoso, intolerante y etceterérrima porque paso de seguir aguantando.

Tengo muchas ganas de que me llamen machista o poco caballeroso para darles un poco de igualdad. Porque, por machismo puro y duro, cuando me vienen en ese plan mis compañeros de género, no les doy ni la segunda oportunidad de escuchar.

martes, 8 de abril de 2014

El cuento de los negativos

Supongo que nos sucede a todos cada día. Y si no, sacadme de mi error, a ver si, al menos, me siento importante. Nos encontramos con alguien que menciona un problema que tiene, y nosotros, llevados de nuestra vena humanitaria, intentamos ayudar al prójimo y ofrecemos una solución. A veces, porque nos ha pedido ayuda. A veces, porque somos así de buenazos. A veces, porque encontrar la solución a un problema es un reto irresistible. Por el motivo que sea, ofrecemos esa solución.

Quino, el dibujante de cómics (o historietas), ese artista genial, a menudo tan sabio y siempre tan astuto y sagaz, nos mostraba en cierta ocasión a la madre de Mafalda en la situación siguiente:



Evidentemente, cuando nosotros encontramos una solución a un problema y somos más rápidos que el resto, a ese resto (o residuo y demás sinónimos, b..., e...) le duele. Y tiene que demostrar que es mejor que el sugerente riéndose o descalificando la solución dada. Inmediatamente, el resto (decía) del resto, léase, los que todavía no habían hablado, se sumarán a la contestación, a la negación de la solución, amparados en el guano del grupo contra el individuo. No nos engañemos: probablemente, nosotros hagamos lo mismo a otros cuando estamos en el bando equivocado. Son muy, muy pocas las personas con tal grado de consciencia y de desarrollo moral que no se apuntarían a ese carro ganador tirado por tanto buey. Nuevamente, me viene a la mente uno de los cuentos que menos me gustan y que más me recuerda la vida a diario, a sice, El traje nuevo del emperador. El final feliz del cuento es que, a diferencia de lo que sucede en la vida real, hacen caso a un infeliz.

[El niño es el único que se atreve a decir que el emperador va desnudo, y sólo en ese momento se atreven el resto a admitirlo]

Ya mencionaba en otra ocasión que mis ganas de ayudar, como mi curiosidad, tienen un límite. Cuando me piden una solución y doy cuatro, o cinco, y ninguna vale, puede que se me ocurran más, puede que no, pero simplemente, desconecto de la cuestión y que se busque la solución aquél a quien pertenece el problema. La gente negativa, ésa que encuentra un problema para cada solución, son vampiros psicológicos, y probablemente chupones que luego utilizarán tooodas tus soluciones sin darte ningún crédito por siquiera una.

Y sin que se excluya lo dicho en el párrafo anterior, también puede ser, como guindón del pastelón de esta me-rienda, que el enunciante del problema quiera sentirse miserable. Y ahí estamos nosotros, agúandole la fiesta. Pobre. Tan feliz con su problema, y nosotros queremos solucionarlo. Eso no se hace. Reconozcamos que no nos han educado bien.

Hasta ahí, la crítica. Y ahora va el aviso, en forma de otro cuento recurrente, esta vez sí que de mis preferidos, que es Pedro y el lobo. Como mis ganas de ayudar y mi curiosidad, también tienen un límite mi paciencia y mi buena fe. Llega un punto en el que ya no me creo que la persona necesite mi ayuda: lo que necesita es crecerse rebajando al primer pimpollo que intente ayudarla. Y quizá no, pero nedej Bože, (= no lo quiera Dios) puede suceder que esa gente, un día, necesite ayuda de verdad. Ese día, no tendrá a nadie que ayude, porque los más capaces y más dispuestos estarán ya quemados de tanta historieta y tanto cuento. Léase: del título.

sábado, 15 de febrero de 2014

Un ejercicio matemático - ¿Cómo unirias estos puntos con solo cinco líneas?


¿Cómo unirías estos puntos con sólo cinco líneas?
 
Me han mandado este ejercicio a mi correo electrónico (con la mitad de acentos) y se me han ocurrido varias posibilidades. Permitidme que las comparta con vosotros:

Sabemos que las líneas tienen que estar en contacto entre sí, puesto que de otro modo no habríamos unido los puntos. Ahora bien:
  • a) no se excluye que las líneas sean curvas (por tanto, no necesitamos cinco líneas, sino que con una es suficiente, pero puesto que el enunciante quiere cinco, pues hala, le hacemos cinco líneas curvas y santas pascuas), por ejemplo: 
  • b) suponiendo que debieran ser trazos rectilíneos, y más concretamente, segmentos (por decirlo en lenguaje matemático), esto debería indicarse en el enunciado. Aun infiriendo (= dando por sentado) que tienen que ser líneas rectas, nadie dice que por obligación tengamos que trazarlas sin levantar el lápiz del papel ni pasar dos veces por el mismo sitio, en cuyo caso bastan cuatro líneas diagonales (tres paralelas entre sí y una cuarta que corta a las otras tres). Por otro lado, se cumple que cada punto está unido al resto. La quinta línea se puede trazar tocando o no a cualquier punto, para dar gusto al enunciante, tal que así:
  • c-1) infiriendo que se tratara del típico ejercicio en el que "no puedes pasar dos veces por la misma línea ni levantar el lápiz del papel, las líneas tienes que ser rectas y su número máximo es cinco" (cosa que, repito, no se indica en el enunciado), existen, al menos, dos posibles soluciones. La primera tiene trampa teórica: ¿es posible salirse del papel (no del esquema, sino del papel) tan lejos como se quiera? Esto sonaría a "¿me habéis prestado atención cuando os he dado la definición de rectas paralelas?" (= son aquéllas que se cortan en el infinito). Número de trazos rectilíneos: cinco. Posibilidades: al menos cuatro (verticales, horizontales, diagonales /, diagonales \). Las horizontales, por ejemplo, serían como sigue (para las diagonales, girad la cabeza frente a la pantalla 45º a la derecha y luego 45º a la izquierda; para las verticales, girad la cabeza 90º a la derecha o a la izquierda):
 
  • c-2) la segunda tiene una trampa procedimental : ¿es necesario dibujar cada línea de un sólo trazo, o puedo dibujar primero la mitad y luego la otra mitad? (hablando de forma estricta, mi mano realizará 7 movimientos rectilíneos, pero el resultado sobre el papel será de 5 líneas rectas y cumpliría con todas las normas del planteamiento más restringido presentado). Veámoslo en tres pasos:
  • d) si el problema puede trasladarse a la tercera dimensión, es posible realizar el ejercicio con una única línea recta: basta con enrollar el papel de forma inclinada alrededor de un cilindro. El problema es que, entonces, no cumpliremos el objetivo por defecto: habremos dibujado un número demasiado pequeño de líneas. Claro que siempre podríamos añadir otras cuatro al tuntún...
Estoy seguro de que existirán otras soluciones, y que seguro que hay una sencillísima en la que no puedo caer porque me complico demasiado. No doy para más. ¿Alguna otra idea? ¿Cuál es la solución que el enunciante estaba buscando? (si no le gustan las mías, que se explique mejor la próxima vez desde el principio)