lunes, 23 de diciembre de 2013

Tu pareja te impide... nadar

Lo tenía hace años en mi lista de buenos propósitos. Fue el primer año que no cumplí mis buenos propósitos para el año nuevo. Claro que fue la primera vez que alguien me exigió que los cumpliera (porque, que yo sepa, fue la primera vez que alguien tuvo la falta de decoro de leerse mi lista de principio a fin y encima permitirse juzgarla). Así que no aprendí a nadar.

Ya, claro, ya oigo algunos: "¿De Santander y no sabes nadar? ¡Qué vergüenza!". Espero que no se le ocurra a nadie de España que no sepa lidiar un toro, bailar flamenco y tocar la guitarra, por mencionar algunos tópicos. Aunque si alguien es así de listo o así de tonto, supongo que no lo iba a captar.

Pues nuevamente son los comentarios paternalistas, y que hay que nadar cuando a tu pareja le sale de la axila y no cuando tú te sientes sirenito, y que qué mal nadas, y que yo nadaba profesionalmente, y que, sí, estoy tocándote el escroto en sentido figurado porque quiero que te sientas frustrado de no saber nadar.

Los obstáculos para hacer algo están siempre en nuestra mente, es cierto. Sí, si tenemos una voluntad de hierro, somos capaces de mover montañas. Pero cuando hemos entregado toda nuestra confianza a alguien que, con la mayor de las sutilezas, nos va minando gradualmente la confianza que teníamos en nosotros mismos, llega un momento en el que uno no encuentra su propia voluntad y no sabe dónde la tiene ni dónde empezar a buscar. Y cuando pide ayuda a aquella persona en quien más confía, esta harpía lo utilizará para hundirlo un poquito más, sin brusquedad, no sea que se dé cuenta de quién le está pisando la cabeza.

Y un día te resolterizas, y ¡aaaayyyyyyyyyyyyy! El placer de meterse al agua. Si está fría, porque refresca, si está caliente, porque te desentumece entero, si está templada porque te sientes flotando en el aire, el caso es que siempre está perfecta para un cole y unas brazadas, para probar todos los estilos, y descubres que tienes tiempo, ganas y capacidad para ir a menudo, para quedar con amigos en la pisci, para quedar con amigos tras la pisci, para hacer ejercicio antes y después, para nadar por la mañana, o al mediodía, o por la tarde, para hacerte socio de la municipal, de repente las señoras de la taquilla, que hasta ahora te miraban de un serio que daban miedo, te sonríen, se alegran de verte, y tienes un pique de cloro que no sabes cómo has podido vivir sin ello todos estos años.

Las parejas, a veces, te impiden mantenerte en forma. Y no sólo en cuanto a natación se refiere. Pero eso ya lo iremos viendo.

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