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sábado, 8 de noviembre de 2014

Adiós a una bici

A veces hay que saber decir adiós. Y mira que yo hoy iba con el presentimiento, que debería ir a la sauna andando, que si no debería llevar la bici vieja, que si ese candado era lo suficientemente bueno... Y parece, además, que anda la peña revolucionada robando bicis. Como si todo fuera poco, mi bici parecía tener un atractivo especial (ya me la han intentado robar o dañar varias veces, y ahora, además, hay unos cuantos que deseaban que yo no pudiera ir en bici, gente de envidia mala).

Pues no fue suficiente aviso todo eso, y ¿tonto de mí?, dejé la bicicleta candada, bien atada al aparcamiento de bicis. Salgo de la sauna y la bici no está.

Ni el candado.

A unos metros, un montón de bicicletas, unas candadas, otras sin candar, pero sin atar ninguna a ningún sitio (vamos, candados de no poderte ir montado en la bici, pero de podértela llevar a hombros o pinada o sobre una rueda), algunas claramente mejores que la mía. Pero se llevan la mía, en un día que he andado de migrañas y bajones.

Y el bajón se fue con la bici.

El primer sobresalto me dejó en blanco. Un amigo inmediatamente sacó el móvil para llamar a la policía, y ya reaccioné, llamé yo. Acabamos riéndonos el agente y yo, y todo (no le salía pronunciar mi nombre y me dio por contestar bien y al tiempo con gracia a algunas preguntas). Una conocida que pasó por allí me ofreció regalarme una bici que tenía en casa que no utilizaba. Un amigo me acompañó hasta la comisaría y luego me llevó en coche a casa, mientras veía todo desde un punto de vista positivo que yo compartía al 100% (de hecho, él intentaba consolarme... y yo pensaba que me estaba leyendo el pensamiento, porque realmente me sentía en positivo).

El ladrón se ha llevado una bici que no costó tanto y cuyo valor económico, después de 6 años de tute a tope y mantenimiento cero, se ha reducido bastante. A cambio, el ladrón me ha dado mucho, muchísimo. Lo que pongo aquí no es nada. No sé si encontrarán la bici o no, pero de momento, yo me alegro de no haberla visto al salir de la sauna. Que peor era la "fortuna" que me esperaba en el camino de vuelta a casa y la esquivé por ir en coche :)

Hoy ha sido un gran día.

Adiós, bicicleta querida. Gracias por tantos paseos, por tantos encuentros facilitados, las excursiones, los arándanos, las ideas musicales y literarias que se me ocurrieron sobre tu sillín, las alegrías que di a tanta gente, el deporte que hice, el dinero que ahorré, las compras que hicimos juntos, las caídas, las chupas en tantas tormentas, los fríos y calores. Gracias por servirme de trípode y de conejillo de indias, y por haberme ayudado a conocer mundo y naturalezas humanas más o menos dignas de recuerdo. Ojalá seas muy feliz allá donde vayas y sepan valorarte como yo o más. Y que termines en las manos de alguien que te necesite más que yo.

Hasta siempre.

lunes, 26 de agosto de 2013

Los gigantes de mi circo

Algunos de mis lectores recordarán, quizá, una entrada de bitácora que escribí el verano pasado, acerca de mis dificultades para poder comenzar mis estudios de música. Tal vez, incluso, recuerden otros comentarios posteriores sobre lo mismo.

Y lo peor no es que siga la tendencia, con cosas tan casualitosas como el que tenga que dejar de tocar el clarinete porque no encajan las piezas debido a la humedad santanderina (y en este momento, el clarinete está en reparación), el que se confundan en la escuela y me manden los materiales a España estando yo de vuelta en Bohemia (con el consiguiente retraso - y el tiempo de estudio, corriendo, claro) o que cuando por fin me llega el nuevo arco para el violín y abro el paquete, el arco está quebrado e inutilizable, y por el tipo de envío me dicen que no lo puedo reclamar. Fantástico. Estos dos últimos eventos, a fecha de hoy.

Lo peor no es tampoco el que estas levedades, pues no son más que eso, estén lloviendo sobre mojado, ni que empiece a cansarme el luchar contra la adversidad, contra cualquier adversidad relacionada con mi música.

Lo peor, de todo ello, tampoco es ver la chispa en los ojos de algunos que se llaman amigos y a quienes divierte que me frustre todo esto. El saber que los amigos de verdad están demasiado lejos. El saberme solo en el mundo de la música, porque una gran mayoría de músicos parece estar compuesta de seres endiosados que sólo quieren ser escuchados y no están dispuestos a dedicar ni un minuto de su tiempo a la música del prójimo, especialmente menos cuanto más cercano sea este prójimo. Sí, utilizo la tercera persona, no me incluyo en los músicos endiosados, porque he seguido dedicando mi tiempo a muchos de esos, que son amigos para hacerme el chantaje emocional que me lleve a sus conciertos de dos horas, pero no lo son cuando les pido una breve crítica constructiva o diez minutos de su atención.

Así que ya me habréis oído decir que un amigo músico es, con harta frecuencia, una contradicción. No siempre es así, claro; y las excepciones son tremendamente honrosas, especialmente por ser tan excepcionales. Entre las personas músicas a quienes considero amigas están Héctor, Bea, Itzíar y unos pocos más.

Pero ése no es el tema.

Por supuesto que luego tengo unos pocos muy, muy buenos amigos, muy cercanos, que sé que me quieren y me desean todo lo mejor y yo a ellos. Sabéis quiénes sois. Os he enviado por correo-e en algún momento mis composiciones del último año. Me habéis contestado. Las últimas seis palabras de esta bitácora son vuestras.

Pero ése tampoco es el tema.

El tema es que me estoy volviendo paranoico. Y eso es aún peor que la desilusión, que la desgana, que la falta de motivación, que la soledad. El ver enemigos que la razón te dice que no pueden estar ahí y que el corazón y el hemisferio derecho te dicen que al lorito, Jorgito, es algo que me está quemando antes de empezar a correr. Porque, claro, no hay nada de malo en que alguien te pregunte, tras cinco años de relación con alguien, "Y ¿qué tal con tu pareja?". Hasta ahí, perfecto. Incluso demuestra un interés sano. Supongo que cuando preguntan "¿Seguís juntos?" una y otra vez, tampoco habrá nada de malo, pero mi mente paranoica lo interpreta de tal modo que me dan ganas de responder "A ver, ñordo, ¿por qué no habríamos de seguir juntos? Que no nos conocimos la semana pasada". Así que luego te separas y a los de semejantes preguntas les mientes, porque no te apetece darles la alegría de tu fracaso.

Ya digo, paranoico total. En la música, en la escritura, en la vida personal.

Probablemente, si estás leyendo esto, pertenezcas a la categoría de amigos (músicos o no) o a la de desconocidos. Habrá amigos auténticos que no sepan que el texto existe, y esos no lo leerán por falta de oportunidad. Los falsos amigos no leerán esto por absoluta falta de interés. Como mucho, harán un escaneo del texto para encontrar motivos a una condescendencia absurda, cruel e injustificable. Si te lo has leído todo hasta aquí, probablemente nada de lo negativo se refiera a ti. Probablemente sea a ti a quien necesitaba contarle todo esto. Probablemente, recibiré noticias tuyas, de un modo u otro, si tienes tiempo, si tienes la oportunidad, si lo consideras necesario. Y si no, tendrás buenos motivos para ello. Lo sé.

Yo sé que existes, con varios nombres; y será por ti que siga luchando.