Jo*er qué día. O qué fin de semana.
Ha tenido cosas muy bonitas. Mi visita a mi amigo Marcin o a casa de Klára y su familia. También he conseguido hacer un montón de cosas en casa (lavar la ropa, tenderla, recogerla seca, guardarla en su sitio; limpiar el suelo de toda la casa y pasar el polvo a otra media; clarinete, guitarra, canto, composición; atención a las plantas; ejercicio y más ejercicio; etc.)
Emocionalmente, esto ha sido una montaña rusa. Imaginemos ahora, sin aplicármelo a mi: el que te diga lo mucho que le gustas una casada que te gusta es un hueso duro de roer (y no, no es quien estáis pensando, ni soy yo - de momento), sobre todo cuando no te gusta comer de plato ajeno. El que le venga a uno la chica-que-parece-en-ciernes con un montón de reproches injustificados cuando uno está planteándose cambiar de continente por ella es una patada en el tobillo que te caes. El que tu ex te llame antes de irse de esas vacaciones que contigo nunca podía hacer, y ahora sí puede hacerlas porque para eso ya no estorbas, no mola. El que quieran echarte de una iglesia cuando entras a rezar no parece tener mucho sentido. Y así, con estas líneas generales que podrían aplicársele a cualquiera, yo cambio algunos pequeños detalles aquí y allá y puedo completar la base de tormenta emocional sobre la que se ha ido construyendo mi fin de semana.
Lo de menos ha sido la migraña de hoy, sinceramente.
Y cuando ya estoy para cerrar el ordenador, me llega un mensaje de un gran amigo anunciando una despedida-para-siempre que ha sufrido con un ser querido. Para qué dar más detalles. Seguramente, él preferiría mi fin de semana, con todas sus cosas malas. Y yo lo comprendo. Apretaré los dientes y disfrutaré de mi migraña, de ese recordatorio de que sigo vivo. Y a pensar en las cosas bonitas de estos tres días, que para eso las ha habido habaděj.
Mostrando entradas con la etiqueta comparaciones. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta comparaciones. Mostrar todas las entradas
domingo, 1 de septiembre de 2013
domingo, 21 de julio de 2013
Si comparas, compara bien o para.
Pues hete aquí que me dice un señor en la playa que Santander está fatal construida y que no hay monumentos y que no se puede comparar con Bilbao o San Sebastián. La manida y tipiquísima frase que nunca he conseguido entender y no acepto. Pero vale, llámenme chovinista, seguro que lo soy.
Hace años, criticaba yo a Santander, lo poco cuidada que estaba, lo mal construida, lo contaminada, etc. Quizá tuviera razón, quizá no. Lustros en el extranjero nos dieron la oportunidad a mi ciudad natal y a mí de cambiar. Volví a una ciudad cuyo callejero había cambiado un tercio de los nombres (según datos oficiales del Ayuntamiento), con barrios enteros nuevos como el Alisal, con edificios renovados, limpiados, espacios públicos saneados, una inversión visible y razonable en infraestructuras (desde las paradas de autobús al sistema de alquiler de bicicletas, por poner algún ejemplo)... La lista continúa.
Pese a ello, me sorprendió en su día que me dijeran en mi adoptiva České Budějovice algunos checos que les había flipado Santander, y que aquello era una ciudad con encanto y arquitectura con personalidad, no lo suyo, cuyo ayuntamiento tiene el aspecto siguiente:
y cuyo casco histórico es una sucesión de edificios pintorescos de una amplia variedad de estilos y épocas, todo dentro de un ambiente centro europeo que a los ibéricos nos resulta bastante coherente en su conjunto.
Eso es lo que les pasa a los centroeuropeos en Santander. No estoy comparándola con otras ciudades españolas, sino con las ciudades centroeuropeas que he tenido la fortuna de conocer. Santander no sale mal parada en la comparación, entre otras cosas por su diferencia. Y es que ya lo decía Saussure, que es la diferencia la que es significativa, la que es importante. Y además, tiene su propia personalidad, su estilo, constituido por el conjunto que va desde las casucas de la bajada de Polio hasta el Palacio de la Magdalena.
Pero bien, volviendo a la playa, yo intentaba defender mi ciudad natal. La conversación seguía. Yo dije que no estaba de acuerdo con aquello de que en Santander no hay nada digno de mención. Que en Santander hay edificios que en otras ciudades fliparíamos con ellos y nos haríamos fotos si estuvieran catalogados o presentados como se merecen. Ya mencioné en su día la cantidad de vanguardias que hay escondidas por toda la ciudad. ¿Quién recuerda el aspecto anterior del edificio del Banco Vitalicio? Y no es el único edificio que ganó (o ganaría) con una restauración. ¿Nadie ha visto a los turistas haciéndose fotos en el paseo de Pereda o de la Asunción, en la calles Burgos y Vargas, en el Sardinero, en el Puerto, frente al Ayuntamiento, en las plazas de Cañadío, La Esperanza, Porticada y un larguísimo etcétera? ¿No se os ha saturado un extranjero viendo chalecitos del mismo modo que los españoles nos saturamos viendo la arquitectura neoclasicista en Praga? ¿No os ha pedido gente de fuera que les llevéis andando a esos sitios por los que pasasteis en coche, que quieren volver a verlo y deleitarse? ¿Soy el único al que le pasa, o el único que se da cuenta?
La conversación de la playa seguía por un derrotero que me cansa de tanto oírlo: "fíjate que feo es Santander por ESTO" y "qué bonito es -otrositio- por ESTO". Señoras, señores, señoritas y señoritos, POR FAVOR: si vamos a decir lo bonito que es un sitio por las cosas maravillosas, mencionemos lo maravilloso de todos los sitios. Si vamos a criticar lo feo de un sitio, centrémonos ancués en lo feo del otro lugar con el que comparamos. Eso, ya, si queremos comparar, que no se trata de comparar, sino de saber valorar. Puede que le sorprenda a alguien que me dijera un amigo australiano "Peazo playas flipantes que tenéis allí" - hasta que te manda la foto que estaba viendo (y que no es, ni con mucho, la más espectacular de las que existen de las playas de Santander capital):
Pero claro, a mi interlocutor nuestra Catedral le parecía fea (o poco valiosa, o poco estética, o como quiera que lo dijera, porque tengo que reconocer que yo no estaba ya muy receptivo). ¿El motivo? Entre otros, que tiene la torre chata. No se puede comparar con joyas como Notre Dame de París.
Seguramente sea cierto que Notre Dame de París (no tengo el gusto todavía) valga más desde variados criterios estéticos, arquitectónicos, políticos, gastronómicos y escatológicos. Claro que, si hablamos de invalidar por torres chatas... Notre Dame tiene dos... ¡y qué dos!
Eso ya no se lo dije. Interrumpí la conversación y me fui a dar un cole. Que para eso estoy de vacaciones.
Me encanta Santander.
Etiquetas:
arquitectura,
Bilbao,
Cantabria,
České Budějovice,
chovinismo,
comparaciones,
edificios,
España,
monumentos,
Notre Dame,
París,
patria chica,
Santander
Ubicación:
Santander, Cantabria, Španělsko
Suscribirse a:
Entradas (Atom)