domingo, 21 de julio de 2013

Si comparas, compara bien o para.

Pues hete aquí que me dice un señor en la playa que Santander está fatal construida y que no hay monumentos y que no se puede comparar con Bilbao o San Sebastián. La manida y tipiquísima frase que nunca he conseguido entender y no acepto. Pero vale, llámenme chovinista, seguro que lo soy.

Hace años, criticaba yo a Santander, lo poco cuidada que estaba, lo mal construida, lo contaminada, etc. Quizá tuviera razón, quizá no. Lustros en el extranjero nos dieron la oportunidad a mi ciudad natal y a mí de cambiar. Volví a una ciudad cuyo callejero había cambiado un tercio de los nombres (según datos oficiales del Ayuntamiento), con barrios enteros nuevos como el Alisal, con edificios renovados, limpiados, espacios públicos saneados, una inversión visible y razonable en infraestructuras (desde las paradas de autobús al sistema de alquiler de bicicletas, por poner algún ejemplo)... La lista continúa.

Pese a ello, me sorprendió en su día que me dijeran en mi adoptiva České Budějovice algunos checos que les había flipado Santander, y que aquello era una ciudad con encanto y arquitectura con personalidad, no lo suyo, cuyo ayuntamiento tiene el aspecto siguiente:
y cuyo casco histórico es una sucesión de edificios pintorescos de una amplia variedad de estilos y épocas, todo dentro de un ambiente centro europeo que a los ibéricos nos resulta bastante coherente en su conjunto.

Eso es lo que les pasa a los centroeuropeos en Santander. No estoy comparándola con otras ciudades españolas, sino con las ciudades centroeuropeas que he tenido la fortuna de conocer. Santander no sale mal parada en la comparación, entre otras cosas por su diferencia. Y es que ya lo decía Saussure, que es la diferencia la que es significativa, la que es importante. Y además, tiene su propia personalidad, su estilo, constituido por el conjunto que va desde las casucas de la bajada de Polio hasta el Palacio de la Magdalena.

Pero bien, volviendo a la playa, yo intentaba defender mi ciudad natal. La conversación seguía. Yo dije que no estaba de acuerdo con aquello de que en Santander no hay nada digno de mención. Que en Santander hay edificios que en otras ciudades fliparíamos con ellos y nos haríamos fotos si estuvieran catalogados o presentados como se merecen. Ya mencioné en su día la cantidad de vanguardias que hay escondidas por toda la ciudad. ¿Quién recuerda el aspecto anterior del edificio del Banco Vitalicio? Y no es el único edificio que ganó (o ganaría) con una restauración. ¿Nadie ha visto a los turistas haciéndose fotos en el paseo de Pereda o de la Asunción, en la calles Burgos y Vargas, en el Sardinero, en el Puerto, frente al Ayuntamiento, en las plazas de Cañadío, La Esperanza, Porticada y un larguísimo etcétera? ¿No se os ha saturado un extranjero viendo chalecitos del mismo modo que los españoles nos saturamos viendo la arquitectura neoclasicista en Praga? ¿No os ha pedido gente de fuera que les llevéis andando a esos sitios por los que pasasteis en coche, que quieren volver a verlo y deleitarse? ¿Soy el único al que le pasa, o el único que se da cuenta?

La conversación de la playa seguía por un derrotero que me cansa de tanto oírlo: "fíjate que feo es Santander por ESTO" y "qué bonito es -otrositio- por ESTO". Señoras, señores, señoritas y señoritos, POR FAVOR: si vamos a decir lo bonito que es un sitio por las cosas maravillosas, mencionemos lo maravilloso de todos los sitios. Si vamos a criticar lo feo de un sitio, centrémonos ancués en lo feo del otro lugar con el que comparamos. Eso, ya, si queremos comparar, que no se trata de comparar, sino de saber valorar. Puede que le sorprenda a alguien que me dijera un amigo australiano "Peazo playas flipantes que tenéis allí" - hasta que te manda la foto que estaba viendo (y que no es, ni con mucho, la más espectacular de las que existen de las playas de Santander capital):


Yo valoro mi ciudad natal por lo que contiene, conserva y consigue. Y si comparo, la valoro aún más. Ya he mencionado alguna vez que me gusta la Catedral de Santander. No es que no me gusten el Románico, el Gótico, el Cubismo arquitectónico o el Skyline de Madrid: me encantan. Creo que he viajado lo suficiente para saber valorar la Catedral de Santander por su unicidad. No hay otra como ella. No me vengan con los criterios estéticos, porque son subjetivos: si todos tuviéramos el mismo gusto, todos querrían casarse con la misma persona, usar el mismo coche, vivir en el mismo sitio, comer la misma comida y vestirse e-xac-ta-men-te igual. La estética, la belleza, es subjetiva y todo el mundo tiene derecho a que le guste lo que le guste. A mí esta visión me chifla:


Pero claro, a mi interlocutor nuestra Catedral le parecía fea (o poco valiosa, o poco estética, o como quiera que lo dijera, porque tengo que reconocer que yo no estaba ya muy receptivo). ¿El motivo? Entre otros, que tiene la torre chata. No se puede comparar con joyas como Notre Dame de París.


Seguramente sea cierto que Notre Dame de París (no tengo el gusto todavía) valga más desde variados criterios estéticos, arquitectónicos, políticos, gastronómicos y escatológicos. Claro que, si hablamos de invalidar por torres chatas... Notre Dame tiene dos... ¡y qué dos!

Eso ya no se lo dije. Interrumpí la conversación y me fui a dar un cole. Que para eso estoy de vacaciones.

Me encanta Santander.

No hay comentarios:

Publicar un comentario