domingo, 12 de enero de 2020

De ecologías y abortos

Soy ecologista. Estoy en contra del aborto. No veo ninguna contradicción en ello. Quizá me equivoque. Sin embargo, voy a plantear este escrito desde un punto de vista defensivo, porque me siento atacado. Determinadas opiniones radicales intentan presentar mi ecologismo como algo denostable porque supuestamente va en contra de sus valores, que, a tenor de lo que expresan, consisten en creer que el aborto es el único problema serio del mundo.

Y mira, qué queréis que os diga: quedándonos en el antropocentrismo y en que sólo los seres humanos fueran importantes, no tratar bien a la naturaleza provoca, o puede provocar, un aborto indirecto y masivo. Eso, por no hablar de las muertes de niños ya nacidos, de adolescentes, de adultos, de ancianos. Es mi convencimiento, y uno puede estar de acuerdo o en desacuerdo conmigo, que eso no hará de nadie ni mejor ni peor persona. Y este convencimiento hace que yo no vea que mi ecologismo esté en contradicción con mi rechazo a la interrupción del embarazo: defender al mismo tiempo a la naturaleza y al embrión/feto/bebé es posible.

Fin de la parte defensiva.

Para cualquier individuo, creer, o defender, que el único problema serio del mundo sea esa campaña que él defiende (en nuestro caso, digamos, aborto sí o aborto no) tiene diversas ventajas:
  • Una opinión extremista, radical, polémica y con tintes de autoridad moral hará al individuo creerse un nuevo mesías, especialmente si lo justifica con textos religiosos más o menos verídicos o con citas de otras “autoridades” morales. Esto convierte a todos los demás en ignorantes e inmaduros. El individuo se convierte en sabio y, como sabio, lo será, por extensión, en todo los temás.
  • Puesto que nadie tiene razón si habla en contra de lo que el sabio piensa, no tendrán derecho a expresar su opinión. No hay que escucharlos y no hay que dejarles hablar. El individuo tiene más tiempo.
  • Si es el único problema urgente, entonces nosotros, con no hacerlo, ya no tenemos que preocuparnos más. Es súmamente cómodo. Puesto que ya está en el lado que defiende la urgencia exclusiva de dicho problema y no existen más problemas, el individuo no tiene que hacer nada y carece de responsabilidad.
  • En la misma línea, y si es el único problema digno de mención, o el único problema, uno puede hacer lo que quiera en todos los otros ámbitos de la vida. Por ejemplo, si el calentamiento global no es un problema real, yo puedo tomar un avión todas las semanas para ir a reuniones de gente de mi colectivo exclusivo, y puedo consumir todo el plástico que quiera, y cambiar de móvil cada semana sin preocuparme de las Guerras del Coltán, y menospreciar a quien se me ponga por delante. El individuo goza de impunidad.
Evidentemente, estas “ventajas” lo son para una personalidad inmadura y/o prepotente que piense a corto plazo, y conllevan una serie de desventajas a corto, medio y largo plazo en las que no me voy a centrar hoy. De momento, recordemos que estas supuestas ventajas se refieren a cualquier planteamiento de que un problema que nos preocupe sea el único problema preocupante del mundo. Podemos discutir la mayor urgencia de un problema u otro, pero negar la importancia de lo que preocupa a los demás es menospreciar sus ideas, sus sentimientos y, en última instancia, a cada uno de ellos como persona.

No somos dioses. Cometemos errores. Todos nosotros. Hay que juzgar menos a las personas. Hay que desradicalizarse y ver que otras personas también tienen derecho a opinar, y defender nuestro derecho a opinar, no sólo sin atacar al prójimo, sino amándolo. Amar a los buenos es lo fácil, pero eso no es lo que dice la Biblia.

Para terminar, voy a repetir que estoy en contra del aborto. Que quede claro, empero, que no estoy en contra de los abortistas: tengo una opinión diferente a la de algunas personas en un tema tan específico como es el del aborto. O el cambio climático. O el tráfico de coltán. O el vegetarianismo. Y me encanta charlar con gente que tiene opiniones diferentes y son conscientes de que una opinión o un hecho en un área de la existencia no llegará nunca a definirme por completo como persona. Y quiero practicar la moderación también en mis juicios sobre los hechos y las ideas.

Definir de manera radical a los demás debería llevarnos a pensar si no seremos nosotros quienes se están radicalizando.

No hay comentarios:

Publicar un comentario