lunes, 19 de noviembre de 2012

Por qué prefiero un concierto a un partido (entre otros motivos)

Un título un poco largo, quizá, considerando que no quiero hacer una entrada de bitácora demasiado larga... Advierto que esta entrada va dedicada a dos personas concretas, muy concretas.

En fin, que me gusta ir a los conciertos, porque puedes comentar la jugada, disfrutas con lo que ves o sufres, hay veces que no sabes cómo va a acabar aquello, en inglés, en checo, en alemán se refieren a lo que hacen en el escenario con el mismo verbo que utilizan para lo que se hace en un campo de juego (play, hrát, spielen)...

Hay muchos motivos por los que prefiero un concierto a un partido. Mientras estábamos viendo el partido ayer, los diez minutos de mi vida que desperdicié, no pude evitar recordar mis pinitos en el tenis o el squash o las palas o el ping-pong (de los cuales, el único que se me ha dado bien alguna vez fue el tenis). El que haya jugado a cualquiera de ellos, sabe que cuando uno no llega a la pelota, puede ser por varios motivos, entre otros:
  1. porque no hay tiempo para llegar
  2. porque no reacciona a tiempo
  3. porque está reventado
  4. porque teme reventarse
  5. porque quiere regalarle la pelota o el punto al contrario.
Una vez que has pasado por cada uno de los puntos anteriores varias veces en tu vida, aprendes también a reconocerlo en los demás. En diez minutos escasos, hubo ejemplos del 1, del 4, y ¡oh, vergüenza de las vergüenzas!, del 5. En ambos contrincantes. Y eso jode. Que si son los mejores del mundo y cobran como tales, podían al menos recordar que no están ahí para jugar a la caballerosidad, sino al tenis.

Pero quién sabe, lo mismo me equivoco. Peores fueron los comentarios de mis compañeros de salón, carentes totalmente de objetividad, como si supusiera denigrarse el decir la verdad de un deportista, compatriota o no, bueno o malo. Y uno no puede abrir la boca para decir que esa pelota sí que fue buena, y no las que celebraban con anterioridad, porque se te ríen y que tú no entiendes.

Nadie entiende el deporte, según el resto. Y nadie entiende la música según uno mismo. Vas a un partido, y opines lo que opines, se te reirán de ti los que opinen algo diferente, o se enfadarán contigo, o reaccionarán de cualquier otra forma que ponga de manifiesto su complejo de inferioridad. Vas a un concierto y cualquier cosa que opines es válida, porque es tu derecho cómo percibas la música, si te gusta o no y qué parte te gusta, si prefieres la forma en la que interpreta algo una persona u otra. El que se riera de tu opinión sería gilipollas, y como todo el mundo lo sabe, nadie lo hace.

Hay mucha gente que va a los partidos como se va a los conciertos. La pena es que suelen quedarse callados por la cuenta que les trae. A mí me encantaría ver un partido en silencio. Eso sí, un buen partido, como los que dicen que fueron el viernes y el sábado. Porque, querido y simplísimo ríesedetodo, hay mucha gente que me ha comentado ya hoy que lo de ayer fue una vergüenza. Y si te ríes de mí porque no entiendo, discúlpame que no sea [.ti.ri.ro.ra.] y que haya hecho más en el mundo del tenis que hablar de ello.

Entre que te animas a sacarte la corrosión del cuerpo, jugar un partido y demostrarme que me equivoco, ¿por qué no te vienes a un concierto?

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