Hace ya muchos años, cuando estudiaba en la Universidad de Bohemia Sur, descubrí, yendo en bici una noche de luna llena, que la sombra de mi cabeza estaba rodeada de un halo blanquecino. Mi primera reacción fue de susto, seguida casi inmediatamente por una de extrañeza, pues sabido es que de santo tengo bastante poco; y luego, me lo tomé simplemente como un juego de luces o efecto óptico curioso.
No hace mucho tiempo, sin embargo, se me ocurrió ver si se podía registrar en una foto. Al ver que parecía ser así, intenté grabarlo en vídeo, para ver si el halo, tal y como parecía, seguía mi cabeza. Y sí, es así.
Claro que esta mañana, por fortuna o infortunio, he dado con una explicación lógica, racional, física... Y de repente, ese aura que me acompañaba ha perdido toda su magia. Su brillo blanquecino ha perdido resplandor. No es más que un matiz en la hierba.
Era más bonita cuando era zahadou. Equivalía a misterio. Era mágica.
Hoy... no es más que ciencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario