Me han robado el móvil. En la playa. Como al 90% de los descuidados de este verano de crisis de valores. Porque si fuera para comer, bendito sea Dios; y si era por capricho o por droga, podría decir "mala lepra se le coma los dedos", pero... no puedo.
Y no puedo evitar de ver lo positivo en todo esto: se me había olvidado la cámara de fotos en casa, se llevaron el móvil nuevo pero no el bueno, todo el material de Prop. Int. que tenía allí está ya registrado a mi nombre, y lo único que no lo está, está lo suficientemente escondido en mis "Hlavolamy II" - y además, me motiva a escribir para sacarlo antes a la luz. Mi sexto sentido me avisó y no hice caso - he recibido una prueba más de que mi sexto sentido es infalible (jódanse bien jodidos aquellos que llevan mal su infalibilidad). No me robaron la tarjeta de crédito, imprescindible para subir a bordo de los 13 (!!!) vuelos que tengo pagados con ella (uno de ellos pasado mañana). Descubrir mi bolsa abierta hizo que se me pasaran esos calambres en el estómago que me empezaron al salir de cuentas mi hermana.
En definitiva, HOY HA SIDO UN GRAN DÍA. Le pese a quien le pese. Y al ladrón, gracias y que le aproveche. El verano que viene se encontrará con un cepo para osos dentro de la bolsa.
Réquiem por unos deditos caprichositos.
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