lunes, 10 de noviembre de 2014

Creatividad y restricciones

A veces nos dicen que no hay que limitar en absoluto la creatividad de los niños. Se llega a afirmar que la libertad absoluta es mejor, que produce gente más creativa, más auténtica, más ingeniosa, mejor. Y que también produce mejores obras de arte.

Pues a mí me gustan los límites. Y estoy a favor de cierta censura. Pero vayamos por partes.

Hace unas semanas, Martina P. y yo hablábamos de que una de las dificultades de ser adulto independiente y capaz es... que puedes hacer demasiadas cosas. Parece ser que, para muchas personas, el tener muchas cosas para hacer les lleva a la apatía, al desinterés, al no-hacer-nada. Cuando se puede todo, cuesta decidir en qué invertir nuestro tiempo, cómo jerarquizar nuestras aficiones, nuestras posibilidades infinitas - que, en el mundo del aprendizaje, y del internet con todo-a-un-click-de-distancia, y en otros ámbitos, empieza a ser un problema serio para muchos. Si eso no te afecta, puedes seguir leyendo sin darte por aludido - porque, sí, también hay gente que sabe organizarse de forma natural.

(Breve paréntesis: tener muchas cosas por hacer es algo diferente y, aunque el resultado sea parecido, su problemática es diferente: en muchas ocasiones, cuando uno siente que tiene demasiado por hacer, se siente impotente y no hace nada).

Recuerdo una ocasión en que fui a comprarme unas gafas de sol. Llevaba mi presupuesto pensado y el tipo de gafas que quería. Entré a la tienda. Elección hecha en un minuto. Entonces el dependiente me dijo que ese par de gafas estaba en promoción, y que por el mismo precio podía llevarme tres pares diferentes. Me llevó casi media hora decidir los otros dos pares. Demasiadas posibilidades.

En ese sentido, las normas artísticas nos dan un espacio de comodidad que, por supuesto, podemos romper cuando queramos o necesitemos; pero que, en sí, constituyen una base sólida. Esas normas pueden ser formales (fugas, sonatas, conciertos; soneto, verso alejandrino), estilísticas (conceptismo, culteranismo), políticas (realismo socialista, apología de X, prohibición de mencionar Y), sociales (políticamente correcto) y, me imagino, un largo etcétera. Hala, ya tienes tu lago, nada donde quieras. Y como pez, siéntete libre de saltar fuera del agua. Lo mismo saltas a otro lago y descubres una nueva forma de ser "libre".

Personalmente, he descubierto que la prohibición a hablar de determinados temas, o de usar determinados recursos, me lleva a forzar mi mente. Me provoca. Me incita a buscar nuevas formas de decir lo mismo. Me excita la mente y me inspira. Ciertamente, no estoy a favor de una censura que me lleve a la cárcel o me corte la lengua por decir algo de una forma que el órgano que fuere no acepta. Pero la censura del público, de la audiencia, existe de todos modos, aunque no existieran de otros tipos.

Habiendo dicho esto, no estoy de acuerdo en aplastar la creatividad. Por lo que abogo aquí no es por una represión a la expresión, especialmente si viene desde fuera. Tan sólo quería poner una reflexión sobre las restricciones. A veces, las restricciones son en positivo: no se trata de prohibir hablar de algo, sino imponer (o imponerse a uno mismo) el que haya que hablar de algo, o utilizar un recurso, o unos materiales, unos colores... Son los detalles en común los que contribuyen a crear un estilo, y creo firmemente que moverse dentro de un estilo puede ayudar a fomentar la creatividad.

Cuando quiera que me he impuesto a mí mismo unas normas (aunque fueran muy básicas) para crear una canción, o una serie de canciones; un cuadro o una serie de ellos; una fotografía o una serie de ellas; un relato o colección de los mismos; en cualquiera de estos casos, no sólo he estado muchísimo más satisfecho con el resultado, sino que, en una gran mayoría, la acogida ha sido mucho mejor.

Y vosotros, ¿cómo os sentís con las normas a la hora de crear? ¿Qué pensáis de la Libertad Absoluta? ¿Qué pensáis de la censura? No hace falta que me contestéis a mí (aunque me encantaría saber qué piensan otros). Paraos a pensar un momento. Si veis que definiros vuestros propios límites os ayuda, ¡hacedlo! Si veis que os va mejor sin límites, ¡no os limitéis! Cread como mejor sepáis y disfrutad, que para eso estamos en el mundo.

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