miércoles, 29 de octubre de 2014

Visitas


Algunas visitas llegan a tu casa a violentarla. Parece que no han entrado y ya han visto toda la casa sin que a ti te de tiempo a decir que no quieres que esa puerta se abra. Hasta los armarios por dentro, si te descuidas. Apoyándose en cualquier cosa que te impida contestar a gusto (es tu jefe, o tu abogado, o tu médico, o tu suegra, o un policía, qué se yo), sacan su Míster Hide más horripilante y te miran hasta el cajón de la mesita de noche. Y entre eso y los comentarios, cuando se van, sólo quieres llorar. Te sientes sucio, utilizado, deshonrado, inútil, indigno.

Esas visitas abusadoras no son necesariamente coincidentes con las que vienen para encontrar algo que criticar. A este segundo tipo lo detectas ya sin que vengan a tu casa, no necesitan sacar su Hide - basta con oírles hablar de las casas que han visitado y darse cuenta de que ponen a todo el mundo pingando, y sabes que tú no vas a ser la excepción: tu casa será la misma cutrez que la del resto de sus familiares, amistades, conocidos y vecinos. Faltaría más.

Corolario: Cuando alguien viene a verte por quinta vez y se mete en tu dormitorio, sin pedirte permiso, para ver la vista desde la ventana, vista que ya conoce, no ha ido a verte a ti. Ha ido a fisgarte.

Luego están los que se esfuerzan por ver algo bonito en tu casa, pero no les sale. Y cuando ya hacen mucho esfuerzo, dicen algo así como "Me gusta este sitio para un jarrón". Ya. Pero no para este jarrón, ya me he dado cuenta. Estas visitas son prácticamente inofensivas, uno preferiría que no dijeran nada, pero frente a los tipos anteriores, son unos benditos. Y casi con toda probabilidad, te hablarán de lo bien que les atienden en tal o cual casa cuando van. No es por hacerte sentir mal. ¿O sí? El caso es que sabes que igual de bien hablarán a tus espaldas, aunque delante tuyo pongan sonrisa de comelimones.

Hay gente que viene a tu casa, abre la nevera, se sirve un vaso de algo, guarda la botella, tú lo ves y sientes un calorcito por dentro, casi hasta un placer, porque sabes que la persona lo hace con confianza, y que tú en su casa podrías hacer lo mismo. Hay otra gente que viene a tu casa, abre la nevera, se sirve un vaso de algo, guarda la botella, tú lo ves y sientes pena por esa persona, porque sabes que no lo hace con confianza, sino aprovechándose de que tú se lo permites o que no dices nada (que para el caso). Dos personas realizando la misma acción, pero que no están haciendo lo mismo.

Hay gente que viene a tu casa y buscan inspiración, ideas, algo que halagar. Tengo que decir que, normalmente, cuando voy a un sitio por primera vez, yo soy de los que buscan ideas. No veo si hay desorden o no, porque no me interesa. No veo si está la vajilla sucia. No veo si tienen una tele último modelo. Me interesa cómo puedo vivir mejor, tener una vida más cómoda, un espacio más acogedor para mí y los que quiero... Cuando viene alguien así a mi casa, se lo noto en los ojos, en el cambio de tono al hablar, en esa aproximación física, una casi veneración que les impide atreverse a tocar eso que les gusta... No sé si yo pondré la misma cara cuando algo me gusta, pero a los que me visitan y son así, se les nota.

Y luego están las visitas que vienen a verte, y tienen ojos sólo para ti. Entiendo que a todos nos puede la curiosidad, más o menos (hay veces que, realmente, ver a la otra persona es tan emocionante que, aunque estés por primera vez en su casa, no sabes ni en qué espacio has estado, si salón, cocina, balcón o cuarto de baño). ¿No os pasa a veces, que vais a ver a un pariente o amigo y, aunque miréis en todas direcciones, no veis nada porque estáis más centrados en la persona, en cómo se siente, en qué le preocupa, en lo que te va a contar?

Como cangrejo, me identifico con mi vivienda. Es una extensión de mi ser. Me tomo muy en serio aquello de que la hospitalidad es un concepto muy complejo, y que no se debe ofender al hospitalario, porque está confiando en ti. Eso mismo exijo a los que me visitan. Aunque tenga la casa desordenada (como suele ser habitual), prefiero que la gente me critique por falta de cuidado que por falta de hospitalidad. Claro que hay excepciones: a alguna gente no le doy la oportunidad. Y es que hay visitas que no deberían producirse nunca, so riesgo para la salud de los habitantes de la casa visitada. Que el que luego se queda en mi casa viviendo soy yo, y no me apetece chuparme las malas energías de nadie.

¿Y tú? ¿Qué tipo de visitante eres?

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