martes, 18 de febrero de 2014

... y J. O. aprendió a nadar.

Necesitaba ir a la piscina. Y como no aprendo, cuando la gente me preguntaba que a dónde me iba, se lo dije. Pues por qué vas, pues ya es tarde, y que si vaya puntazo... Alguno por lo menos reconoció que ya había ido, aunque no sé si la insistencia venía por deporte o por no darse cuenta de que yo también estoy en mi derecho de ir a donde me dé la gana cuando me salga de la raíz.

¿Me habría dejado convencer? Por supuesto que no. Me cansa esa insistencia vacía, y ya iba demasiado tarde. Casi estuve a punto de no ir, por ese retraso, y estaba cansado, y tenía hambre... Luego la gente se mosquea porque no hablo de mis planes, pero es que, primero, nadie me habla de los suyos, segundo, los míos son asunto mío y punto, y tercero, todo el mundo se cree con el derecho a opinar y criticar mis planes. Y es que ni aunque hubiera seguido con mi carrera de cantautor tendría nadie derecho.

Me habría ido para casa... pero como buen cangrejo que soy, necesitaba "agua" y mis ojos no estaban por la labor. Hoy enterraban a mi tía Mari Chus, una manitas en las artes, una luchadora en la vida, a la que le tocó pasar por retos que a muchos con menos agallas habrían derrotado varias veces. Ella seguía luchando, que por eso también quería tanto a mi hermana Isabel, otra luchadora con tal par que si fuera hombre los tendría de avestruz. Entre mientras, aquí estoy yo, ahogándome a veces en mis pequeñeces de sapo, como si fueran de la más mínima importancia.

Y mis ojos necesitaban el agua que no estaban dispuestos a producir. Mi cuerpo necesitaba sumergirse en el agua, especialmente en un día con tal viento que me aventaba el lado acuario. Necesitaba agotarme, necesitaba sentirme vivo, y necesitaba agua.

Piscina.

Tocaba nadar a lo ancho (así estaban dispuestas hoy las calles). Doce veces ida y vuelta, más un ancho, para hacer los 500 metros autoimpuestos. Me pierdo contando, así que llevo la cuenta por meses: leden, únor, březen... Y llegó listopad o prosinec (nov y dic) y de pronto... mi cabeza estaba bajo el agua, estaba respirando al ritmo. No puede ser, me dije. Mi pensamiento voló hacia mi tía. De repente, yo estaba volando por el agua, haciendo anchos sin duelo, disfrutando como críu con albarcas recién estrenadas. Tengo una paliza bestial y mis ojos siguen sedientos, pero al menos se me quitó el nudo de la garganta. La pena no me la quita.

Y sin embargo, mi mente, que siempre busca la magia en todo, ve la mano de ese nuevo ángel que hay en el cielo. Sugestionarse está bien, pero es más bonito creer que alguien con experiencia en todo tipo de lides me ha guiado hoy. Me lo merezca o no.

Gracias por este regalo de despedida. Te quiero.

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