lunes, 4 de julio de 2011

Miguel Ángel

Querido Miguel Ángel:

Acabo de terminar una pequeña pieza de piano. Es una marcha fúnebre para ti. Ya, ya sé que te enterraron hace casi catorce años (dos vueltas de Saturno, qué cosas), y que llego un poco tarde. En cualquier caso, espero que te guste.

Esta pieza encierra una pequeña esperanza, a saber: que quizá, los leydemúrficos tengan razón por una vez, cuando dicen que "si algo puede salir mal, sale mal"; y ahora que he acabado una marcha fúnebre para víctimas de terrorismo, no la podré utilizar jamás, porque ya nadie volverá a ser asesinado de la forma en que te mataron a ti.

Ésa es mi esperanza: que no haya más víctimas. Y si las hubiere, espero que no te moleste que les preste tu marcha. Si marchan como tú, pueden utilizar tu marcha, ¿verdad? Esta marcha que está inspirada por tu nombre y tus últimos dos días.

No sé por qué tengo la impresión de que esto no está bien. Como si alguien pudiera pensar que te falto al respeto. Pero yo no quiero que tu recuerdo muera. Ni que se esfume para siempre lo que consiguió tu salida del mundo.

Quizá, esta otra marcha, la musical, también traiga algo de unión al mundo, como la tuya física. Y si hay miedo, que lo haya tan sólo para el que lo quiera crear.

Que haya paz. Atentamente,

J.

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