domingo, 29 de noviembre de 2015

Demonstrate... and change

Very nice, people demonstrating against the status quo of climate attacks by the governments. And it is necessary. Now, it comes to my mind: how many of those demonstrators have changed already their lifestyles—or are willing to do so—in order to reduce CO2 emisions and the use of energy? How many of them would ACCEPT impositions on their lifestyles from a government whose members would impose restrictions first on themselves? Just wondering. Having said that—I have changed many habits already and I'm willing to change more, to limit myself, to buy less, to use less, to avoid fake needs as much as possible, to reduce my usage of modern technologies (mobile, internet) to a bare minimum. How many of the demonstrators are willing to do so? Hopefully, quite a few. Naively, all of them. Yet that is not the real problem and, I repeat, this demonstrations are needed to make more people aware, regardless of how coherent is the demonstrators' lifestyle with their messages. Maybe politicians could be an example and show they are going to reduce emisions in their everyday lifes. Just an idea—but probably not going to happen. See you soon in New Venus.

viernes, 13 de noviembre de 2015

Humildad

Hace más de 20 años que yo decía en cierta ocasión algo así como:

"Conozco a muchos que son mejores que yo en cualquiera de las cosas que yo hago, pero no conozco a nadie que sea tan bueno como yo en todas".

Hablaba la ignorancia de la juventud, claro. Con los años fui conociendo a más y más gente que era mejor que yo en todo aquello a lo que yo me refería en la frasecita de marras. Alguien podría pensar que me dieron un baño de humildad. Juzguen por sí mismos a tenor de cómo reescribí la frase:

"Conozco a muchos que son mejores que yo en cualquiera de las cosas que yo hago, pero no conozco a muchos que sean tan buenos como yo en todas. Y cualquiera de ellos es muchísimo más creído que yo".

El añadido final fue el que fue por decirlo suavemente. En realidad, lo que yo pensaba era que todos ellos eran unos creídos. Y ahora es cuando muchos lectores pensarán que estoy de broma y pondrán la sonrisa que mi declaración ponía en las caras de cualquiera que me oyera (normalmente, en el más estricto círculo familiar, claro).

Que conste que hoy pienso en esas frases y me parecen algo del pasado, algo que no me pertenece, sendas locuras de dos momentos diferentes de locura juvenil. Pero hay conceptos ahí con los que podemos jugar aún hoy y aplicarlos a nuestra vida diaria. Veamos, por un lado, cuán fatuo soy en realidad, y por otro, si el añadido a la frase original encierra una contradicción o no.

Sobre la fatuidad: ¿Digo en algún momento en la frase que yo sepa hacer más cosas que nadie? No. ¿Digo que soy superior a otras personas? No. Me explico: yo me refiero a las actividades que tenemos en común, pero no digo que los otros se estén limitando a esas actividades que tenemos en común. Por ejemplo, puede que dibuje y componga mejor que Fulanito, pero es que Fulanito además es un peazo actor de teatro que te defecas y no le queda tiempo para dedicarse a dibujar y componer. De modo que, en cuanto a habilidad general, me supera. Y conozco a tanta gente de todas las edades y entornos culturales que me supera en el conjunto de sus capacidades, que yo necesito valorarme en lo que hago para no caer en la depresión (porque, ya se sabe, para mí no hay término medio). Por citar un único ejemplo concreto, no me considero más capacitado como ser humano que tantas madres que, en la práctica, educan a sus hijos solas, básicamente (al marido apalancado no lo considero como compañía práctica), y eso ya me pone en una situación precaria para considerarme mejor que el ser humano medio.

Otro factor que se puede considerar es el de cuánta gente tiene la suerte (y digo "suerte" porque creo que no siempre depende de la voluntad) de tener como aficiones aquellas actividades para las que están más capacitados. Yo tengo esa suerte. Eso me hace más afortunado, pero no me hace mejor persona.

Aunque no lo parezca, la intención de esta bitácora no es la de hablar de ser mejor comparativamente, sino de saber valorarse uno a sí mismo en lo que uno hace bien. Y sí, incluso con la segunda frase, seguía comparándome mucho. Hoy sigo comparándome, pero cada vez menos. Y es que, ya convencido mentalmente de que compararse es una estupidez, con el tiempo va creciendo también mi convencimiento visceral.

Hasta aquí, estamos jugando con el lenguaje. Vamos a ver si ahora no nos dejamos atrapar por una de sus trampas.

Sobre la contradicción: ésta sí que puede existir, dependiendo de la definición que tengamos de humildad (como opuesto de engreimiento, del ser creído). Si nuestra definición de humildad es "Acción de pisarse uno a sí mismo y de negarse a reconocer las propias capacidades y méritos", desde luego, me niego activamente a ser humilde, y la contradicción, o si se prefiere, el chiste, existe. Ahora bien, si modificamos la definición de humildad a una que diga que es "el reconocimiento activo y expresamente agradecido de que podemos aprender y recibir lecciones vitales de otros", lo siento, pero... creo que soy muy humilde, y no veo ninguna contradicción en decirlo.

Todo depende de qué definición esté usando quien me lea (no en su mente, sino en su fuero interno, visceralmente) para que este texto sea una imbecilidad y un acto de soberbia... o una reflexión.

Conozco muchísimos músicos que tocan muy bien. Conozco bastantes menos que compongan bien. Entre los intérpretes, conozco a muchos humildes en la definición que he presentado hoy como alternativa, que ven lo que pueden aprender de otros y se dejan inspirar por ellos, y lo dicen sin avergonzarse (¡y bien dicho!). Entre los compositores, sin embargo, la humildad escasea: somos (sí, primera persona, afortunadamente del plural), repito, somos pocos los que estamos dispuestos a escuchar a otros con la intención de ver lo que podemos aprender de ellos.

Cuanta más gente conozco interesada en artes, como aficionados, como observadores o como profesionales, más me convenzo de que la humildad es rara de narices.

En checo tienen una palabra para humildad: pokora, con un significado precioso y liberador que yo traduzco libremente como "reconocimiento de la grandeza que hay ahí afuera y aceptación de lo que venga". Desde luego que se puede aplicar y se aplica a contextos religioso, por ejemplo; pero también se puede aplicar a uno personal, en el que uno reconoce su propia grandeza, la que tenemos TODOS, y acepta desarrollarla tanto como le sea posible.

Yo estoy dispuesto a vivir la pokora. Y lo voy a hacer le pese a quien le pese. Al que le duela, no es porque yo le ataque, sino porque no quiere crecer. Yo no me voy a perjudicar a mí mismo por evitarles a otros el daño que ellos mismos quieren provocarse. Yo tengo la obligación de vivir mi vida y de hacer de ella la mejor vida posible.

Y no tengo intenciones de dejarme pisar.

Hace cosa de diez años, un compañero me hablaba de un escritor alemán (¿Brecht, puede ser?). Parece ser que estaban haciendo unas obras en una ciudad donde tenían expuestas las estatuas de los más grandes de la literatura alemana. Una de las estatuas, por las obras mencionadas, había sido retirada por el momento. El escritor alemán en cuestión se subió al pedestal vacío y estuvo allí posando un rato, alegando que ése era el sitio al que pertenecía, entre los grandes de la literatura alemana. Y lo más divertido de la historia era que el tiempo, me decía mi colega, le dio la razón al escritor. Mi reacción fue que me parecía una idea estupenda y que, si pudiera, haría lo mismo (cuando lo decía, lo pensaba yo como broma). A ello mi colega reaccionó con sorna, que quién era yo para creerme que pertenecía entre los grandes de nada. Ahí sí que me puse serio. Le contesté que a Cervantes lo inmortalizó el Quijote, obra que escribió con 65 años, y que con gusto aceptaría yo sus risas treinta años más tarde, si los vivíamos; pero que hasta entonces, que me hiciera el favor de no limitarme. Y me lo hizo: reconoció que se había pasado y que, verdaderamente, juzgar la obra vital de alguien a sus 30 años como si se viniera del futuro era una salida de pata de banco.

Ni que decir tiene que no me considero Cervantes ni Garcia Márquez, por citar sólo a dos de los muchísimos. Por otro lado, tampoco me considero un felpudo.

Voy a ir terminando.

Alguno podría estar pensando que esta bitácora no es más que una forma más que tiene el Otolio de decirnos lo guay que es. Sería una forma de verlo. Y me daría mucha pena de quien lo pensara así. No sería humilde. Lo humilde sería decir "Mira, este texto me resulta inspirador". ¿O se piensa alguien que yo este texto lo he escrito de la nada? Aquí están concentradas un montón de influencias que he ido acumulando a lo largo de mi vida, unas conscientes, otras inconscientes, de lo que oigo, de lo que leo, de lo que veo, de lo que me pasa (vale, chiste: "todo ello adornado con unas gotas de mi genialidad", no te funde). Dejarse inspirar por lo que otros escriben (sea para seguir sus pasos o para ir en la dirección contraria) es humildad, tanto más cuanto se reconozca esa influencia de otros.

Yo reconozco esa influencia tanto como puedo (mi memoria tiene sus límites y la paciencia del lector seguramente también, así que dejémoslo así)

Y ya para terminar, un pensamiento para reflexión: a la gentuza no le molesta que tú seas bueno en lo que haces, ni que lo reconozcas. A la gentuza le molesta que tengas la autoestima en su sitio.

Feliz fin de semana.