domingo, 29 de marzo de 2015

Una comedia sobre un infiel

No, que nadie se asuste. No pretendo escribir nada tan poco original como una comedia sobre un infiel. Ya hay demasiadas. El hombre que tiene el plan con su amante y de repente se ve envuelto en la red de sus propias mentiras para jolgorio del público.

Y alguien podría decirme "Pues algunas de esas comedias están bien". Quizá. Cuando te has visto diez o doce, si te siguen pareciendo que estás bien, creo que tú y yo no nos vamos a entender hablando de arte en general. Así de claro. Ni de nada. Te seguiré queriendo, pero evitaré hablar de nada serio contigo.

También alguien podría decir que está bien que se ridiculice al adúltero (o al que lo intenta, para el caso). Ya. Eso estaría bien si al acabar la obra, el interfecto recapacitara, o sufriera las consecuencias de su comportamiento. No es el caso. Al final, todo queda perdonado, olvidado u oculto, y al hijoputa no le pasa nada, que ya el pobre ha sufrido lo indecible durante las dos horas de "comedia". Angelito.

No hay pautas ejemplarizantes. Engañar a la prójima es la juerga padre. De hecho, es difícil decir si la gente se ríe más de los apuros del sinvergüenza o de lo tonta que es toda la gente que le cree sus patrañas. Como si no tuviéramos demasiado ya de eso en la vida.

¿Estoy exagerando? Veamos. ¿Qué pasaría si el hombre estuviera poniendo los cuernos a su mujer con otro hombre? ¡Ah, el maricón! ¡Que le cercenen las gónadas! Pocos simpatizarían con él (probablemente, ni los homosexuales), no es el ideal que tenemos codificado social y genéticamente, queremos una hoguera donde arda y sirva de escarmiento a los que compartan sus calenturas. Hasta ahí podíamos llegar.

¿Y si fuera una mujer? ¡La muy zorra! Eso no se hace, pobre marido, tan entregado, tan cariñoso, tan inocente, tan tontolhigo, y ella le hace eso, pero ¡habráse visto! Si uno del público comienza a abuchearla (hagamos el experimento, si hay ovarios), en breve se unirán otros, será la mujer más odiada en las escenas europeas. No habrá simpatías más que para el verdugo, ¡oh, gentilhombre de bien!

Me niego a aceptar esto como comedia. Es un ejercicio de abuso, de sexismo, de perpetuación de comportamientos inaceptables, de transmisión de valores equivocados, de hipocresía, de aceptación y celebración de la mentira, de ignorancia del daño que se hace a tantas y tontas personas y un largo e ignominioso etcétera.

Quiero ver a las audiencias riéndose al ver los papeles invertidos, deseándole a la mujer que al final todo se le solucione, mofándose de un marido que sea generalizable por ser idiota (y es que idiotas somos todos, llegado el caso). Eso no va a pasar y nadie considerará a tal obra (cuando la haya) como una comedia real, y entre tanto yo ya no quiero ver más obras calcadas unas de otras.

Una infidelidad puede ser una comedia. Por lo general, tiene más visos de tragedia para la persona que tiene que cruzar puertas demasiado bajas para la longitud de sus cuernos. Que eso duele. Y como cuernos tenemos la inmensa mayoría de los que alguna vez hemos salido con alguien, seamos hombres o mujeres, al que no le duela, que se ría si quiere. Pero que no espere que alguien con inteligencia le siga, porque por las puertas que el riente bloquea con sus ignorantes astas no se va a ninguna parte.

domingo, 1 de marzo de 2015

¿Estás estudiando? No lo sabía...

Puede que sea demasiado borde. Podéis saltaros la bitácora entera e ir directamente al EJERCICIO del final.

Cierto, queda fuera del alcance del común de los mortales seguir todas las actualizaciones de todos los contactos en todas las redes sociales. Además, no he hecho tanta publicidad de ello (aunque lo mencioné en esta bitácora, entre otros lugares). Ya he dicho varias veces: hay gente que pregunta por interés en mi persona, o con cariño, y así, la misma pregunta de personas diferentes "suena" diferente. Por otro lado, hay preguntas lógicas, como por ejemplo:

- ¿Qué estudias?
- ¿Cómo van tus estudios?
- ¿Estás contento? (cfs con el "sigues" mencionado más adelante)

- ¿Puedo escuchar algo de lo que haces?
- ¿Qué has aprendido?
- ¿En qué sentido ha cambiado tu música?
- ¿Cómo ha cambiado tu percepción de la música?

Ésas son preguntas que me han hecho, que son lógicas, que pueden dar pie a un intercambio de opiniones (porque lo uno lleva a lo otro y al final acabamos hablando los dos interlocutores). Son preguntas que me gustan, y están presentadas en orden aproximado de frecuencia, siendo la primera la más común de esta lista. Son además preguntas cuyas respuestas van cambiando con el tiempo (excepto la primera, de momento), y por tanto no me aburre contestarlas.

Hay preguntas relativamente lógicas, pero administrativas, que me hastían soberanamente. Eso no es culpa del interlocutor, evidentemente.
¿Dónde estudias?
- A distancia [...]
¿Cómo haces los exámenes?
- No hay exámenes, hay trabajos, proyectos...
¿Por qué esa escuela y no otra?
- Por multitud de motivos.
¿En qué ciudad está eso?
- Qué más te da. Y yo no me acuerdo.

Pero veamos algunas otras preguntas que ya he mencionado en otros lugares, a cuyas respuestas no parece haber prestado atención mucha gente, a tenor de que se me sigue preguntando lo mismo (y ya contesto con piloto automático - me parezco al google, te doy la respuesta antes de que termines la pregunta). Incluyo comentarios de fuera del tiesto. Quizá me acuerde más tarde de algunas preguntas y las incluya. Obsérvese que, prestando la atención merecida a la primera de la lista anterior, cada uno puede encontrar mucho de aquello por lo que curiosea con un vistazo a la red, lo que parece ser demasiado trabajoso.

¿Para qué estudias?
- Para aprender.

¿Qué vas a sacar de eso? ¿Qué tendrás cuando termines?
- Ya estoy sacando. Estoy aprendiendo.

¿Cuántos años son?
- No lo sé. Me da igual. Son siete cursos de duración abierta. Llevo casi tres años.

¿Y vas a estudiar hasta el final?
- No sé. ¿Vas a vivir tú hasta el final?

A mí no se me ocurriría estudiar ahora.
- Ya. Por eso estudio yo y no tú.

¿Cuánto te cuesta?
- No me acuerdo. Pero tienen la información en sus páginas.

¿Qué título vas a tener?
- La titulación es algo así como Diplomado, creo. Pero me da igual.

¿Sigues contento?
- Sí.

¿Y si no puedes terminarlo, qué?
- Viva el optimismo. El día que no pueda seguir, que me quiten lo que llevo bailando.

¿Te van a pagar más en el trabajo?
- No lo he pensado, sigo sin pensarlo, y de suceder, será cosa mía y de mis jefes.

¿Vas a trabajar de ello?
- No. Me gusta mi trabajo. Esto es una afición.

Pero entonces, ¿por qué lo haces?
- Porque me gusta.

¿Nunca te han mandado a la mierda por borde?
- ¿Hay alguien un poco original por aquí cerca? Esta conversación ya huele.

Y lo que muy, muy, muy honrosas excepciones preguntan, y que ya mencioné al principio de esta bitácora, es: ¿Puedo escuchar algo de lo que haces?

¿Y qué es lo que nos quieres decir - que no te preguntemos?

En realidad, no es eso lo que quiero decir. Estas preguntas tan repetitivas, tan estereotipadas, me llevan a reflexionar acerca de cuántas preguntas iguales, vacías, desinteresadas o morbosas o todo ello, hago yo a la gente a mi alrededor, en mi día a día. Alguna vez se nos acusa a los "creativos" de intentar ser originales a cualquier precio - pero el precio aquí es hacer que la conversación merezca la pena para ambas partes, y no que para una (si no para ambas) sea una pérdida de tiempo, una ficción de relación humana tras una máscara de vacuidades.

EJERCICIO: querido lector, querida lectriz, reflexiona ahora sobre las preguntas que se te ocurrirían si alguien te dijera que una tercera persona ha pasado a mejor vida.
  1. Haz una lista de esas preguntas por escrito antes de pasar al número 2.
  2. ¿Cuántas de esas preguntas son originales?
  3. ¿Cuáles de esas preguntas harán sentirse bien al preguntado?
  4. ¿Cuáles de esas preguntas muestran un cariño desinteresado por preguntado y/o fallecido?
  5. ¿Cómo van a cambiar tu vida, o cómo podrían cambiarla, las posibles respuestas?
  6. ¿Qué preguntas de esas estarías dispuesto/a a contestar 15 veces si un día falleciera alguien muy, muy querido? ¿También 150 veces?
  7. ¿Qué preguntas (o sus respuestas) te gustaría ver de boca en boca si fueran sobre alguien muy querido para ti?
  8. Relee las preguntas. ¿Eliminarías alguna? ¿Modificarías alguna? ¿Añadirías algunas más?
  9. Ahora, obsérvate durante 24 horas. ¿Cuántas de las preguntas que haces asiduamente en diversos ámbitos merecen una reflexión así? ¿Cuántos ámbitos se te ocurren?
  10. En última instancia, caben otras reflexiones: ¿por qué lo hacemos? ¿cómo nos sentimos? ¿cómo ayuda a otros funcionar con este estereotipo? Y un largo etcétera.
Como de costumbre, estoy abierto a críticas y comentarios.